Mientras que para algunos la proliferación actual de los medios digitales significa la democratización de la información y el acercamiento a la mayor pluralidad de contenidos, para otros, se trata de más medios e instrumentos de comunicación públicos, pero que están al servicio de la propaganda de diversos sectores políticos y sociales.
En un reciente artículo Katinka Barysch ex analista y ex editora de la Unidad de Inteligencia de ‘The Economist’, en Londres, señaló que se trata de la “falsa promesa de la democracia digital”, argumentando que la revolución de las redes está beneficiando a gobiernos y a activistas radicales de diversa índole, que se aprovechan para distorsionar la realidad.
En la última década los avances tecnológicos en televisión e internet, han hecho posible coberturas noticiosas desde cualquier lugar del planeta, difundidas mediante plataformas digitales que llegan a todos los rincones del mundo. Es la exportación informativa en pleno; desde un ordenador podemos ver noticieros de todos los continentes, con todo tipo de orientación.
Ante la omnipresencia mediática se ha incrementado el papel protagónico de los medios digitales para respaldar y hacer exitosas las decisiones y actuaciones de gobiernos y grupos sociales. Es por esto que se habla en los círculos militares de la guerra de la información a través de los medios, que se debe ganar antes que la batalla en el terreno físico.
Podríamos asegurar en este momento, que para cada causa vital en el mundo contemporáneo hay una cadena de televisión. Lo que un medio omite por ser lesivo a sus propietarios, el otro lo replica buscando el efecto contrario. Al Jazeera nació en 1996 patrocinada por el gobierno de Catar para hacer contrapeso a la CNN (1980) en el mundo árabe, y con una infraestructura envidiable, comenzó a mostrar la otra cara de las agresiones ejecutadas por el gobierno de Estados Unidos durante sus intervenciones a países de medio oriente.
Igualmente pasó con TeleSUR (2005), financiada por los gobiernos de Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela; aparece para hacerle contrapeso a las cadenas occidentales que promueven mayoritariamente el pensamiento y los intereses norteamericanos en Latinoamérica. Y también Rusia Hoy o RT (2005), cadena mundial de noticias en varios idiomas, que revela todo aquello que Estados Unidos oculta y manipula informativamente para crear un pensamiento colectivo y hegemónico en occidente.
Hoy en día, esos enfrentamientos mediáticos están claramente reflejados en las crisis de Ucrania y Venezuela. En el caso de Ucrania la prensa occidental se alineó con Obama, haciendo eco permanente de las voces que muestran a Rusia como el agresor que se apoderó de Crimea para mantener sus intereses geo- políticos en la región. Mientras tanto RT da a conocer en sus espacios cómo se estructuró el golpe de estado promovido por el gobierno Obama, apoyando a un grupo fascista que derrocó al presidente Yanukovich y puso en su reemplazo a Turchínov, un mandatario temporal, afín a la Unión Europa y Norteamérica.
Sin entrar en discusiones ideológicas de fondo, en Venezuela se vive un escenario bastante interesante desde el punto de vista mediático. La CNN y en general los medios pro occidentales que están en sintonía con el discurso norteamericano de promover los valores del capitalismo con las banderas de la democracia y la libertad en la región, muestran en sus imágenes una lucha justa en las calles, con manifestantes que son retratados como los abanderados de la recuperación moral y económica de Venezuela.
Leopoldo López y la diputada María Corina Machado fueron convertidos en mártires y héroes de la lucha venezolana a través de la transmisión de imágenes cargadas de emotividad (la imagen de Leopoldo López despidiéndose de su familia antes de ser detenido) y con alto contenido político-propagandístico, que hacen creer al televidente, que lo de ellos, es una lucha a la cual hay que apoyar.
Ese tipo de imágenes repetidas una y otra vez, sin duda generan un efecto persuasivo en el consumidor de medios, que se queda atrapado en el momento estético y no en el análisis de fondo. En contraposición las tomas que se reiteran del gobierno, son las de un presidente desafiante, muchas veces torpe, ordenando medidas represivas hacia los manifestantes.
Por su parte en TeleSUR se destacan noticiosamente las asambleas por la paz, organizadas por el gobierno en diferentes regiones, se cuenta sobre los miembros de las barricadas que han asesinado a guardias venezolanos y se publican las voces de los habitantes de zonas populares que apoyan al gobierno Maduro. Aquí la imagen de Maduro cambia radicalmente. Se le ve por ejemplo, como un mandatario solidario, visitando en la sala de la casa, a familias venezolanas beneficiarias de la Misión Vivienda.
Lo que se advierte por una parte, es que el poderío informativo de Estados Unidos se ve disminuido por la consolidación de cadenas de televisión dispuestas a contar lo más deshonroso de la política exterior Norteamericana. Y por otro lado que la mayor oferta de productos noticiosos de todas las tendencias permite una lectura multi-ideológica de lo que sucede en el mundo, siempre y cuando el televidente toma las medidas preventivas hacia el contenido.
Eso sí cabe una pregunta, ¿tendrá futuro el periodismo equilibrado, sin cargas propagandísticas de ningún lado? Por ahora todo depende desde dónde se mire, quién lo cuente y cómo se lo cuenten.
