Contra los topos burócratas de izquierda

Contra los topos burócratas de izquierda

"Lo grave de este minúsculo, pero pujante, grupo social son las consecuencias que acarrea para los proyectos alternativos y críticos"

Por: Jorge Orjuela Cubides
septiembre 27, 2017
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Contra los topos burócratas de izquierda

Anti-dedicatoria

A los mediocres y a los burócratas agazapados en la izquierda y que, sin embargo, no trastocan la esperanza ni la utopía

La burocracia bien podemos entenderla como un grupo social especializado de sujetos encargados de resolver actividades administrativas o bien como una serie de trámites que se deben realizar para atender un requerimiento. En Colombia, de manera muy particular, la burocracia es una interminable cantidad de gestiones, las cuales, sin embargo, no necesariamente contribuyen a que la diligencia tenga un buen término. Entre las razones que explican esta deficiencia se encuentran: 1) funcionarios poco calificados, 2) quienes ingresan a estos cargos gracias a sus vínculos sociales o familiares, por ello 3) la mediocridad es su característica distintiva, provocando congestiones, demoras e imprecisiones en los resultados, si es que llegasen, por supuesto.

Esta burocracia mediocre, además, es alimentada por la cultura colombiana, sustentada y promovida desde la televisión privada nacional con sus entelequias sobre narcos y reinas, caracterizada por el afán de ascenso social a través de cualquier artimaña, tal y como lo hacen estos oficinistas de los que pretendo ocuparme en seguida. En esta quimera, de criminales y silicona, se fijan denominaciones para aquellos que no comparten este modo de vida, así, se les denomina como sosos a quienes no aprovechan las oportunidades de progreso. Acaparadas por estos verdaderos emprendedores, un grupo social reducido pero con un arribismo que compensa el número, lo sugestivo no es, sin embargo y para sorpresa, la cifra sino los espacios en donde se han incrustado, porque aunque pareciera un fenómeno de organizaciones institucionalizadas es mucho más amplio su campo de actuación: nada más y nada menos que las organizaciones de izquierda. Para pesar propio y ajeno, debo admitir.

En este ámbito han provocado tanto o más caos que los contradictores del espectro político contrario, porque abigarrados en los movimientos sociales y partidos políticos de izquierda crean las mismas dificultades antes enunciadas en la tramitación de las actividades, convirtiéndose en factores de estancamiento de los procesos sociales, una especie de rémora alimentada con los esfuerzos de quienes ellos considerarían unos sosos.

Estas particulares rémoras sociales tienen algunas características de fácil identificación, por ejemplo, suelen ocupar cargos intermedios dentro de la organización, dirigiendo asuntos esencialmente administrativos; poseen educación profesional aunque tienen poco impacto a nivel intelectual; son expertos demagogos, y casi como si fuesen abogados (salvo contadas excepciones), intervienen como mercenarios a sueldo a favor o en contra de quienes, o aquello, que más se ajusta a las necesidades del momento; así mismo, y como pasa con otros burócratas, tienen preferencias manifiestas con personas cercanas y/o con algún vínculo familiar, sin importar sus capacidades o preparación académica, al fin y al cabo eso es lo de menos, piensan los burócratas, si la sociedad acepta la mediocridad como norma, v.g., cuando consiente, abierta o soterradamente, la permanencia de un mandatario en cuyo prontuario se halla la falsificación de títulos universitarios. Aunque es apenas comprensible este hecho, si se percibe la profunda mentalidad católica que rige al país, en donde los pecados, por más atroces, pueden fácilmente eximirse si se hace una confesión límpida, de tal forma, queda claro que no hay sino un paso hacia el tránsito de criminal a creyente. Bendito sea.

Pero volvamos a nuestros burócratas, otros criminales (y, por supuesto, potenciales cristianos). Lo grave de este minúsculo, pero pujante, grupo social son las consecuencias que acarrea para los proyectos alternativos y críticos, debido a que la mediocridad que los caracteriza empaña y limita el avance de las propuestas de las organizaciones que los padecen, haciendo inoperantes y pueriles gran parte de los ideales planteados. De igual manera el avance, en términos numéricos, de nuestros personajes analizados, no es cosa menor si se tiene en cuenta que, como cualquier otra enfermedad social o biológica, va infectando todo cuanto tiene cerca, por ello las organizaciones de izquierda van perdiendo su vocación de poder, debido a la parálisis que imponen estos mediocres, ahondada, evidentemente, con el sistema antidemocrático de la política colombiana, la cual acalla toda oposición  digna al statu quo. Por esta razón, nuestros burócratas “de izquierda” pueden considerarse a salvo de atentados y/o amenazas, a menos de que, por equivocación, los confundan con integrantes valientes que claman contra la injusticia y la infamia. Nada más alejado de la realidad.

Debo aclarar, a fin de evitar confusiones, el término “burócrata de izquierda” ya que parece un oxímoron, algo así como la “inteligencia militar” o la “democracia colombiana”. Así, debido a la integridad que debe poseer un miembro de la izquierda no puede considerársele como tal si actúa con mezquindad, en ese sentido, sería más apropiado el término burócrata, a secas, pero he querido colocar el espectro político en el que se desenvuelve –la izquierda– porque ha sido poco examinado. Tal vez por omisión o sumisión, o tal vez ambas. Algo parecido a lo que acontece con los burócratas intelectuales, anclados en las academias, incluidas las universidades públicas. Personajes similares a los enquistados en las organizaciones sociales y los partidos políticos de izquierda, quienes también provocan la inmovilidad intelectual al detener la intromisión de nuevos talentos, algo equivalente a restringir el ingreso de nuevas personas en el ámbito laboral bajo supuestos pueriles y con la única  intención de actuar en favor de sus más cercanos.

Sobre los burócratas intelectuales, y sin querer alejarme de mi intención, analizar a los de izquierda, podemos encontrarlos en las universidades impidiendo el ingreso de estudiantes con anhelos críticos, empantanando proyectos de investigación con las imbecilidades planteadas por las modas intelectuales a las cuales se adhieren casi como creyentes, impartiendo cátedras sobre arribismo e incapacidad intelectual, frenando distinciones a investigaciones serias y rigurosas, y usufructuándose del presupuesto de la educación, ya de por sí disminuido por las políticas neoliberales. Y, al igual que su par de izquierda, cavan profundas madrigueras a las que se aferran como topos. Analogía que trae a mi cabeza a Kafka y su relato El topo gigante, y es que en verdad podemos catalogarlos como topos burócratas, en dos sentidos: como lugar común (en literatura, a ello hace referencia el término topo) y como el animal subterráneo. Frente al lugar común del burócrata, sin importar su ubicación ideológica, ha quedado claro, es la mediocridad y el arribismo. Respecto a la analogía entre el burócrata  y el animal mamífero debo ahondar pues no es clara del todo: así, como el burócrata, el topo cava guaridas en donde se atrinchera ferozmente; pero además, el burócrata comparte el hambre voraz del topo, que llega a consumir la mitad de su peso en alimento (me refiero al topo, claro), el burócrata, en cambio, se degusta del trabajo ajeno de manera insaciable; y de forma similar al topo, el burócrata cuenta con una lengua letal cuyas toxinas son la calumnia y la mentira.

Entonces no los llamemos burócratas, a secas, mejor: topos burócratas. En general, así, sin más. Contra topos burócratas incrustados en la izquierda. Habría sido más exacto el título. Qué más da.

En tal sentido, no solo a nuestro mamífero de izquierda sino en general todos, como especie, bien se les puede considerar como una plaga social por sus consecuencias nefastas sobre la población y las aspiraciones de cambio y transformación. Pero mi crítica no puede considerarse como una incitación a acabar institucionalmente con este particular grupo social –pues en ocasiones, aunque en Colombia es más inusual, permite resolver necesidades de manera oportuna dada su especialización en el campo en el que se desempeña–. No. Es más bien una aproximación analítica a un fenómeno poco explorado y por ello es apenas un intento transitorio e introductorio, aunque necesario como examen autocrítico a los procesos políticos alternativos.

Mucho menos es una diatriba contra el pensamiento crítico, como ha quedado claro, es un crítica sincera contra la mezquindad de los personajes resguardados bajo la izquierda, quienes ralentizan los procesos sociales, es una aseveración contundente en medio de la pasividad y la inercia, porque como escribiría el poeta uruguayo, Mario Benedetti, “ya es bastante grave que un solo hombre o una sola mujer contemplen distraídos el horizonte neutro pero en cambio es atroz, sencillamente atroz, si es la humanidad la que se encoge de hombros”, y aún más atroz si quienes los encogen son aquellos cuya labor es la lucha implacable contra el pensamiento unidimensional y la injusticia.

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