No tiene mucho sentido predecir el resultado de la elección presidencial sobre el resultado de las consultas interpartidistas, cuando faltan dos meses para la primera vuelta, que en política son una eternidad. Para los partidarios de los dos candidatos que sacaron la mayoría de los votos, ya todo está decidido, va a ser el uno o el otro. Si ese fuera el caso, ¿para qué dos vueltas?
Gustavo Petro lleva una evidente delantera por su triunfo tanto personal como parlamentario, resultado de una campaña dilatada y audaz, sin pelos en la lengua, en la cual le ha cantado la tabla al establecimiento, con razones de peso y argumentos polémicos, que son los que producen votos. Su tema central: los privilegios del sector financiero e industrial, amparados por el Gobierno, que se expresa en la escandalosa concentración del ingreso, y la falta de oportunidades educativas, laborales y pensionales para la población más pobre. Difícil no ser solidario con esos planteamientos, que explican su popularidad por encima de los reparos que se le hacen a su carácter, a sus ejecutorias y a sus propuestas. Reparos más que válidos.
Federico Gutiérrez, la estrella en ascenso de la derecha, suma las maquinarias políticas regionales que conformaron la coalición Equipo por Colombia, el apoyo tras bambalinas del uribismo, del Gobierno y de la derecha atemorizada. Pero, recién llegado como es, está lejos de ser una opción tan fuerte como Petro y tan sólida como lo fue la de Iván Duque. Hoy es el segundo en intención de voto, como una opción fresca, pero también se lo identifica como el candidato de un gobierno impopular, de un partido golpeado electoralmente como el Centro Democrático y de las maquinarias políticas regionales, de las que se sabe no tiene tanto interés en seguir en campaña una vez han conseguido sus curules. No la tiene fácil.
Para ponerlo en contexto, si mañana fueran las elecciones presidenciales ganaría Gustavo Petro, de lejos. Pero no son mañana, porque falta todavía nada menos que toda la campaña electoral por desarrollarse, donde hay otras opciones que pueden resultar atractivas para el electorado, que es la naturaleza de las dos vueltas electorales. Hace cuatro años, cuando Gustavo Petro pasó a la segunda vuelta, siendo la estrella es ascenso de ese momento, se dijo que cualquier candidato que pasara a disputar con él la Presidencia, le ganaría, lo cual era cierto. Hoy ya no lo es. Es una opción madura políticamente, consolidada nacionalmente, encarna la oposición a un régimen que ha durado demasiado en un país con graves problemas sociales que ese régimen no ha podido resolver.
Al revés de lo que pasó hace cuatro años, si Federico Gutiérrez pasa a la segunda vuelta elige a Petro, porque el desgaste político que cargan sus apoyos tiene un costo y este es el momento de la oposición. Tampoco sería la gran tragedia que se augura, porque por fortuna las fuerzas en el Congreso están muy repartidas, con la izquierda en minoría, y una cosa es un candidato buscando votos y otra un presidente negociando gobernabilidad. Y están además la Corte Constitucional y las Fuerzas Armadas, comprometidas con la defensa de la Constitución. Solo que seguramente serían otros cuatro años de debates encarnizados e inestabilidad política, en intentos de reformas, algunas descabelladas, bloqueadas por el poder legislativo o la Corte.
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¿Si es el momento de la oposición, no querrá la gente que esa segunda vuelta sea entre dos dirigentes de oposición?
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La pregunta a hacerse es: ¿Si es el momento de la oposición, no querrá la gente que esa segunda vuelta sea entre dos dirigentes de oposición? Han madrugado los oportunistas a sepultar la candidatura presidencial de Sergio Fajardo, como lo hicieron varias veces antes en el proceso de construcción de la Coalición Centro Esperanza, que no salió muy bien por culpa de invitados de última hora. Pero ahí está un hombre maduro, mesurado, conocedor del país y de los problemas públicos, toreado en todas las plazas, de temperamento afable, con una visión moderna de la política y del Estado donde la ciudadanía está primero, con una aproximación diferente a los grupos políticos y unos antecedentes impecables, a pesar de los ataques de la justicia politizada (que es la peor herencia de los cuatro lustros del actual régimen).
Fajardo es una opción que no se ha cancelado, sino por el contrario, nace de un proceso electoral primario, que comienza a desarrollarse. Para ganar un puesto en la segunda vuelta, su rival hoy no es Petro sino Federico Gutiérrez, acompañado por el gobierno, el uribismo y todas las formas de conservatismo, con sus respectivas maquinarias. El poder de la opinión frente a los intereses creados de todos los pelambres. La eterna lucha de Don Quijote contra los molinos de viento, que puede tener resultados inesperados. Una lucha que siempre vale la pena.