Mucho se ha hablado en los últimos días de los diferentes acontecimientos que han ocurrido en el país. Lastimosamente, en tiempos de Twitter y cadenas de WhatsApp la divulgación de información falsa y malintencionada no se hace esperar. Es un elemento principal que acompaña cada suceso. Por esto, una vez más vale la pena preguntarse qué tanto poder e influencia le estamos dando a las opiniones y a la información que consumimos en internet, sobre todo en momentos difíciles. La noticia de la inminente cancelación de Noticias Uno es el ejemplo más reciente del caos y la mentira que algunos irresponsablemente les encanta promover y de la inseguridad y falta de carácter que en otros abunda. Este cóctel trágico y fatalista no solo atenta contra la verdad y la razón, sino que, además, alimenta el odio y el miedo, emociones tan poderosas como peligrosas.
Después del tuit de Julio Sánchez Cristo, uno de los primeros en anunciar la pérdida de Noticias Uno, y de la confirmación por parte del mismo canal en vivo y en directo por medio de Mabel Lara, una reconocida presentadora, y Jorge Acosta, gerente de NTC, las “opiniones” y reacciones empezaron a llenar las redes sociales. Aunque era claro y evidente que la razón principal para cancelar este noticiero era su miserable rating, algunos no escatimaron ni un segundo en publicar toda clase de hipótesis y teorías absurdas. El mismo presidente del Canal 1 confirmó que la medida era por razones meramente económicas en una entrevista para la FM. Aun así, los sesgos de algunos se impusieron sobre la razón y la verdad, insistiendo en sus ideas, sin fundamentos ni pruebas, de la mano negra del gobierno, o a palabra de algunos, “de la dictadura”.
El panorama que reflejan estos individuos es realmente trágico. No ser consciente de nuestros sesgos y la manera en que estos afectan nuestra percepción de la realidad es preocupante, aún más si son personas con capacidad de influir en muchos otros. Como este ejemplo hay muchos donde generalmente las mismas personas, alejadas de cualquier objetividad, hacen juicios pobres, falsos y violentos sobre la realidad. El grado de irresponsabilidad de estos sujetos es altísimo, pues todos sabemos los efectos que puede tener difundir información falsa y malintencionada en una sociedad tan intolerante e impulsiva como la colombiana. Pero como parece que no lo van a entender, o no quieren entenderlo, es menester de cada uno desarrollar un criterio fuerte y una conciencia amplia que permitan ser críticos y reflexivos con lo que leemos, y mesurados en cómo respondemos.
Bien sea por ignorancia, es decir, la falta de información en estas personas hace que traten de explicar lo que sucedió con su propia noción; por el no reconocimiento de sus sesgos personales, o en otras palabras, su falta de conocimiento sobre sus ideas y prejuicios naturalizados que influyen en un juicio desequilibrado; o por tener un fin político, los planteamientos falsos de estos sujetos solo alimentan la violencia y la mediocridad. Decir que a petición del gobierno se acabó un noticiero sin tener aunque sea una prueba tangible, además de ridículo, es calumnioso. Insinuar que en Colombia hay una dictadura es en primer lugar totalmente irresponsable. Denota una falta de conocimiento de lo que es una dictadura y una deficiencia en la interpretación de la realidad. ¡Ojalá nunca vivan en una verdadera dictadura!
Las fake news han estado presentes en toda la historia de la humanidad, solo que ahora tenemos una palabra o concepto para referirnos a ellas. Por años hemos repetido y creído diferentes historias, relatos y “hechos” que han sido transmitidos de generación en generación sin siquiera preguntarse por su veracidad. Hoy no solo podemos darnos cuenta de esta situación, también podemos combatirla. Somos conscientes del valor de la veracidad, tenemos la inteligencia para cuestionar lo que oímos y la capacidad reflexiva para saber cómo reaccionar. Además, contamos con un recurso que nunca otra generación en la historia humana conoció, el rápido acceso a la información. Claro, este es el punto de partida y difusión, al mismo tiempo, de la desinformación, así que depende de nosotros saber qué medios consultar y a qué personas leer.
Ignorar las capacidades que tenemos y los recursos con los que contamos para enfrentar la difusión de mentiras sería el mayor retroceso que podríamos tener. Las mentiras producen más mentiras. Nublan la verdad. Impiden la discusión, la reflexión y la búsqueda de cambio. Por más incómoda que sea nos permite tener un panorama acertado de lo que realmente sucede. Sabiendo esto podemos reconocer lo bueno, cambiar lo malo y mejorar lo que se deba mejorar. La verdad nos permite ser más asertivos y eficientes. La mentira, en cambio, solo produce consecuencias negativas. Piense usted, conocer la verdad de este caso, es decir que Noticias Uno saldrá del aire por problemas económicos, permite entender el problema y plantear soluciones para enfrentarlo. Quedarse con la mentira: “fue censura y vivimos en una dictadura”, ¿que ocasionaría?, ¿a quién beneficiaría? No propaguemos más mentiras, busquemos la verdad y seamos garantes de esta.