Por más que deliremos con fantasías e historias falsas de heroico machismo, la guerra solo deja desolación, pobreza y atropellos a la población que lucha en ella por voluntad propia o, como es casi siempre, por voluntad de otros que no participan en los combates.
No me estoy refiriendo específicamente a Colombia, aunque en este sentido, somos ejemplo de degradación humana y desde siempre hemos encontrado argumentos para justificar la barbarie o para no verla con nuestros sentidos alterados por la esquizofrenia colectiva que nos caracteriza.
Siempre la historia ha sido la misma. Los griegos mataban persas y violaban a sus mujeres y a sus niños. Los persas mataban griegos y violaban a las griegas; Los romanos lo hicieron en Germania, en la Galia y en Cartago; y, en general, en todas sus fronteras; Los nazis mataron rusos y violaron rusas, y estos mataron alemanes y violaron las niñas que encontraron en Berlín. Los gringos en Vietnam, los japoneses en China, los españoles en américa, la guerrilla, los paramilitares, el ejército y la policía en Colombia.
No debemos seguir pasando de agache. No podemos seguir apoyando locos que creen que la solución es matar al diferente y que el poder de las armas y la humillación del contrario, les dará la razón.
Guerreros y políticos
Los guerreros son sospechosamente parecidos en todas las sociedades y en todos los sistemas de gobierno. Están convencidos de que tienen la verdad y coinciden en que la felicidad se logra matando a los enemigos. No reflexionan y por eso jamás podrán pensar que puedan estar equivocados.
Obedecer, asesinar y desaparecer personas, asolar, despojar, violar mujeres y niños en estado de indefensión es su pan de cada día.
Los guerreros, sin importar el bando al que pertenezcan, son obreros de la misma industria. Poseen las mismas cualidades y competencias. Son tan parecidos que pueden cambiar de bando. En Colombia, muchos soldados se van para los grupos paramilitares o para la guerrilla, o incluso han trabajado en las 3 empresas.
Los guerreros son parásitos. No producen nada, se comen lo que producen los trabajadores desarmados: la guerrilla a través de robos y extorsiones y el ejército directamente del erario. Tal vez por esto, por parásitos, se entienden tanto con los políticos y siempre están a las órdenes de alguno.
La guerra no es una solución, es un crimen de lesa humanidad. Y aunque veamos a los guerreros armados matándose entre sí, nosotros, los desarmados, somos las verdaderas víctimas.
Los problemas de pueblo desarmado son otros: el trabajo escaso y mal remunerado, el sistema de salud que mata gente, la pensión de vejez casi inexistente, la corrupción donde se enriquecen los parásitos, la falta de escuelas y la baja calidad de la educación, la verdadera seguridad ciudadana, etc.
¿Hasta cuándo?