Igual que el ‘neoliberalismo’ es una aberración que desfiguró la lucha por las ideas liberales, existe hoy un ‘neofeminismo’ que es una distorsión en la corriente de las luchas por los derechos de la mujer.
La evolución en las culturas va marcando nuevas características que consideramos progresos. El feminismo como un movimiento pro reivindicación de la igualdad de género correspondió a una situación existente en su momento, y como causa justa creó nuevas reglas de juego -cambios en los valores y las costumbres que se han ido plasmando en la legislación-.
El hecho es que hoy en día la lucha por la igualdad de derechos para las mujeres no se encuentra en la etapa de romper las barreras para acceder a los altos cargos. No hay discriminacion de género hacia arriba y el acceso al poder ya no está obstaculizado por, ni depende del sexo de la persona. A los máximos puestos de gobierno, de gremios, políticos, empresariales, o de los medios de comunicación, o en los centros de poder de cualquier naturaleza, pueden llegar y están llegando las mujeres.
De igual manera el acceso a las universidades se ha concretado en que hoy en día es mayor el número de mujeres que el de varones tramitando carreras profesionales; y sin discriminación en cuanto a la naturaleza de las mismas.
La desigualdad sí existe pero no como veto para no aspirar a lo mismo que los hombres; existe para el tratamiento hacia las de abajo.
Pero no se deben confundir las causas con los efectos: la llamada ‘violencia de género’ no se origina en la diferencia de sexos sino en las condiciones en que se manifiesta según la pobreza y la ignorancia en los estratos que la sufren. Es disminuyendo estas donde se puede erradicar ese mal.
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La llamada ‘violencia de género’ no se origina en la diferencia de sexos sino en las condiciones en que se manifiesta según la pobreza y la ignorancia en los estratos que la sufren
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Mal se hace en pensar que se está complementando los avances logrados en las luchas ya exitosas, sacando legislaciones basadas en las diferencias sexuales -que por supuesto las hay y las habrá- y pretender crear una supuesta igualdad forzándola con normas extrañas.
Si transitoriamente por puro pragmatismo se pudo justificar el 30/70 hoy, por ser obsoleto y con consecuencias diferentes, ya no tiene explicación este tipo de reglamentación; y mucho menos el 50 /50 que proponen ahora. ¿Acaba siendo un mínimo o un máximo? Si aplica tanto para hombres como para mujeres exiigiria una paridad exacta y obligatoria. Estando ya reconocidos científica y legalmente un abanico de géneros (L,G,B, T, X, etc.) ¿quedan entonces todos estos excluidos de los puestos públicos?
Inventos como el ‘feminicidio’ para distinguir el homicidio según el sexo de la víctima, están bien para desaparecer exculpantes como ‘ira e intenso dolor’ por causa de celos, pero no existe la víctima cuya asesinato sea causado por el simple hecho de ser del sexo femenino (como lo implicaría el término) sino por algún motivo anexo que puede calificarse en la categoría de agravante (por ejemplo en caso de darse en una relación de pareja) pero no de delito diferente. ¿O debremos instituir también el ‘gaycidio’ y todos los otros etcétera? ¿Por qué los hombres cometerían homicidios y las mujeres no feminicidios?
O qué sentido tiene la ‘cremallera’ en las listas de los partidos: es inocuo cuando son listas abiertas; y cuando son cerradas son contrarias al principio constitucional de que los partidos tendrán mecanismos democráticos para las candidaturas puesto que les representaría una camisa de fuerza diferente.
La limitación o no al derecho aborto para las mujeres (o la libertad de disponer de su cuerpo) no es discriminatorio puesto que los hombres no tienen ese dilema; el debate nos es alrededor de la libertad de las mujeres sino de si es un homicidio o sea de si se reconoce al embrión ya como un ser humano o no, y por eso es asimilable a la eutanasia.
Terminamos en que se impuso el ‘enfoque de género’ pero no acabando con la familia, ni con el matrimonio, ni en el sentido que lo atacaba el exprocurador Ordóñez, pero sí creando un lenguaje y un mundo jurídico donde se sobredimensiona la diferencia entre sexos como si la natural no fuera suficiente. Es decir consolidando la visión del orden patriarcal según el cual se sigue categorizando a las mujeres como minorías vulnerables e inferiores, institucionalizando la discriminación que se pretende desaparecer.
Un principio universal de la Justicia es que todo juicio debe ser referido a ‘reglas de juego’ preexistentes; eso se encuentra formalizado como uno de los principios del Derecho Universal, porque la no retroactividad en cualquier clase de juicio significa que no se pueden aplicar sanciones apelando valores, costumbres o leyes que se crean a posteriori.
No se puede calificar de injusticia la esclavitud primitiva puesto que corrrespondía a una realidad social no controvertida; por ejemplo cuando tenia su origen en la sumisión del derrotado ante el enemigo victorioso. Tampoco sería correcto dar calificación de injusta a la desproporción entre la calidad de vida de los nobles y los plebeyos. Como lo desarrolla Piketty en su reciente libro, toda sociedad ha tenido una justificación ideológica para las desigualdades.
Algo similar pasa al exagerar con movimientos como el ‘@me.too’ buscando castigos y descalificaciones para situaciones de hace décadas.