En las últimas dos décadas se han presentado y aprobado por lo menos 12 reformas tributarias en el Congreso de la República de Colombia. En marzo del 2021, el gobierno vuelve a la carga con una nueva propuesta. El objetivo, en teoría, es gravar las exenciones del IVA, hacer ajustes en el impuesto a la renta para personas que ganen más de 35 de millones de pesos anual, hacer que pensionados que reciban más de tres salarios mínimos tributen y a su vez hacer devolución del IVA a las familias más pobres, lo cual no es para nada claro. Con esto se buscará recaudar entre 15 y 20 billones de pesos.
Ahora bien, en la práctica el objetivo es el mismo de siempre: recuperar los recursos malgastados y derrochados por parte del gobierno en cosas para nada importantes. A eso se le suma a la alta corrupción que hace hincapié en la necesidad de gravar y gravar con IVA todo lo que este al paso, incluso la canasta familiar, que actualmente está gravada en un 50%.
Esto lo que hará es afectar el bolsillo de millones de colombianos quienes tendrían que pagar más impuestos, ya que muchos más productos de la canasta familiar serían gravados con el IVA del 19%. Al parecer, reformar y reformar la estructura tributaria se ha convertido en el principal mecanismo de captación de recurso para el gobierno.
En Colombia está demostrado que los impuestos regresivos como el IVA generan pobreza y le hacen un gran daño a la economía. En consecuencia, el colombiano cada vez más se verá obligado a solo atender las necesidades básicas, porque contará con menos recursos para pensar en otras necesidades o en bienes de lujo.
En la medida en que los consumidores tengan menor ingreso en sus bolsillos, menor demanda de bienes y servicios habrá, es decir, más oferta que demanda. Una pérdida de equilibrio, que se traduce en el mercado laboral en una pérdida de empleos.
Las reformas de los últimos años solo muestran improvisación o falta de planificación en materia tributaria. En Colombia se pueden obtener mayores recursos de otras formas; claro que sí, a través de la lucha contra la evasión y la elusión, o también a través del sector agropecuario, poner a producir las grandes extensiones de tierras existentes para exportar y dejar de importar tantos alimentos con una moneda tan devaluada a nivel mundial como el peso colombiano.
El país cuenta con recursos naturales de sobra y capital humano suficiente, para incluso apostar adentrarse en el segundo sector económico de la economía (el industrial) para darle un mayor valor agregado a sus productos. Así, se dejaría de recurrir a cargas impositivas de manera recurrente y se generaría mayor dinamización de la economía y mayor generación de empleo.
Es por ello que es incomprensible que la apuesta de los gobiernos de turno, los lleve al facilismo subdesarrollado de subsanar déficits fiscales de una nación, con impuestos y más impuestos. Y sobre todo impuestos regresivos, que afectan duramente la economía.
La corrupción carcome, el derroche mal habido es crónico, el gasto en estrepitosos contratos innecesarios como publicidad es escandaloso y los órganos de control se hacen de la vista gorda con los recursos. Se les pone el ojo a las entidades territoriales, pero no se vigila las contrataciones del gobierno. Nuestra plática se esfuma como aroma de café.