Por fin llovió en el Caribe. Buena parte de la segunda cosecha se salvó, pero de la primera poco. Ahora se temen nuevas inundaciones, y ya Cartagena ha sufrido un par este año.
Si así es ahora, dentro de 25 años se prevé un posible desastre; ver “Figura 13. Escenario de inundación fuerte proyectado al año 2040”, Plan 4C Cartagena de Indias Competitiva y Compatible con el Clima, página 39.
Cartagena enfrenta el reto de su adaptación al cambio climático, y dicho reto exige la existencia de un plan de ordenamiento territorial que sea, a la vez, acertado y realizable.
Desafortunadamente, parece ser que la ciudad no se ha caracterizado por sus aciertos en la formulación de planes que cumplan con esas dos características, hoy más que nunca cruciales para su supervivencia. En un reciente foro realizado por el Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Universidad Tecnológica de Bolívar, la administración distrital anunció un estudio cuya evaluación del cumplimiento del POT calificó como grave y preocupante. Así mismo, representantes de los gremios, la ciudadanía y la academia expresaron elocuentemente la frustración generalizada por el incumplimiento sistemático de los lineamientos y las normas de ordenamiento territorial en Cartagena.
Es el momento de preguntarnos por qué las cosas no suceden como fueron planeadas y reconocer que no podemos seguir haciendo lo mismo de siempre, porque, por lo visto, eso no ha funcionado.
La ciudad no puede perder la oportunidad de examinar en detalle las orientaciones estratégicas de las propuestas de gobierno que los candidatos al Concejo y a la Alcaldía estarán presentándole a la ciudadanía de aquí a un año, cuando ocurran las elecciones, así como la oportunidad de alinear los próximos planes de desarrollo y de ordenamiento territorial con una visión y un acuerdo sobre el futuro de Cartagena que incorpore los intereses y los proyectos de vida de todos los cartageneros.
La academia, las organizaciones sociales y ciudadanas, el sector privado y el sector público cartageneros están hoy en plena capacidad de desplegar acciones complementarias o conjuntas para lograr dicho objetivo. Hoy hay en la ciudad múltiples y variados ejemplos de procesos de planeación participativos exitosos, así como fuentes de conocimiento e información de alta calidad, como los que podrían aportar Visión Cartagena 2020 y los observatorios al Concejo, a la Asamblea y a la contratación, de Funcicar, así como Cartagena Cómo Vamos, la Comisión de Debates de Bolívar, la Alianza de organizaciones Cartagena Propone, la Misión de Observación Electoral MOE, el Laboratorio de Investigación e Innovación en Cultura y Desarrollo, la Cámara de Comercio, el Centro de Pensamiento y Gobernanza de Bolívar, el Programa de Desarrollo y Paz del Canal del Dique, el PNUD local, todas las universidades y centros de investigación, los medios de comunicación, etc., etc., etc., si nos lo proponemos.
Para lograr una planeación de largo y mediano plazo acertada y realizable, es imperativo construirla desde y entre todas las comunidades, desde La Boquilla hasta Boca Grande. Esto va a implicar un cambio profundo en los modelos mentales de una ciudad y un territorio acostumbrados a lidiar con una política cooptada, ante la cual el último recurso ha sido la delegación de la planeación en una élite de técnicos expertos muy bien preparados, pero cuyo excelente trabajo no termina cumpliendo mucho más que con la tramitología formal impuesta por la ley y las exigencias del nivel central de gobierno, sin encontrar una efectiva realización en la práctica. La experiencia reciente de planeación participativa del territorio en Tierrabaja, realizada por la Fundación para la Educación Multidimensional en conjunto con la Asociación de Consejos Comunitarios del Distrito de Cartagena, Arquitectos sin Fronteras y las universidades de Sheffield y Jorge Tadeo Lozano, puede ser un buen ejemplo para diseñar cómo proceder a mayor escala.
Cartagena cuenta con innumerables organizaciones, procesos comunitarios e iniciativas culturales que constituyen un rico y diverso tejido social que la ciudad debería lucir con orgullo en el marco de un proceso de planeación para la adaptación al cambio climático que conecte a la ciudadanía entre sí y a la ciudad con el territorio.
La adaptación al cambio climático no se trata solo de contener las aguas, también se trata de asegurar el alimento, y ello no será posible si Cartagena no se piensa como parte de una región que está atravesando por un crucial proceso de decisión colectiva sobre su modelo de producción agropecuaria y tenencia de la tierra. En ello, los citadinos tendremos que reflexionar profundamente sobre las enormes dificultades que habremos de encontrar para alimentarnos adecuada y sosteniblemente sobre la base de grandes extensiones de monocultivos orientadas hacia la explotación industrial de productos de exportación, o si vamos a aliarnos con nuestros campesinos en la creación de un sistema alimenticio inteligente que funcione para todos.
No hay nada más político que la planeación de un futuro compartido, pero si no comenzamos a renovar nuestros modelos mentales, las decisiones de costumbre seguirán en manos del poder de siempre.