No basta que tengamos que contar a diario la tragedia de los casos positivos y las muertes por coronavirus, sino que, como si no fuera suficiente, ahora tenemos que contar el número de vidas terminadas a causa de las masacres en todo el país.
Samaniego, Llano Verde, Arauca, Cauca, Tumaco, son solo algunos ejemplos de los lugares donde han ocurrido las masacres durante la pandemia.
La ONU señala que solo en 2020 van 33 masacres, 7 por documentar, y seguimos contando.
Los seres humanos convertidos en números: como en el campo los líderes sociales que son asesinados, como en las elecciones los muertos que votan, como en los turnos de los hospitales los pacientes que mueren, como los días que pasan sin que en Colombia dejen de matar.
Los niños y los jóvenes son las mayores víctimas de este horror, porque ni siquiera eligieron a sus gobernantes, pero tienen que padecer su falta de atención, su cinismo, porque nacieron como humanos y hoy son solo un número.
El coronavirus es un virus más en medio de nuestros virus más letales: la indiferencia, el irrespeto por la vida, la falta de amor.
Estamos encerrados en una cuarentena para protegernos de un virus, pero en nuestra sociedad sigue inmersa una pandemia que no acaba.
Contagiarnos de empatía es nuestra única salida.