Contaminación en Medellín: la incompetencia de los alcaldes

Contaminación en Medellín: la incompetencia de los alcaldes

"La alerta roja por la contaminación ya se había producido el año pasado. Este año se volvió a producir por la incompetencia de los alcaldes"

Por: Jairo Andres Parra Guiza
marzo 23, 2017
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Contaminación en Medellín: la incompetencia de los alcaldes
Foto: Archivo eltiempo.com

Solo hasta ayer las autoridades ambientales del Valle de Aburrá anunciaron lo que desde hace ya bastante tiempo se sabía que iba a suceder: los niveles de contaminación del aire alcanzaron un punto tan alto que se hizo necesario decretar la alerta roja. Cualquier persona del común podía darse cuenta que las cosas estaban yendo mal porque desde hace varias semanas las montañas, que son verdes, estaban cubiertas de una nube gris. Hace días además que el aire podía verse turbio cuando uno miraba a lo lejos sobre la ciudad. Eran cosas que cualquier ciudadano podía ver que estaban pasando, pero también varios especialistas y organizaciones gubernamentales y ambientales habían estado advirtiendo sobre los elevados índices de contaminación del aire en Medellín y en los municipios aledaños.

Concretamente, desde el 2014 existe un estudio llevado a cabo por el profesor Elkin Martínez de la Universidad de Antioquia en el que se advierten las causas y las consecuencias de la contaminación del aire en Medellín. El mismo año la Organización Mundial de la Salud ubicó a Medellín –que en otro tiempo fue “la tacita de plata”- como la novena ciudad con más polución en toda Latinoamérica. A finales del año pasado (2016), un informe del IDEAM –basándose en datos recogidos entre el 2011 y 2015- ratificó a Medellín como la ciudad con peor calidad del aire en todo el país. Durante ese tiempo se escribieron por lo menos cincuenta artículos en distintos periódicos, medios informativos y boletines de prensa sobre el tema, algunos de ellos advirtiendo que el paso a la temporada de lluvias -en marzo- era un momento especialmente delicado debido a que las condiciones meteorológicas hacen que el Valle de Aburrá quede “taponado” y que el aire en su interior se vaya envenenando cada vez más. Pero las alertas no solo venían de la opinión pública y de los círculos académicos: en marzo del año pasado ya se había vivido esta misma crisis. Los niveles de contaminación subieron tanto a comienzos de marzo de 2016 que fue necesario prender las alarmas y tomar medidas en el asunto. Uno no se explica como es que el gobernador, el alcalde de Medellín y los alcaldes de los municipios vecinos, teniendo tantos informes y advertencias, vuelven y dejan que la situación se les salga de las manos.

Desde el 28 de febrero de este año, hasta los primeros días del mes de marzo las alarmas en los puntos de medición se habían estado encendiendo periódicamente, pero las decisiones de los alcaldes no pasaron de ser paños de agua tibia para un problema que debería tomarse más en serio, ya que solo el año pasado aumentaron un 20% el numero casos de infecciones pulmonares en el área metropolitana, adicionando además que varios estudios han comprobado que los contaminantes de la polución afectan el crecimiento de los niños, afectan a las mujeres embarazadas, aumentan el riesgo de padecer cáncer de pulmón y contaminan la sangre de quienes la respiran, es decir de todos, porque todos respiramos el mismo aire de la ciudad, incluso los alcaldes. Sin embargo, entre finales de febrero y comienzos de marzo, cuando la crisis ya estaba anunciada, ellos se limitaron únicamente a emitir recomendaciones, más pedagógicas que de otro tipo, las cuales por carecer del temple y el carácter necesarios fueron pasadas por alto por la ciudadanía.

Se habrían podido tomar muchas medidas antes de que las mediciones del aire llegaran al extremo que llegaron ayer. Las medidas que se anunciaron esta semana se habrían podido decretar desde hace varias semanas, sobre todo las que tienen que ver con el uso de carros y motocicletas, pero ninguno de ellos tuvo la entereza suficiente para ponerle orden al asunto. Incluso ayer miércoles, cuando ya las mediciones decían que nos estábamos envenenando con el aire que respiramos, el director del área Metropolitana Eugenio Prieto tuvo la desfachatez de decir que aún no se justifica el pico y placa 24 horas. Claro que él lo dijo basado a su vez en un “Protocolo de Episodios Críticos” que diseñaron el año pasado los alcaldes de los diez municipios que integran el área metropolitana, pero entonces la desfachatez es doble: de ellos y de él.

Además en Medellín y en las poblaciones cercanas existe el problema de que las personas aún tienen la creencia, absurda y pasada de moda, de que andar en carro o en moto es “vivir bien” y de que el transporte público o la caminada es solo para los que no se pueden pagar ese “vivir bien”, de ahí que la mayoría de las personas siga usando el carro y la moto más de los necesario, aunque tengan una nube de humo sobre la cabeza. Esa es una de las razones por las cuales tomar la decisión de restringir el uso de los vehículos resulta tan complicada (aunque son los responsables del 80% de la contaminación del aire), pero ¿cuál es el miedo?: la medida se necesita y tarde o temprano alguien la tendrá que tomar, ¿por qué no tomarla ahora?. Por lo demás, un líder político, si verdaderamente es un líder, debe saber convencer a las sociedades de hacer lo correcto, incluso cuando ellas no quieran o no se sientan inclinadas a hacerlo, y si es necesario debe saber tener los pantalones para tomar las decisiones pertinentes y asumir el costo político de ellas. Pero en Medellín y en los municipios aledaños ni lo uno ni lo otro: ni liderazgo, ni pantalones. Por eso las decisiones no se planificaron ni se tomaron bien, y por eso volvemos a estar en alerta roja por la contaminación, aunque podríamos haberlo evitado. Y es una lástima porque, desde hace casi tres mil años que se escribió el Prometeo Encadenado, se sabe que una de las cosas que nos hace humanos es la capacidad de usar la razón para predecir acontecimientos futuros, tomar precauciones, planificar y prevenir. Eso es parte de lo que nos hace superiores a los animales, mejores que las bestias, pero parece que a los alcaldes de esta parte del país nadie les ha contado eso.

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