Cuando se habla de Colombia no solo se piensa en el descuartizamiento por parte de paramilitares, ni en los atentados perpetrados a oleoductos por parte de las guerrillas, ni mucho menos en los secuestros de antaño o en la exportación del producto más conocido internacionalmente: la coca. Suscitar a Polombia, con P mayúscula, también nos localiza en un paraíso que emana diversidad cultural y riqueza biológica, lleno de playas de ensueño, un aire puro y un metro de combustión diésel, apretujones y atracos en su capital.
Pensar en vacaciones trae a colación a este territorio. Allí muchos de sus habitantes ya han hecho de las experiencias turísticas algo de su diario vivir y en el caso del personaje rural ve en la ciudad la belleza que ya no le brinda el árbol que resguarda a la mirla, o tal vez es su carta de salida al olvido marginal que sufre el campo. De alguna u otra forma no se puede negar que en los territorios municipales hay una cantidad considerable de personas situadas en un desconocimiento de su territorio, al preguntar por una característica individual de su entorno se desconoce hasta los animales y plantas que conviven con él, no se sabe si es por falta de acercamiento al mismo o porque ya no se le brinda el interés que merece, gracias a que todo está mejor allá afuera. Es paradójico que las personas suelen mencionar la belleza de paisajes extranjeros, de nuevas experiencias que han vivido en el exterior o que quieren vivir, pero al hablar de su territorio desconocen una gran cantidad de este.
Al parecer el problema no está que no se sepa de su territorio, sino en que no se quiere saber de él. De igual manera, al desconocer su territorio no va a tener un goce y por ende tampoco va a proteger algo que es inexistente en su concepción de lo propio. Ante ello, cabe la pregunta: ¿cuál es la tarea de los entes gubernamentales ante la construcción de identidad con su territorio?, ¿o solo importa un territorio en cuanto nos produce alguna regalía por parte de una empresa extranjera? Hay que entender que la zona donde crecemos desarrolla una concepción de aprendizaje, haciendo que las palabras, forma de vestir y actuar sean un reflejo de este aspecto, al parecer la globalización y el encierro en redes sociales nos hace cada vez más homogéneos, junto con la falta de sentir por nuestra región hace que perdamos desde palabras hasta hábitos autóctonos, anulando la particularidad de cada región.
¿Qué puede hacer cada uno para promover la protección y construcción de identidad con el territorio? Cada uno de nosotros puede revolcar en la tradición y recuperar por lo menos una palabra que ancestralmente el pariente más viejo usaba, hacerla nuestra, esto sería lo más simple. De ahí en adelante podemos empezar a explorar y hacer pedagogía que haga despertar el sentido de lo nuestro, plasmando con ahínco el conocer lo nuestro para defenderlo.