Consenso como símbolo del unanimismo y la tibieza política

Consenso como símbolo del unanimismo y la tibieza política

"No solo denotan desesperanza y tibieza, sino también ojeriza contra el líder opositor más entrañable y respetado por las bases". Crítica a la Coalición de la Esperanza

Por: César Augusto Patiño Trujillo
junio 30, 2021
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Consenso como símbolo del unanimismo y la tibieza política
Foto: Twitter @DeLaCalleHum

Me he encontrado en YouTube con un personaje supremamente sabio y luminoso, el señor Antonio García Trevijano-Forte, un jurista granadino fallecido en 2018 en la ciudad de Madrid y que denunció en su momento el sistema antidemocrático español, producto del gobierno ilegal de Juan Carlos I de Borbón, quien recibió el poder transferido directamente por el tirano Francisco Franco, dictador por casi 40 años en la madre patria.

Un documental titulado Frente a la gran mentira me ha dado luces para hacer este artículo. Lo he visto muy juiciosamente y me ha dejado realmente atónito, pues, cuando traigo todas estas ideas a la realidad colombiana las logra superar y de lejos.

Uno de los elementos teóricos de este jurista que más me ha llamado la atención es la del consenso. García Trevijano-Forte explica que en España, el consenso político fue una especie de acuerdo entre los partidos políticos para acceder al poder después de la muerte de Franco; incluso los partidos de izquierda, tan perseguidos por el régimen, doblaron rodilla y  accedieron a bajar la cabeza con tal de poder alternarse el poder con las derechas; en otras palabras, se ha dado la solidificación de una oligarquía partidista dentro del Estado, y ese consenso firmado por todas esas organizaciones está en contravía a la democracia, pues, de acuerdo con el pensador español,  consenso y democracia son literalmente opuestos.

Dicho consenso tenía un fin, continuar la dictadura en España por otros medios impidiendo la libertad política, pactando la repartición del poder autoritario con una exclusión explícita de la democracia y una sustitución de esta por prácticas burocráticas que hacen hoy de España una nación supremamente corrupta. La partidocracia empotrada y dueña de la institucionalidad en la península. Una corrupción que se observa desde lo personal y se extiende a lo institucional haciéndose sistemática y convirtiéndose en el único medio que puede permitir la estabilidad de dicha nación.

Si queremos aplicar esta teoría del consenso a Colombia, tendríamos que partir del hábito que este gobierno ha utilizado para criticar a la oposición de politizada y electorera como si pretendieran, ellos, que fueron elegidos en las urnas con ayuda del narcotráfico y la registraduría, desdecir de lo político y la política utilizada legalmente por la macartizada oposición.

Dichos críticos son desnaturalizadores de una actividad propia del sistema democrático como es el hecho de hacer una oposición verdadera a los malos gobiernos, caso específico de Gustavo Petro contra el gobierno que “encabeza” Iván Duque, siendo tachado de polarizador como si la polarización política, producto del debate fuera algo ilegal y en sí misma negativo.

Una especie de demonización de la oposición, postura contraria al consenso que hoy por hoy representan los señores de la Coalición de la Esperanza, cooptados por unas posturas ambiguas y sin sentido, representadas por el señor Sergio Fajardo que, utilizando la táctica de no polarizar, confunde con no oponerse a las aberraciones de un gobierno criminal como el que nos ha tocado sufrir por culpa de la delincuencia, la registraduría, el voto en blanco y el gran amor por las ballenas. Para Fajardo no polarizar es ir en contra de los dos extremos, equiparándolos, como si realmente fueran lo mismo, lo peor es que hay ciudadanos que comulgan con el discurso y lo creen a ojo cerrado.

Todos aquel que se quiera desmarcar de Gustavo Petro, un político en el sentido lato de la palabra, considera que recibirá aplausos si se aúna a ese discurso como es el caso del senador Robledo, hoy por hoy venido a menos, desfigurado, desconocido respecto del hombre de avanzada que acompañé por más de veinte años en las urnas, una figura espectral, una completa decepción.

Al Senador le llegó la enfermedad del fajardismo y hoy por hoy, el líder máximo de Dignidad es mucho más parecido al líder de Compromiso Ciudadano que al original y valiente Jorge Enrique Robledo. Desde 2018, Robledo dejó-de-ser-él y decidió ser-otro.  Es una transferencia voluntaria de las ideas de una parte a la otra. Venció el más zorro y pescó al salmón.

Por otro lado, un Galán, un Cristo, un De la Calle son absorbidos por la tibia timidez política que considera que levantar la voz con contundencia es polarizar, palabra mágica que tiene en su esencia un veneno antipetrista visceral que atraviesa todos los espectros del abanico político, pues, la consigna es ToConPe, “Todos Contra Petro”, ya que, si no hay ideas programáticas sólidas, este acto de macartización será mucho más efectivo y exitoso. Ellos lo saben, Fajardo más que nadie, debido a que, si se enfila un discurso en contra del coco colombiano, el número de votantes será mayor en sus cálculos, aunque creo estar seguro de que el fracaso electoral de esta Coalición está decretado por los impúdicos errores producto de la estigmatización contra el líder de la Colombia Humana.

Los candidatos de la derecha y de la esperanza, cada vez más cercanos ideológicamente hablando, tienen un gran proyecto político, ganar atacando sin conmiseración a Gustavo Petro, echándole en cara errores en su vida pública, como si ellos fueran impolutos y diáfanos, como si un voto en blanco no fuera más que una cuestión de sumas y restas, como si el avistamiento de ballenas fuera más importantes que la salud de la República, como si la excusa de no tener autoridad moral para invitar a votar por la otra opción, caso de De la Calle, no se hubiese visto más que como una simple excusa llena de temor y desgano, e incluso de una contradicción en el entendido que era la opción Petro-Robledo en segunda vuelta, la fórmula defensora de los acuerdos de paz. Incoherencia suprema e irresponsabilidad desafortunada. Miremos cómo estamos a la fecha con los resultados de la implementación de los acuerdos echados al traste con la ayuda de rabones políticos que solo pensaron en sus mezquinos intereses, ¡y se hacen llamar descaradamente Coalición de la Esperanza!

Y todo por querer siempre estar subyugados al consenso, a no querer debatir como debe ser las ideas, y unirse al discurso oficial facilista de bajar el volumen a la polarización, como si la riqueza de las ideas estuviese sentada con base a palmaditas en la espalda, como si hubiesen olvidado la dialéctica, la confrontación racional, las chispas que ellas mismas debían sacar para que nuevas posibilidades pudieran surgir en favor de ideales que buscan gobernar correctamente a una nación. Parecen ser desconocedores del sentido común de la política y de la búsqueda de acceso al poder, creyentes ilusos de que los debates se hacen con sonrisas y comentarios neutrales y no con ideas que chocan producto de las divergentes cosmovisiones que se tienen de país.

Temen a las ideas abiertas y confrontadoras, se irritan cuando se suben los decibeles del debate, se alían en medio del hablar bajito y sonso que no dice nada no solo por el volumen del discurso sino por el contenido caracterizado por la nadería, un lenguajear abstracto, lejano de las realidades y sometido a lo que Fajardo proclama. Es su rey, el gobernante de su coalición, el dueño de sus almas y el timonel que lleva a ninguna parte a dicha coalición que más parece una colisión, porque se han estrellado contra una realidad que ellos desconocen. La Alianza Verde, por ejemplo, cada vez está más enredada y alejada de dicha Coalición de la Esperanza.

Quienes temen confrontar, levantar la voz, acusar con el dedo, son solo mequetrefes que deberían mejor estar en sus casas con un par de pantuflas puestas esperando la puesta definitiva del sol, rumiando años inmensos y aceptando que han dejado de tener vitalidad política y sobre todo que hace rato, mucho, por cierto, dejaron de entender la realidad que embarga a esta nación.

Esos señores de la esperanza no solo denotan desesperanza y tibieza, sino también ojeriza contra el líder opositor más entrañable y respetado por las bases, desconociendo, a pesar de sus protuberantes errores del pasado, y uno que otro del presente, que sin él es imposible vencer al verdadero rival político, al único gran contradictor, el uribismo cerrero y masacrador, la ultraderecha que tiene este país en ascuas, a punto de hacer aguas. Claro está, si en 2018 no tuvieron empacho en dejar al uribismo de nuevo ascender, en 2022 tampoco sería novedoso que lo volvieran a permitir. Ese vicio maluco de repetir errores imperdonables está hasta en las mejores familias.

Creen que manteniendo el statu quo, a partir de la defensa de unas cuantas libertades individuales consagradas en la constitución, y realizando transformaciones tibias y morigeradas van a aportar a la legitimización y recuperación del malhadado Estado social de derecho. Cumplir con mínimos es su consigna, algo es algo, ¡para qué transformaciones de fondo!

Miedosos y tontos si no se han dado cuenta que aquí lo fundamental es recuperar la auténtica democracia, las libertades de la política colectiva, una política que dignifique la vida, una política que devuelva la democracia a las ciudadanías libres, que ofrezca un futuro y para ello se hace necesario un cambio, una transformación radical y revolucionaria, un nuevo statu quo, un rehacer a la patria a partir de la democracia participativa en toda su dimensión. Una Colombia para todos los colombianos y no para pequeñas facciones representadas por los partidos tradicionales, el gobiernismo y la tibieza ensimismada de los diversos fajardismos de la esperanza.

A eso sumemos que muchos líderes de los sindicatos se han unido a esa meliflua, pacata e hipócrita postura de “¡ojo, que nuestro discurso no polarice como el de Petro, para no perder votos!, pero, al contrario, levantemos duro la voz para acusarlo, estigmatizarlo, discriminarlo y asesinarlo moralmente”. Nido de víboras, sepulcros blanqueados es lo que son.

Esas coaliciones, esos partidos políticos no son más que estructuras y órganos dentro del Estado, son instrumentos de un poder avasallador y único; son dos caras de una misma moneda que tienen como fin interferir en las masas a quienes necesitan volver a llevar a la sumisión. La mediocridad es su ADN. Nadie le cree a un Nelson Alarcón que víctima de sus propias entelequias políticas en favor de su jefa la denostadora senadora Angélica Lozano, sale corriendo del país víctima de su propia propaganda política en medio del paro nacional.

Todo lo anterior es producto del peor enemigo de las ideas y de la democracia: el consenso, y ellos, aplaudiéndolo han renunciado a la política, y se han dedicado a utilizar la estratagema de los más tradicionales políticos colombianos. En nada se diferencian por más que le envíen riendazos a este gobierno autocrático y casi dictatorial.

Se han olvidado de los jóvenes de la primera línea. Son tímidos al no apoyarles, aunque es de entenderles el no hacerlo, ya que se quieren mantener muy distantes de la Colombia Humana que ha estado moralmente al lado de los más golpeados del paro nacional. Acercarse a ellos sería poner en peligro su imagen y aún más, el riesgo de que se les mezcle o relaciones accidentalmente con el “insufrible” del Petro que es realmente, el rival a vencer para ellos.

A nadie representa la susodicha coalición, o bueno… sí representa algo (no a alguien): al consenso que deslegitima la oposición verdadera que, al ser opuesta al este, se convierte para ellos, en el rival a vencer, ya que, tener al líder incómodo lanzando a todo un argumento que desbarata su pobreza ideológica es más que incómodo. Si no puedo vencerlo, me uno al discurso oficialista de la deslegitimación, el desprestigio, la mentira, la desinformación, la amenaza, hasta lograr incrustar en la psique de la sociedad a un enemigo peligroso que hay que vencer, así sea, como todos lo saben, una de las más golpeadas víctimas del sistema. Todo, todo…todo por el consenso, la mejor manera de evasión del debate de los reales problemas de esta Macondo.

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