La recesión económica que tenemos y se agudizará con el paso de los meses gracias al auge del coronavirus es una realidad. La educación, no es un sector ajeno a la crisis, aunque ha sabido sostenerse parcialmente gracias a la virtualidad. Digo parcialmente, porque se puede vislumbrar en el futuro cercano un impacto negativo mayor. Los colegios y universidades pueden perder estudiantes en los próximos meses, teniendo como argumento de los padres de familia la reducción de la calidad educativa (lo cual es cierto) e implícitamente, la pérdida de una de las funciones principales de las instituciones educativas públicas y privadas: servirles de guardería para sus hijos.
La afectación que se puede generar a nivel de pensiones para el sector privado y cobertura a nivel público puede ser considerable. Sin duda, esta nueva dinámica de educación es algo que no esperábamos ni estudiantes, ni profesores, ni alumnos. Precisamente, lo que está pasando no es culpa de ninguno de nosotros, es solamente una ventana de oportunidad de la que obligatoriamente debemos aprender.
Lo primero que debemos aceptar es que una simulación de clase presencial en un marco de virtualidad como lo estamos haciendo no es educación virtual. Por el contrario, podemos trasladar todos los vicios de la formación tradicional a un escenario completamente alternativo que intentaba ser diferente y que por eso, era atractivo para un nicho de estudiantes.
La educación virtual por excelencia es asincrónica, por ende no es necesario tener un profesor que esté llamando a lista todos los días o que esté exigiendo que los estudiantes tengan puesta la camiseta del colegio e implícitamente los pantalones de la pijama al momento de la conexión. Por esta misma razón, una clase de dos o tres horas en un contexto de virtualidad y economía de la atención, es una decisión inadecuada. Aceptémoslo, un estudiante de primaria o bachillerato no está en obligación, ni tiene el deseo de escuchar a un señor(a) por más de 15 minutos. No lo hace desde la presencialidad, menos lo va a hacer desde un computador en su casa.
En este orden de ideas, la figura del profesor catedrático debe ser reemplazada por la del profesor tutor. Por ende, se pueden realizar encuentros sincrónicos cortos, concisos y efectivos que no rebasen los 20 minutos de explicación si lo que se está trabajando es un tema teórico o conceptual. Si se va a realizar un encuentro más extenso, es menester generar una sensación de comunidad y conversación. Esta faceta debe estar por encima de un ambiente de salón de clases tradicional, porque para esos se utilizaban antes plataformas como Meet, Zoom o cualquier otra aplicación de reuniones.
La clase entonces, se debe convertir en un escenario de discusión donde todos puedan intervenir sobre la base de lo visto en un vídeo, leído en un texto, o escuchado en un Podcast que gravó el profesor previamente, solo por nominar algunos ejemplos. Si algo es inherente a los maestros es la creatividad y la cantidad de recursos casi ilimitados que internet nos ofrece. Así pues, la reflexión no va hacia la exclusivamente hacia la metodología, va hacia dejar la resistencia y saber que no podemos adaptar el mundo a nuestra comodidad, nosotros debemos adaptarnos a los cambios que nos propone el mundo.
Los desafíos que yo veo van hacia dos aristas: la primera es romper con la creencia de que nuestros jóvenes y niños son nativos digitales. Nuestros estudiantes son nativos de redes sociales y juegos de vídeo en línea, pero todavía no están acostumbrados a aprender por internet y en nuestra coyuntura es perentorio empezar a construir en ellos esa cultura. Lo segundo es como vamos a evaluar; es injusto e incluso, inhumano con nosotros mismos calificar más de 100 entregas de estudiantes semana a semana. Pero tampoco es oportuno dejar de lado esta etapa tan importante en el proceso educativo.
Freddy Vega, fundador de Platzi, empresa dedicada a la formación virtual para el trabajo en campos de tecnología, marketing y creación de contenido sugiere dos acciones para afrontar nuestra nueva faceta de profesores virtuales:
- Deja ir el micromanejo: si antes tenías un monitor en tu salón, utiliza más estudiantes. Que el 20% del salón que se destaca apalanque el otro 80% a través de la mentoría, el asesoramiento y grupos de trabajo. Reitero, se deben fortalecer los vínculos de comunidad.
- Si puedes, invierte un poco más en Hardware: Compra un micrófono, una cámara que le anexes a tu computador (sitúala a la altura de los ojos), busca una buena conexión a internet para que la experiencia de clase no sea tan frustrante para los estudiantes. Es básico, pero efectivo.
Para concluir, soy consciente de que el momento que estamos pasando como docentes no es fácil. Sé del deseo inminente de muchos colegas de construir clases cada vez mejores y de las barreras que algunos directivos e incluso el mismo gobierno anteponen a la innovación educativa. Como agravante, la ausencia de resiliencia por parte de algunos docentes que han dado clase de la misma manera toda la vida y padres de familia que solo se dedican a criticar y deslegitimar nuestra gestión (pero poco aportan) son un gran enemigo para el devenir del sistema educativo. Un sistema que nos está pidiendo de hace rato que cambiemos para mejorar.