Un 24 de febrero hace 50 años, un puñado de indígenas soñadores desde muy temprano se alistaron para acudir a una reunión programada en la cabecera municipal de Toribío, al norte del Cauca, a la que asistirían comunidades campesinas, indígenas y de otros sectores sociales que habían iniciado la lucha por la tierra. Trino Morales, Javier Calambas y Julio Tunubalá se dirigían desde el municipio de Silvia, mientras que Francisco Jembuel, con más de 30 comuneros, emprendía la marcha desde Jambaló; don Gustavo Ulchur lo hacía desde Ambaló; Manuel Transito Sánchez, desde Totoró; Gustavo Mejía, con integrantes del Frente Social Agrario, y el padre Pedro León Rodriguez se desplazaban desde Corinto. Y lo propio hacía Juan Gregorio Palechor desde el sur del cauca; Jairo Gamboa, desde el norte; mientras que otros lo hicieron desde Tierradentro. Cuentan quienes allí estuvieron que hacia el mediodía se contaba con una cifra superior a las dos mil personas.
Ese día los indígenas, luego de analizar diferentes dificultades que tenían, especialmente en la zona norte del Cauca, consideraron que sus comunidades tenían muchas particularidades entre ellas la de su vida comunitaria agrupados en resguardos, su idioma y gobierno propio, y que por lo tanto era necesario organizarse, pero teniendo en cuenta las diferencias que tenían con otros sectores sociales del país. Por estas razones, en horas de la tarde decidieron conformar el Consejo Regional Indígena del Cauca, nombrando como su primer presidente al comunero Manuel Tránsito Sánchez del resguardo de Totoró. Había nacido la más grande organización indígena del orden regional, nacional e internacional, convertida en un ejemplo de unidad para el resto de la sociedad colombiana.
La reacción de los terratenientes, políticos y el gobierno no se hizo esperar. A los pocos días, los cabildos de Toribío, Tacueyó y San Francisco fueron detenidos y llevados a la Tercera Brigada del Ejército Nacional en la ciudad de Cali acusados de subversión, mientras que los integrantes del comité ejecutivo debieron replegarse hacia otras regiones para evitar su detención y en el peor de los casos ser asesinados por grupos de pájaros que poseían los grandes propietarios de tierra. Por estas razones, este primer comité ejecutivo no pudo cumplir con las tareas encomendadas y fue preciso convocar una nueva asamblea el 6 de septiembre del mismo año en la vereda la Susana del resguardo de Tacueyó, municipio de Toribío.
Allí se aprobó un programa de lucha de siete puntos en los que se contempla la recuperación de tierra, el fortalecimiento de los cabildos, la ampliación de los resguardos, el no pago de terrajes, el conocimiento de las leyes y la exigencia de su aplicación, la defensa de la historia, la lengua y la cultura, así como la formación de profesores bilingües para que enseñen en su propio idioma. También se nombró un nuevo comité ejecutivo integrado por Julio Tunubalá, Trino Morales y Juan Gregorio Palechor, entre otros, que inició de inmediato la puesta en práctica de esos puntos trazados que aún se mantienen vigentes.
Vendría en julio de 1973 la tercera asamblea que, aunque fue programada para la zona de Tierradentro, debió adelantarse en Silvia por presiones de las autoridades civiles y religiosas de esos tiempos. Fue en esa asamblea que la naciente organización se daba a conocer a la opinión pública y por eso algunas revistas de circulación nacional titulaban “cuatro siglos después, los indígenas claman por su antiguo reino”. Este hecho despertó nuevos odios contra el movimiento indígena, tanto por terratenientes como el gobierno y por lo tanto no cesaron las intimidaciones, las detenciones ilegales de la dirigencia y posteriormente el asesinato de uno de sus principales dirigentes: Gustavo Mejía.
Pero esos no han sido los únicos inconvenientes, porque también los han tenido con los grupos armados ilegales y uno de los primeros hechos fue el asesinato de siete comuneros en el resguardo de Munche y Tigres, municipio de Santander de Qulichao; el de Avelino Ul en Toribío, al igual que el de Cristobal Secue por parte de las Farc; la muerte violenta de Ramón Tote a manos del M-19; la masacre del Nilo por la Policía; el narcotráfico y los paramilitares; la muerte de comuneros que reclamaban las tierras de López adentro en acción perpetrada por la Policía o la masacre del Naya con intervención del Ejército Nacional y las Autodefensas Unidas de Colombia. Sería larga la lista de nativos que entregaron su vida por sacar adelante ese programa de lucha y defender los ideales de unidad, tierra, cultura y autonomía.
Ese programa que sigue vigente incorporó luego el fortalecimiento de las empresas económicas comunitarias, la defensa de los espacios de vida o lo que otros llaman los recursos naturales y finalmente la defensa de la familia. Puntos con los cuales han logrado la recuperación de miles de hectáreas de tierra, el paso de diez cabildos que fundaron el CRIC 127 a esta fecha, la ampliación y creación de nuevos resguardos, el reconocimiento de sus autoridades tradicionales, la aprobación de nuevas leyes, la puesta en marcha de una educación y salud propia pasando de escuelitas a instituciones educativas y llegar a Universidad Autónoma Indígena Intercultural, partir de un pequeño programa de salud hasta constituir la Asociación Indígena del Cauca como empresa prestadora de servicios de salud, crear muchas tiendas comunitarias y poseer la Cooperativa Indígena del Cauca, una Guardia Indígena fortalecida y empoderada como ejemplo que se puede vivir en paz sin tener que recurrir al uso de las armas.
Hoy en el territorio Kwet Kina, municipio de Caldono, al norte del Cauca, son miles de indígenas que se concentran desde el pasado domingo para conmemorar estos 50 años de existencia mostrando los principales acontecimientos en las cinco décadas y una tarima central donde se adelantan actos académicos y culturales con la muestra de todas sus expresiones artísticas y sus sabidurías. Pero no llegaron con las manos vacías. Lo hicieron con sus líneas del tiempo plasmadas en grandes pancartas, con productos agropecuarios transformados, con sus artesanías como la mochila o el sombrero más grande del mundo, con muestras de sus avances en la elaboración de medicamentos incluido el preventivo del coronavirus, pero, lo más importante, vinieron con todas las energías para marcar el camino que deberán tomar las nuevas generaciones
Como en otros años, hoy se brinda con bebida tradicional, con una gran torta y con muchísimos aplausos para recordar a los mayores que hicieron posible la cristalización de este sueño para luego retornar a las parcelas evaluar lo que ha pasado en estas cinco décadas y preparar propuestas para el próximo congreso regional a realizarse a mediados de este año. Para todos los indígenas queda claro que serán muchos años más por luchar, por resistir, y por mantener la consigna de que el caminar será hasta que se apague el sol...