En el último mes visité nuevamente varios municipios de Antioquia y algunos barrios de Medellín con el propósito de realizar talleres y charlas sobre el proceso de paz, los acuerdos y el próximo plebiscito. El público ha sido variado y heterogéneo: jóvenes, empresarios, funcionarios públicos, estudiantes, académicos, hombres, mujeres…ciudadanos. Como docente universitario por muchos años y como expositor considero que el orador tiene la gran responsabilidad de poner el tono y de definir el alcance de las discusiones. Salvo algunas excepciones, cuando ese tono es respetuoso y el discurso estructurado, las charlas y los talleres, sin importar el tema, suelen ser espacios donde predomina el diálogo y el respeto, aun cuando las diferencias entre los mismos participantes o con el orador sean profundas. Hasta este momento, diez días antes del Plebiscito, puedo decir que la grosería, la ramplonería, la descalificación y el señalamiento no se han hecho presentes en ninguno de estos encuentros.
En las reuniones, no obstante, se pueden observar algunos patrones frente a los temas del acuerdo, según sea la ubicación geográfica, el perfil de los participantes y el grado de conocimiento del mismo. En las primeras charlas, por ejemplo, cuando todavía el mecanismo de verificación no se había comunicado efectivamente y antes de las decisiones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la audiencia preguntaba o manifestaba temor acerca de la no entrega de armas y del significado y alcance del término “dejación” (vs. entrega): “¿Las Farc van a seguir armadas, libres y legales?”. Con el tiempo, con las contundentes explicaciones dadas por los generales Mejía y Flórez acerca del papel de nuestras Fuerzas Militares en el fin de las Farc y con la presencia y los ojos de la comunidad internacional sobre el punto de Terminación del Conflicto, el tema aparece muy poco.
En las charlas y talleres dictados en municipios por fuera de la ciudad capital, los asistentes suelen interesarse por los acuerdos de Desarrollo Rural Integral (Punto 1) y de Solución de Drogas Ilícitas (Punto 4), en temas relacionados con la inversión y transformación del campo y la sustitución de cultivos. Mientras tanto en algunos barrios de Medellín, el punto 1 solo aparece esporádicamente y, por lo general, alrededor de asuntos como el Fondo de Tierras y la pregunta por la amenazante expropiación. En este último punto, muchos rostros serios y miradas desconfiadas se relajan cuando se les hace ver que el acuerdo en temas de expropiación retoma lo dicho por la Ley 200 de 1936 y por la Constitución de 1991, que no son propiamente de autoría de las Farc, y por lo tanto, no representan ningún nuevo orden jurídico o político.
El tema de participación política (Punto 2)
suele ser “popular” en todos los públicos,
con especial énfasis en los jóvenes
El tema de participación política (Punto 2) suele ser “popular” en todos los públicos, con especial énfasis en los jóvenes. El paso de la ilegalidad a la política es complejo de entender y normalmente, para lograr bajar algo de la tensión, requiere de la presentación de un contexto histórico y del análisis de otros procesos de paz en el mundo con sus consecuencias políticas. En Medellín la discusión del punto 2 normalmente va acompañada de la advertencia sobre la entrega del país a las Farc y de la posible llegada del castrochavismo. Ante la revisión numérica de la participación parlamentaria que tendrán las Farc (5 % en el Senado y máximo un 12 % en la Cámara, minoritaria desde cualquier punto de vista) y al confrontar su situación con la de un partido político que tiene 7 millones de votos en presidenciales, 20 senadores, 19 representantes, alcaldes, diputados y concejales por todo el país y que sigue siendo minoritario, surge siempre el argumento de la plata y la posibilidad de compra de votos. La guerrilla más odiada de la historia, con presencia en zonas rurales distantes y poco habitadas, bajo el escrutinio de la institucionalidad, la comunidad internacional y la ciudadanía actuando en un sistema cerrado, centralista y conservador tiene en realidad muy pocas posibilidades de tomarse el poder político (así tenga plata). Ahora bien, tendrá el derecho a intentarlo dentro de la Constitución y la Ley y eso, que hace parte del fondo de la negociación, ya es demasiado para algunos.
Otro punto frente al que la mayoría de la gente tiene diversas opiniones es el de Víctimas y Justicia Especial (Punto 5). Al respecto, los estratos altos suelen estar más interesados (indignados) por el asunto de justicia transicional y las penas alternativas, mientras en los estratos más bajos y en la ruralidad los temas de víctimas, verdad, reparación y no repetición generan más interés.
A diferencia de las redes sociales en las que abunda la grosería y la agresividad y en las que es complejo caracterizar a los participantes del debate virtual, en las reuniones presenciales se logra construir consensos sobre las formas, normas y el tono del debate y se logra entender la situación de la gente, sus anhelos, sus miedos y sus preocupaciones. Yo no creo que el proceso de paz haya generado nuevas fracturas en nuestra sociedad. Creo que ha desenmascarado y quizá profundizado fracturas históricas que pasan por el territorio, la edad y la clase social. Nos falta conocernos mucho más. Nos falta recorrer nuestras ciudades y nuestro país para poder reconocernos. Quién sabe, quizás este proceso, el de los colombianos acá en el país, no el del Gobierno y las Farc allá en La Habana, sirva para impulsar el verdadero reto que viene con la construcción de paz y nos otorgue la oportunidad de convivir plenamente y con alegría en la diferencia. Sí, se puede.