El historiador británico Paul Preston manifestaba que "quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores". La historia de Colombia, durante los últimos 60 años, estuvo signada por el flagelo de la violencia, con un alto costo de victimas que asciende a cerca de 8.5 millones de colombianos.
El respaldo ciudadano a la firma de los acuerdos para la terminación del conflicto con las Farc no ha contado con el respaldo que se esperaba después de vivir un largo periodo de confrontación armada. Son varias las razones para que el escepticismo persista aún en una gran masa de colombianos, pero en el fondo se nota un gran desconocimiento de la población, especialmente entre los más jóvenes, de los antecedentes históricos que desencadenaron en la violencia política en nuestro país y que tiene sus primeros inicios en el siglo XX, con el enfrentamiento entre simpatizantes del Partidos Liberal y Conservador, que dejó como resultado la muerte de cerca de 300.000 colombianos.
El detonante de este doloroso período fue el magnicidio del caudillo liberal y candidato presidencial Jorge Eliecer Gaitán, el cual desencadenó actos violentos como el conocido Bogotazo. Además, con el surgimiento de las Farc se inició otra etapa del conflicto en Colombia, pero también se abre el camino de la negociación política del conflicto, alcanzado su nivel más alto con el nacimiento de la Unión Patriótica, pero de igual manera se genera el genocidio más grande contra un movimiento político en Colombia con el asesinato de 2 candidatos presidenciales, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y cerca de 5.000 de sus militantes, en una década en la que logro un gran respaldo electoral.
Es un periodo de exterminio contra dirigentes de fuerzas alternativas y de movimientos surgidos de grupos guerrilleros que se desmovilizaron como el M19, EPL, PRT entre otros, así como de prestantes dirigentes y candidatos presidenciales como Luis Carlos Galán. Pero igualmente sufrimos las consecuencias de la arremetida terrorista de organizaciones criminales del narcotráfico, así como el surgimiento de los grupos paramilitares, llevando a cabo masacres, expropiación de tierras, y desalojos provocando el desplazamiento forzado de miles de campesinos indefensos.
En la actualidad avanza, con dificultades pero con firmeza, la implementación de los acuerdos firmados entre el gobierno y la Farc, llegando a la fase de la dejación del 100% de las armas por parte de este grupo alzado en armas, dando un paso importante en el abandono definitivo de la lucha armada e iniciar una nueva etapa desde la acción política legal. Igualmente avanzan los diálogos de paz con el ELN, manifestando, las partes, la disposición de iniciar de inmediato el estudio de las condiciones para acordar un eventual cese bilateral al fuego y de hostilidades.
Los esfuerzos por alcanzar un acuerdo para el fin de este conflicto armado irracional, han sido desde varios gobiernos y con diferentes resultados. Lo más lógico y responsable es que al momento de entrar a respaldar o rechazar lo alcanzado en materia de paz, se debe tener en cuenta las experiencias anteriores, para no entrar en el remolino de los señalamientos y cuestionamientos sin lógica, menos cuando vienen de mandatarios que en ese mismo esfuerzo fueron más lapsos en las concesiones con los grupos armados ilegales, ejemplo la fatídica experiencia del Caguan, período en el que se incrementaron los secuestros, extorsiones, ataques a bases militares y pescas milagrosas en todo el país; el proceso de desmovilización de los grupos paramilitares, cuestionados por no existir reparación a las víctimas, varios desmovilizados continuaron delinquiendo desde las cárceles y la legalización de Jefes del narcotráfico, que se pasaron como Paramilitares.
Las amenazas de hacer trizas o modificar los acuerdos, que desde sectores de la extrema derecha le hacen al procesos de paz con las Farc, si alcanzan la Presidencia de la Republica en el 2018, obliga a que los ciudadanos antes de tomar una decisión equivocada, zanjemos con el pasado de violencia y guerra para no volver a repetir la historia y avanzar en el fortalecimiento de la democracia y los valores democráticos de convivencia pacífica y respeto a los derechos humanos.
Hacer memoria sobre ese doloroso periodo violento, escuchando de viva voz, los dolorosos momentos de quienes vivieron en carne propia los horrores de la guerra, nos permite reflexionar individual y colectivamente sobre el riesgo de volver al pasado y abrir el camino a la instauración, en nuestro país, de un pensamiento totalitario, de violencia y xenofobia, transmitiéndole a las nuevas generaciones la rabia y odios por los desmanes sufridos en medio del conflicto, con las susodichas consecuencias morales, institucionales y materiales; y no repetir esos trágicos episodios con los que hemos vivido durante los últimos 60 años,.
Aspiramos a construir una sociedad reconciliada, tolerante, capaz de convivir en medio de la diferencia, alejada de los odios y deseos de venganza, buscando someter al contrario; que entienda que la historia de nuestro país está regada por ríos de dolor y sangre de inocentes víctimas del conflicto; comprometida con cambiar esta fatídica historia de nuestro país, por una Colombia en paz y reconciliada.