Conocer la contraparte
Opinión

Conocer la contraparte

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abril 16, 2014
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El primer consejo para cualquier negociación es conocer a la contraparte. Si se quiere y con mayor razón, si se piensa en términos de guerra, conocer al enemigo.

Respecto a las conversaciones con las Farc, mucho se escribió al momento de su inicio, pero poco se divulgó la posición de ellos en sus propias palabras.

Por otro lado, las publicaciones de coyuntura que se producen específicamente para el momento, muchas veces tiene más interés cuando son vistas desde la distancia del tiempo.

Oveja Negra publicó en su momento una pequeña recopilación que bajo el título Porqué nos rebelamos contra el Estado Colombiano presenta  los planteamientos de sus más reconocidos dirigentes.

De Simón Trinidad transcribe la defensa que presentó ante el juez estadounidense con motivo de la quinta audiencia de acusación.

De Manuel Marulanda su directriz o resumen de la posición de la agrupación al momento de su aniversario número 30 en 1994.

De Alfonso Cano las “Pautas para la Negociación con el Gobierno de Juan Manuel Santos, últimas palabras cuando ejercía el cargo de Comandante de las Farc.

De Raúl Reyes una minibiografía preparada por Olga Cecilia Vega.

Y de Timochenko el discurso con motivo de la iniciación o más correctamente la proclamación del comienzo de las conversaciones derivadas del 'Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera'.

Interesante no porque contengan planteamientos diferentes de los conocidos.

Por un lado, la caracterización del país como el de una sociedad llena de desigualdades e injusticias; un Estado no solo ineficiente sino corrompido; y una clase dirigente decidida a mantener un statu quo por no importa cuales medios. Es decir, la defensa de la legitimidad de las razones de su lucha (sobre lo cual es difícil no reconocer lo cierto). Por eso para ellos lo central es 'una paz con Justicia Social', haciendo énfasis en lo segundo como condición para lo primero.

Por otro, la visión de  una 'derecha fascista', no solo nacional sino internacional e imperialista (Estados Unidos), que dirige los ataques contra todas las posibilidades y personalidades que podrían propiciar un cambio. Esto lo resumen en la negativa a aceptar la tesis de 'algunas manzanas podridas', pues para ellos existe una especie de conspiración que manipula para que siempre el resultado sea el impedir el avance de la izquierda democrática (por eso la necesidad de la izquierda revolucionaria y armada para enfrentar el 'terrorismo de Estado').

Lo que sí llama la atención y adiciona algo a las proclamas ya conocidas es la poca importancia, o por lo menos la poca mención al contenido de sus propuestas. Queda muy claro que al nivel del discurso, mucho más que una visión de futuro y una proyección de posibles programas, lo que los motiva es la reacción contra lo existente; no se argumenta solamente como una insatisfacción sino como la razón de la rebelión; o incluso como la necesidad de acabar con el sistema y el régimen existente, aún sin saber cual será el que lo remplace.

Pero aún más interesante y coincidente con lo anterior es que en cada uno se explica que fueron sus circunstancias de vida que los llevaron a volverse guerrilleros.

Marulanda por el conocido bombardeo a sus marranos cuando vivían en una comuna auto administrada; Simón Trinidad porque todos sus compañeros del movimiento político Causa Común —parte de la Unión Patriótica— fueron asesinados; Alfonso Cano como fruto de la generación que encontró que la 'guerra fría' era una distracción a la guerra de clases  que vive cada país (que se debe resolver internamente); Raúl Reyes por su condición de representante sindical, objetivo marcado de la guerra sucia; Timochenko porque su posibilidad de estudiar —de graduarse de médico y especializarse en cardiología— no se la ofreció su patria sino el régimen soviético —y en consecuencia se alineó con la filosofía social y política que pregonaba—.

Bien entendido esto, es absurdo, y sobre todo contraproducente, asumir que es por degenerados, por el gusto de ser 'terroristas', por perversos que tomaron las armas y que hoy se encuentran enfrentados al Estado.

Respecto a la tropa misma siempre ha sido claro que en la inmensa mayoría de los casos su ingreso a las filas insurgentes poco tiene  que ver con doctrinas o con idealismo, y que simplemente es una solución de vida para adaptarse al medio que los rodea o conseguir un modo económico de supervivencia. La respuesta a esto se encuentra en las reformas sociales que acaben con ese motivo o estímulo para entrar a la guerrilla.

Pero como con quien se dialoga es con su dirigencia, es bueno entender que a su turno es su trayectoria de vida la que los ha llevado a la situación actual, y quitarles las calificaciones o las condiciones que impedirían dialogar o negociar con ellos (como lo pretenden los uribistas).

Se repite: conocer y entender a la contraparte es el requisito para poder negociar y llegar a acuerdos con ella.

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