Fotos Agencias
Con la llegada del buen tiempo, las compañías de cruceros y los operarios de los ferris alistan sus embarcaciones para uno de los recorridos más típicos del verano boreal europeo. Una ruta únicamente factible en esta época del año, pues el severo invierno escandinavo congelaría de una cualquier placer de los que esta vasta y asombrosa naturaleza ofrece, placeres muchos de ellos no aptos desde luego para quienes padecen de vértigo extremo.
El destino vikingo es fascinante, si lo es ya de por sí para un europeo del sur, ni qué decir tiene para un turista sudamericano. La vieja Europa tiene estos maravillosos contrastes entre pueblos y regiones tan diferentes como lo pueden ser los vikingos nórdicos o los mediterráneos latinos, vidas y personalidades radicalmente opuestas. En el mismo momento que pise tierra noruega empezará a observar en la gente esa herencia de tez tirando a albina, cabellos a dorado, de un pueblo de leyenda que según no pocas fuentes arribaron incluso a tierras del norte de América antes que el propio Colón. Puesto que ahora se trata de hacer el viaje inverso, para llegar a esta maravilla nórdica vía aérea podemos hacerlo desde Londres, a unas dos horas de vuelo, o desde Copenhague, a hora y media del aeropuerto de Stavanger Sola, que también ofrece conexiones directas con Amsterdam, Frankfurt, Roma y París.
Una encuesta realizada por la revista de viajes de National Geographic sobre los lugares declarados Patrimonio de la Humanidad más populares dio a los fiordos noruegos la primera posición. Los cruceros organizados son de por sí una excelente elección, pero no la única. Bergen está considerada como la capital de los fiordos y probablemente la ciudad más bonita de Noruega. La ruta que une a Bergen con Stavanger puede hacerse en un ferry pero no debe desdeñar la posibilidad de recorrer la National Tourist Route Ryfylke, carretera declarada de interés nacional por los paisajes únicos, en cuya hoja de ruta están los desvíos a los principales destinos como son el conocido como fiordo de la luz o Lysefjord, el Púlpito y el Monte Kjerag.
También tenemos otra gran opción si viajamos por nuestra cuenta, volar hasta Oslo y desde allí rentar un carro que nos lleve dirección sur por la carretera panorámica Suleskarvegen y la Carretera de los Fiordos hasta nuestro destino en la parte más meridional de la península escandinava. Los 497 kilómetros que separan Oslo de Stavanger serán una delicia, además las carreteras son muy buenas. Una vez en la terminal marítima de Stavanger se pueden tomar varios barcos de pasajeros a las zona de Ryfylke, viajar a las islas cercanas a Stavanger o poner rumbo a Bergen y disfrutar del esplendor de estas gigantescas huellas glaciares que atraen cada año a miles de turistas de todo el mundo.
En el popular fiordo Lysefjord, con hasta 42 kilómetros de longitud, el agua atraviesa el canal que otrora ocupara el hielo en una vía angosta escoltada por paredes verticales, algunas de hasta un kilómetro de altura, y salientes de roca espectaculares que producen hormigueo de la simple contemplación. Es precisamente en esta vía donde se ubica una de las estampas más conocidas de la zona como es el famoso Púlpito o Preikestolen. A 600 metros sobre el nivel del mar, es de lejos el lugar más visitado y fotografiado del condado de Rogaland. Necesita dos horas para subir hasta arriba y las vistas desde luego no tienen parangón. Pero, a pesar de su popularidad, no es en absoluto el único lugar de estas características que puede visitar en la zona. El monte Kjerag tiene en su ladera norte una caída de 984 metros sobre el nivel del mar, y es junto a la famosa Kjeragbolten, una enorme piedra atrapada entre dos rocas, otro lugar de obligatoria visita. La subida aquí demora una media de dos horas y treinta minutos, por lo que conviene haber desayunado adecuadamente para tener las fuerzas necesarias, pero el esfuerzo sin duda alguna vale la pena.
La cascada de Manafossen requiere una ruta más corta. Su caída libre es de 92 metros, la más grande del condado de Rogaland y la novena más alta de Noruega. Tampoco debe perderse Gloppedalsura, un lugar compuesto de rocas apiladas procedentes de avalanchas, algunas de tamaño considerable. Y no todo el rato tiene que andar entre rocas o montañas legendarias, en el sur de Noruega también se hallan hermosas playas como las de Jaeren, de hecho en esta región es donde se encuentran las playas de arena más largas y atractivas del país hasta el punto que el diario británico The Sunday Times las incluyó en una lista exclusiva a nivel mundial en el sexto lugar.
El placer se extiende a la noche, la vida cultural de la ciudad portuaria de Stavanger, bella y distinta, con las típicas construcciones de los países nórdicos con su casco viejo repleto de casitas y caserones de madera. Próspera merced a ser la capital noruega del petróleo, es a la vez un ejemplo de cómo se debe gestionar desde el punto de vista sostenible una industria. En un país tan juicioso como Noruega los rastros contaminantes brillan por su ausencia en esta perla del Mal del Norte. Lo que sí que abunda e invita a la degustación, es el sabor de los barrios seculares forjados a base de la pesca, no deje de probar su exquisito arenque y las salazones. Noruega no le dejará indiferente.