El mundo no puede ofrecernos lo que no tiene: paz. El mundo siempre ha estado en guerra. Hermanos contra hermanos. El afán de subyugar a los demás, de imponer el propio egoísmo, la gula enferma de poder y la ambición desmedida.
El mundo, con todas sus riquezas y placeres, no satisface el corazón del hombre que fue creado con sed de Infinito. El ser humano solo encontrará descanso en su Creador. Sin el Señor no somos nada ni nadie ni tendremos vida, sino un infierno autocreado por esa prepotencia nuestra que se cree más sabia, más fuerte, más inteligente que el Todopoderoso.
Sin doblar las rodillas pidiendo misericordia nadie alcanzará el perdón y la redención de quien asumió todos nuestros pecados y enfermedades en la Cruz.
En los actuales momentos el mundo no puede siquiera ofrecernos lo que los políticos pregonan día y noche para ganar adeptos: seguridad. Ya no hay lugar seguro ni pacífico en la tierra. El mundo fracasó en su soberbia. Sin embargo, hay un lugar donde sí puedes experimentar paz, seguridad y gozo espiritual: tu corazón. Es el lugar destinado para el encuentro con el Señor.
En tiempos en que el mundo está colapsando a causa del odio, la intolerancia, el miedo, el egoísmo, la envidia y toda clase de oscuridad, Jesús adquirirá todo el protagonismo. Espérenlo. Cuando el mundo fracase, Él triunfará.
Él mismo lo dijo: mi reino no es de este mundo. El mundo y el reinado de Cristo no pueden coexistir, pues van por caminos opuestos. El reino de Cristo es un reino de amor incondicional, de tolerancia, de Luz y Verdad, un reino de paz interior, de esperanza y fraternidad universal. Todos somos hermanos, y aún no comprendemos ni ponemos en práctica la regla de oro: no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti.
Porque con la misma vara que midas serás medido, y conforme a tus obras serás remunerado. Y si juzgaste serás juzgado, y de toda nuestras acciones tenemos que dar cuenta en el momento en que el alma sea separada del cuerpo.
Les puedo asegurar que se aproximan acontecimientos importantes a nivel espiritual y esa prueba terrible y definitiva solo podrá soportarla quien haya hecho a tiempo una auto evaluación humilde y honesta. Sin esa dosis de humildad y un gran arrepentimiento no habrá otra oportunidad. Lo tomas o lo dejas. Es tu decisión.
La humanidad a lo largo de toda la historia ha tenido que aprender lecciones dolorosas y el círculo vicioso continuará hasta que no suceda el despertar espiritual. Los invito a que abran sus corazones al amor incondicional.
Permitan que obre en ustedes la Divina Misericordia. Como pecador yo mismo doblo mis rodillas ante el Señor Jesús. Pido perdón por todos mis errores y torpezas. Pido perdón por todo lo que haya dicho, hecho, escrito pensado u omitido y que de una forma u otra haya afectado a los demás; es decir, a ustedes mis hermanos en Cristo. Los ojos del Señor penetran lo más profundo de nuestros corazones. Delante del Justo Juez nadie podrá decir que no se ha hecho daño a sí mismo y a los demás.
Estamos en el mundo y somos parte del mundo. Es hora de estar en el mundo sin ser parte del mundo. Somos responsables. Claro está que existen individuos con una responsabilidad mayor, pero el día de la prueba, del juicio, no seré justificado si me defiendo culpando a éste, a ésta, a aquéllos. No. Vienen por mí y debo responder.
Cada cual dará cuenta. Cada quien con su propia carga y cruz. Nadie puede ser aceptado en el corazón de Jesús si no suelta primero su orgullo, su soberbia. Permitan que la Sangre del Cordero sin mancha limpie sus corazones del demonio de la soberbia. Por último, será rechazado todo aquel que se avergüenza o se acobarda para proclamar y certificar con sus acciones que el Amado Señor Jesús es Dios en unión con el Padre y el Espíritu Santo. ¡Ven, Señor Jesús! Amén.