Tanta pataleta en el Congreso para que todo quede en olvido social

Tanta pataleta en el Congreso para que todo quede en olvido social

En Pataleta y Olvido (2002) se presentaba cómo el guion era y es el mismo. En el Congreso el espectáculo es con otros actores, pero todo queda en olvido

Por: Jorge Alberto López Ruiz
octubre 07, 2022
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Tanta pataleta en el Congreso para que todo quede en olvido social

El modus operandi está plenamente identificado y con un poco de paciencia y de lectura se puede comprobar su arraigo y amaño: hay un espectáculo que hace parecer que algo “se hace” ante la tribuna. Sin embargo, la solución efectiva y de fondo, meramente transita al olvido social.

Con una publicación con el nombre de Pataleta y Olvido por allá en el año 2002 se presentaba como el guion era (fue) y es el mismo. El mismo espectáculo con otros actores:

“En Colombia periódica y reiterativamente se presentan grandes pataletas de opinión, controversias sobre hechos de fraude, corrupción o casos de decisiones equivocadas e incompetencia administrativa que son flor de un día. Vienen y van de acuerdo con el capricho del parecer público. Capricho que es alimentado en proporción directa al nivel de escándalo y de las explosiones de indignación que puedan llegar a generar. Pasado el boom, pasada la euforia desencadenada por la indignación, los hechos se pierden en el olvido (social) y son enterradas por escándalos de mayor actualidad y con mejores condiciones de generar nuevas y más recientes oleada de excitación pública.

 Existen muchos y variados ejemplos: Redundantes actuaciones del Congreso y de la peculiar manera como se gastan los recursos públicos; ora, los malabares de cierto alto funcionario para obtener una escandalosa jubilación; recientemente, costos, sobrecostos, sobredimensión, deficiencia en diseño o sobornos del Metro o de casi cualquier obra de infraestructura; entre tanto, reclamos por los consabidos sobrecostos de los servicios públicos, que enriquecen odiosamente a unos pocos con la pobreza de muchos; nuevamente, gastos, inversiones y contratos con los cuales el Estado no obtiene lo que paga, pero con los cuales generalmente paga mucho más de lo que obtiene; etc.

 ¿Pero, hasta dónde esa conducta de pataleta y olvido es administrada?

 En el llano colombiano, para poder pasar una manada de reses por caños infestados de pirañas, se sacrifica una vaca flaca. Mientras las pirañas dan cuenta de ella, los vaqueros aprovechan para pasar el resto del ganado reduciendo las posibilidades de daño al resto de la manada.

 Uno podría identificar ese tipo de estrategias de distracción en las grandes pataletas de opinión. La ofuscación del público, de los medios y de la sociedad se identifica con la vaca flaca. En el entretanto, es muy probable que haya algunos ingeniosos vaqueros haciendo pasar por otra parte del río el grueso del ganado.

 La tendencia social al olvido y su inteligente administración conllevan a la reducción de las posibilidades para corregir o sancionar; aunque da pie para que posteriormente se recupere la indignación pasada y se alimente renovada por lo que no se hizo, por un triunfo más de la impunidad o por la incapacidad del sistema para corregir las conductas y actuaciones que dieron pie a los hechos del escándalo. Pero nuevamente, a la pataleta de opinión le sigue el olvido”.

Cada evento espectáculo de malas prácticas que trasciende y es conocido por la opinión pública (precisando que existe una gran variedad y cantidad que no se exponen o sencillamente no se conocen) es una valiosa oportunidad para que los organismos de justicia y control posen ante las cámaras y los medios como adalides del bien, paladines de la lucha contra el mal. Esas poses se quedan en los buenos deseos. Y son meramente la justificación por un gasto que genera resultados que brillan por su ausencia.

Y antes que lluevan rayos y centellas por dicha afirmación los reto a que repasen el conjunto de esos casos espectáculos y comprueben, con historia e  inventario a la mano ¿cuántos?, ¿cuáles y cómo se concluyeron y repararon completamente el daño causado? ¿Cuántos y cuáles han tenido conclusión adecuada con remediación? ¿Cuántas nuevas acciones de control se han implementado que demuestren su efectividad sobre las causas y erradicación definitiva de las malas prácticas?

Esa información no existe. Porque esos resultados no existen.

Muy pocos de esos eventos tienen una solución satisfactoria tanto para su cierre individual (castigo, sanción, recuperación plena de recursos y reparación total de sus efectos) como para incorporar elementos de control que impidan su recurrencia o ingeniosa mutación. Por ello, leemos cómo esas conductas se reproducen y emergen de manera regular hoy como ayer y por la incapacidad de aplicar soluciones, mañana y pasado mañana.

Y el espectáculo se ha arraigado tanto que su cotidiana presencia ya es normal. Efectividad del espectáculo, ineficacia del control y la justicia.

Las ciencias de la información hacen referencia a dos tipos de señales, las débiles y fuertes. Información que es materia prima para la toma de decisiones. Las primeras subyacen en los datos y se requiere un cierto tipo de inteligencia, métodos e instrumentos para descubrirlas.  Las segundas son evidentes por sí mismas.

Las tipologías de malas prácticas han ofrecido a lo largo de décadas información tanto en señales débiles como fuertes. Los sistemas de control, llamados a erradicar las malas prácticas, o al menos a mitigar sus impactos no reconocen, las desdeñan. No actúan en concordancia con ellas.

Existe una seria, grave e importante responsabilidad por no actuar contra los eventos irregulares, dado que existe la información para reducirlos. Pero es más fácil, menos desgastante y más apropiado para la audiencia seguir actuando con careta de indignación en el espectáculo de los casos. Para la posteridad queda la foto y la historia de la pataleta y el olvido social.

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