El bicentenario del Congreso de Cúcuta tiene reunidas a varias autoridades del orden nacional y local en esa región, lo que nos permite tener de presente que la invención de un pueblo, un país, una democracia, no surge de la nada. Ello es producto de la insurrección de algunos e ideas de otros a lo largo de la historia. Pensadores como G. F. Hegel señalaban, por ejemplo, que las instituciones políticas eran propias de cada periodo histórico, otros como Karl Marx iban mas allá, al indicar que las ideas políticas van unidas a los intereses de las clases sociales; de ahí que la historia siempre es el relato de cómo hemos llegado a donde estamos ahora.
Claro ejemplo de ello es Colombia, país que durante su historia (tres siglos como colonia y dos siglos como república) ha adoptado diferentes regímenes y formas de gobierno. En sus 200 años como república ha adoptado ya seis nombres diferentes (Provincias Unidas de la Nueva Granada, Gran Colombia, República de la Nueva Granada, Confederación Granadina, Estados Unidos de Colombia, República de Colombia), y ha tenido diecisiete constituciones; nueve de ellas desde el periodo de 1811 a 1815, llamadas “las constituciones provinciales” (Cundinamarca, Tunja, Antioquia, Cartagena, Pamplona, Socorro, Neiva, Popayán y Mariquita), sin tener presente la constitución de Cádiz (1812), que muchos tratadistas señalan que estuvo vigente en el territorio colombiano. Esto por cuanto se extendía para la nación española y todas sus colonias, y por otro lado, ocho constituciones simétricamente divergentes en el periodo republicano, sancionadas en periodos de marcados paroxismos nacionalistas (1821,1831,1843,1853,1858,1863,1886,1991). Con ello queda demostrado que Colombia es un país que ha experimentado continuos cambios institucionales y políticos.
Aspectos sobre los cuales hay que detenerse a pensar, dado que este año concurren dos eventos importantes para nuestra nación: los 30 años de la Constitución Política de 1991 y el bicentenario del Congreso de Cúcuta. Referente a este último hay que señalar que fue un 6 de octubre de 1821 en Villa del Rosario Cúcuta que se dio uno de los actos fundadores de la república, como lo fue la sanción de la primera constitución republicana, convirtiéndose en uno de los documentos de mayor importancia para la historia colombiana, o por lo menos para su constitucionalismo, la cual tenía grandes pretensiones, como formar un gran Estado con Venezuela, la Nueva Granada, Panamá y Ecuador, deseo del libertador Simón Bolívar que se fue diluyendo con el paso de los años por desacuerdos que permanecerían en el tiempo; documento en el cual también quedaría plasmado el interés de lograr la manumisión de los esclavos, hecho que se lograría materializar solo 30 años después (1852). Además, se implementó un sistema legislativo bicameral sobre quien se depositara el poder de hacer las leyes, facultad absolutamente necesaria para que se manifieste la voluntad del pueblo, ya que se supone allí “se haya representado”.
En suma, la Constitución de Cúcuta de 1821 fue un acontecimiento histórico trascendental para la sociedad colombiana, ya que significa el nacimiento del Estado nacional colombiano, allí se le dio vida jurídica y partida de nacimiento a esta patria. Conviene añadir que no fue un documento perfecto, ya que muchas de sus instituciones viraron a través del tiempo, ejemplo de ello es que las elecciones directas tardaron en llegar, para el caso de los representantes a la Cámara solo fueron posibles desde el año 1855, la del presidente de la república desde 1914, la de los senadores desde el año 1947, la de los alcaldes desde 1988 y la de los gobernadores en 1992.
En conclusión, más que manifestar interés por conmemorar una efeméride, o recordar personajes de los cuales hay sinnúmero de monumentos a lo largo y ancho del país, o anclarnos al pasado, se trata de reconocer, valorar y exaltar la realización de la asamblea nacional constituyente de Villa del Rosario Cúcuta, donde se logró la hazaña de traer a la luz el Estado nacional colombiano, una labor encomiable y ubérrima sobre la que hay que seguir trabajando y en la que se necesita la afluencia tanto de las instituciones del Estado como de todos los ciudadanos, ya que si algo hemos aprendido de la historia colombiana y de la coyuntura actual del país es que el mejor gestor de cambio es la voz del pueblo.