El descuido de la ciencia en el presupuesto público nacional viene de muchas décadas. Sin embargo, en el 2011 la comunidad científica se ilusionó, pues en la reforma constitucional que impulsó el presidente Santos se estableció que el 10% de las regalías que recibe el gobierno por la explotación de minerales se las entregaría al sector de ciencia y tecnología. Se trataba de una inyección de cerca de 1 billón de pesos al sector por año.
No obstante, en lugar de darle esos recursos a la entidad rectora del sector, en su momento Colciencias, para que siguiera promoviendo los proyectos de investigación científica como lo había hecho desde el 68, el gobierno decidió que los proyectos de ciencia que buscarán financiarse a través de ese Fondo debían seguir un proceso cuasi homogéneo al que siguen los proyectos de desarrollo regional (agua potable, construcción de vías…). En ese sentido, en el 2012 el Congreso expidió una ley que reguló la forma para presentar proyectos y obtener fondos de regalías, incluidos los de ciencia, tecnología e innovación. Los resultados de estos 8 años de inversión en ciencia con proyectos de regalías han sido criticados no solo por la comunidad científica sino también por entes de control como la Contraloría.
En ese contexto, recientemente el gobierno presentó ante el Congreso un proyecto de ley que modifica la estructura actual del proceso para acceder a recursos de regalías, incluidos los proyectos de ciencia, tecnología e innovación. Sin embargo, el proyecto de ley no contempla los cambios estructurales que requiere el sector de ciencia, tecnología e innovación para que la investigación científica promueva el desarrollo económico del país.
En efecto, para algunos analistas, haber asimilado la forma de presentar proyectos de ciencia y tecnología con los de desarrollo local es un error porque ni la velocidad ni la distribución de estas dos categorías de proyectos son iguales. A continuación, se presentan las diferencias:
- Velocidad: Para que un proyecto de investigación logre impactar la economía se necesitan años. Un ejemplo de esto es que al final del siglo XIX se conocieron las particularidades de dichas ondas (Maxwell y Hertz), sólo en la mitad del siglo XX se empezaron a considerar usos domésticos como el horno microondas que todos conocemos hoy en día. Por su lado, un proyecto de desarrollo local como la construcción de un puente, tiene efecto inmediato en la posibilidad de los habitantes de moverse de un lado al otro del puente. Su efecto es inmediato.
- Distribución: Hay bienes públicos que todos los ciudadanos deben tener como agua potable o acceso a salud de calidad o también posibilidad de educación básica. En ese sentido, el Estado debe generar estrategias para garantizar una distribución homogénea en todo el territorio. Eso no pasa con la ciencia, hacer investigación en astrofísica por ejemplo se da de manera más eficiente en el desierto de Atacama que en otras partes del mundo. En ese sentido, darle los mismos recursos a todos los rincones del mundo afectaría negativamente la posibilidad de lograr los resultados si se invierte en un lugar como Atacama. Por cuestiones sociales también se dan distribuciones diferentes: En Silicon Valley se producen grandes desarrollos informáticos, debido, en parte, a que los gobernantes de California dieron unas condiciones económicas para incentivar a los ingenieros de sistemas a ubicarse en esa región. Nuevamente acá, lo más inteligente no hubiera sido mandar pequeños recursos a diferentes rincones de la geografía norteamericana.
Lo anterior muestra que mezclar velocidad y distribución entre proyectos científicos y proyectos de inversión local produce resultados negativos tanto para los científicos como para los habitantes de las diferentes regiones, pues no se puede exigir resultados inmediatos a un grupo de investigación ni se puede solicitar que en todos los municipios haya laboratorios especializados para emprender investigación de punta en temas como biotecnología.
Esperamos que, en esta ocasión, los congresistas usen esta oportunidad para crear un mecanismo de seguimiento y control diferente para los proyectos de ciencia y tecnología que dé cuenta de las particularidades en velocidad y distribución en los proyectos de investigación científica. Sin un cambio profundo en estos dos aspectos no lograremos que ese billón de pesos anual para la ciencia logre impactar el aparato productivo del país.