Los análisis nunca son neutros, ni siquiera los que involucran investigaciones científicas. Una persona observa un hecho y lo ve desde su punto de vista, mientras el mismo hecho es observado de manera diametralmente opuesta por otra persona. Aceptar que hay enfoques diferentes es reconocer que en cada análisis hay distorsiones subjetivas. Pero, partir de distorsiones ideológicas para hacer un análisis, es renunciar, de entrada, a tener un abordaje medianamente serio.
Parecería que si uno es de izquierda solo puede ver los hechos de una determinada manera y si es de derecha, deben verse exactamente de la forma opuesta. Cualquier análisis que cruce esas líneas se juzga como una traición a las ideologías de un lado u otro. Pues me resisto a esos esquematismos, me resisto a los análisis prefabricados, me resisto a que uno no pueda ver las cosas desde otras miradas. Quiero ver y juzgar cada acontecimiento como me parezca y no como dicte el dogma político.
Es el caso, por ejemplo, de Venezuela. Cuando Jorge Ramos el periodista de Univisión mostró el video de unos jóvenes en Caracas buscando comida en un carro de basura, las redes sociales de izquierda no se cansaron de recordarle a Ramos que en nuestro país hay hambre en La Guajira y en el Chocó, que de la basura viven miles de personas en nuestros “rellenos” sanitarios. Y es tan verdad una cosa como la otra, aunque no es lo mismo lo que pasa en Venezuela y lo que pasa en Colombia.
Aquí tenemos pobreza y desigualdad, tenemos guerrilla y cultivos de uso ilícito, pero también tenemos democracia, alternación de gobernantes y separación de poderes; en Venezuela los hechos que descubrió el periodista mexicano se deben a la falta de libertad, a la cooptación de los poderes por una cúpula dictatorial que eliminó las posibilidades electorales, cerró medios de comunicación y encarceló a dirigentes opositores.
No es igual lo que pasa en nuestro país, aunque también debemos denunciar injusticias y asesinatos, que lo que se denuncia sobre Nicolás Maduro. Y al analizar la situación de Venezuela y criticarla, no se está negando lo que pasa aquí. No soy partidaria de Trump por querer que se vaya Maduro y quienes así lo señalan hacen, ellos sí, un análisis sesgado e ideologizado.
Otro ejemplo de esta polarización, que no deja hacer análisis serios, es lo ocurrido con el fiscal ante la JEP y su socio Luis Alberto Gil, un par de bandidos que esperaban recibir dos millones de dólares (¡una bicoca!) por dizque interferir en el proceso de extradición de Santrich. Tan pronto vimos al tal Bermeo empaquetándose 40.000 dólares debajo del sobaco, las redes sociales se inundaron de mensajes contra la Fiscalía General de la Nación y su cuestionado jefe Néstor Humberto Martínez.
Muchos decían que era un montaje de NHM que trataba así de acabar con la JEP;
otros, desde la otra orilla, sostenían que esa era la prueba reina
para demostrar que la tal Jurisdicción estaba hecha a la medida de la guerrilla
Muchos decían que era un montaje de NHM que trataba así de acabar con la Jurisdicción Especial para la Paz; otros, desde la otra orilla, sostenían que esa era la prueba reina para demostrar que la tal Jurisdicción estaba hecha a la medida de la guerrilla. Y yo diría: ¡ni una cosa ni otra! Lo que se ha visto y se ha conocido en las audiencias es que realmente se produjo un acto de corrupción que da asco, pero no involucra a toda la JEP, ni da para acabarla; así como cuando se detectó la corrupción en la Corte Constitucional, por las acciones delictivas de algunos de sus miembros, a nadie se le ocurrió que había que cerrar ese alto tribunal.
Se puede encarcelar al señor Gil y a todos sus secuaces sin que se afecte la estructura de la JEP. Cuando llaman a acabarla, como está haciendo Uribe, feliz porque este hecho le cae como anillo al dedo, está aprovechando ideológica y políticamente algo que debe extraerse como un tumor para salvar al cuerpo, no para matarlo. De la misma manera, los que para defender a Santrich y a la JEP demeritan el operativo, pasan por alto la necesidad de combatir la corrupción.
No confundamos análisis con opinión política. Lo de Venezuela es dictadura, lo de Bermeo y Gil es corrupción. Así de simple. Puede que no me guste Trump y tampoco Néstor Humberto, pero para defender ideas no puedo revolver todo y crear una confusión que sólo le sirve a la política, esa sí una actividad prostituida y desprestigiada.