Que no haya lugar a dudas: la invasión de Rusia a Ucrania es el más grave conflicto bélico desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Una Tercera Guerra siempre se esperó venir. Generaciones enteras crecieron con el miedo a la guerra nuclear, y esta paranoia inspiró al cine, la música y la literatura contemporánea.
Es cierto que otros conflictos han explotado aquí y allá a lo largo y ancho del globo terráqueo. Por qué no tienen el mismo impacto, solo lo podrá decir la historia, la cual tiene que ponderar factores de cubrimiento mediático fundamentalmente eurocentrista, o el hecho de que la intervención se hizo por potencias que a la hora de la ley son prácticamente incuestionables. Sea o que fuere, será tema de otro costal.
En este momento el mundo global está presenciando el estallido de la Tercera Guerra Mundial, a menos que se desescale, lo cual querría decir que Vladímir Putin desista de sus objetivos, lo cual parece poco probable teniendo en cuenta quién es él, a qué país representa y en qué delirante proyecto se ha embarcado: nada más y nada menos que la de revivir el otrora Imperio Ruso, locuras que, a la manera de Hitler con su tercer reich, no auguran nada bueno para la humanidad.
Ahora bien, el objetivo de la presente columna, más que sentar posición respecto al mencionado conflicto, es cernir de lo que ello se puede colegir aplicado al contexto electoral colombiano. Y empiezo afirmando lo que sigue: una cosa es ser progresista; otra muy diferente ser romántico comunista de uniones soviéticas disueltas y fracasadas, menos de imperios rusos premodernos.
Una cosa es coincidir con la lucha contra la corrupción en todos sus niveles, coincidir con la ampliación y/o profundización del esquema de derechos fundamentales, coincidir con la lucha por la prioridad ambiental, coincidir con la profundización de la educación como motor del desarrollo nacional, y un largo etcétera. Otra cosa muy diferente es apoyar la lucha de clases, la extinción de la propiedad privada, promover la dictadura del proletariado, y un largo etcétera que implica el comunismo.
Todos sabemos que Estados Unidos han sido un factor de cambio imperialista soterrado a lo largo y ancho del mundo. Es cierto. Nadie lo niega. Ojalá algún día pueda ser juzgado por sus crímenes. No obstante, esto no justifica que los progresistas como por obra de gracia saltemos a apoyar una invasión total a un país soberano como lo es Ucrania, y menos en nombre de otrora imperios del ayer.
Como progresistas nuestro derrotero es la democracia, la profundización de la democracia liberal. No lo contrario.
Países como Corea del Norte, China, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia no son paradigmas de un verdadero progresismo. Todo lo contrario. Son muestra de la inveterada ley que indica que “Los extremos se unen” y son, pues, nada más y nada menos que totalitarismos de izquierda, que nada tienen que ver con el verdadero progresismo.
Pido entonces con la presente al candidato Gustavo Petro y al movimiento Pacto Histórico, así como a los partidos Liberal, Verde, ASI, Polo Democrático y demás, que se pronuncien en cuanto a la invasión a Ucrania en el sentido de condenarla sin vacilación. Los valores democráticos son claros, los principios de la vida y del equilibrio social no admiten zonas grises.
De la respuesta ante la mencionada solicitud depende mi voto por al candidato mencionado, pues si bien soy progresista, no soy para nada romántico de los imperios del ayer, cuyos delirios de reinstauración condujeron a Hitler al Tercer Reich, a la Segunda Guerra Mundial y al Holocausto.
Espero atentamente.