En el mundo de la política (fascinante para algunos, lúgubre para otros y rentable para ciertos personajes) se puede observar un sinfín de estrategias para lograr determinados propósitos: consolidar alianzas políticas, triunfar en las elecciones populares y perpetuarse en el poder.
Cuando el objetivo es ganar los comicios, hay una serie de discursos, mensajes y programas de gobierno que se pueden desarrollar para convencer al elector. Sin embargo, cuando el cargo público (a punto de ser renovado) se encuentra ocupado por un individuo cuyo nivel de popularidad es bajo o increíblemente bajo, es común que aparezca una antigua estrategia muy conocida entre políticos, pero (para sorpresa de algunos) desconocida en buena parte del electorado: “Desasociarse del servidor público saliente”.
La estrategia, palabras más palabras menos, funciona de la siguiente manera:
Supongamos que en los siguientes 10 meses hay elecciones presidenciales y el jefe de Estado actual tiene un nivel de popularidad muy bajo. Políticos y diferentes personajes de la vida nacional manifestarán el deseo de postularse para dicho cargo. Sin embargo, aquellos posibles candidatos del mismo partido político del presidente tendrán varias opciones para enfocar sus discursos iniciales y posterior campaña política. Una de estas opciones es alejarse políticamente del presidente actual (al menos ante las cámaras).
De esta manera, aparecen críticas y comentarios negativos acerca del primer mandatario por parte de los integrantes del mismo partido político. Ejemplo: “El presidente se equivocó, el presidente no cumplió, el presidente se alejó de los lineamientos del partido, se desvió hacia la izquierda política” y así sucesivamente.
La finalidad de esta estrategia es muy clara, se trata de confundir al elector y convencerlo para que elija a un miembro del mismo partido político de gobierno. Precisamente, darle continuidad a una serie de políticas, medidas y malos manejos presupuestales que se han estado llevando a cabo y que han conducido a un fracaso nacional.
Existe la posibilidad de que un integrante del mismo partido político realmente se oponga a la ideología y gobierno del presidente. ¿Cómo podría comprobarse este fenómeno? Muy simple: si se trata de un senador, se puede revisar la manera en que se ha desempeñado legislativamente. Si toda la gestión del senador ha sido siempre a favor del presidente, se podría concluir que “esa nueva enemistad política” no es más que una estrategia electoral. Si, por el contrario, desde un tiempo considerable han existido desencuentros políticos y puede comprobarse una gestión pública independiente, podría decirse que el senador o miembro del partido de gobierno no está de acuerdo con las ideas de la administración central (raras veces eso ocurre).
Otra estrategia que debe ser analizada está relacionada con las reformas o políticas de gobierno. Cuando la reforma es impopular, el partido de gobierno recrea la escena donde le pide al mandatario modificar el cuestionado proyecto. Con este acto, el partido pretende desligarse del presidente. Sin embargo, esta reforma está intrínsecamente relacionada con el partido y refleja como concibe el modelo económico y social del país; es decir, el contenido programático e ideológico puede ser identificado fácilmente.
Es de vital importancia no caer en estas trampas. La responsabilidad de generar un proyecto político renovado está en manos de todos los ciudadanos. Elegir personas del mismo partido de gobierno (incapaz de comprender las crisis presentes) afectará drásticamente la posibilidad de un futuro promisorio para el país.
