Bien se sabe que cuadrar micos para una foto es tarea titánica. No me quiero imaginar lo que es encuadrar los micos que irán al Congreso.
En esta ocasión democrática, tanto derecha como izquierda, han sido cuestionados por sus definiciones frente a esta corporación – y no es que el centro y los otros espectros no estén dentro de la colada más su tibieza los oculta. Así demostramos, otra vez, nuestra incapacidad de llegar a acuerdos.
Todos queremos el mejor acuerdo posible en cualquier negociación en la que nos involucremos. El dilema comienza cuando ese mejor acuerdo posible no cubre las expectativas de todos los interesados. Nos sentimos por fuera y sabemos entonces que nuestros intereses no fueron tomados en cuenta, o por lo menos, eso queremos creer.
Lo que hay detrás de ello es desconfianza. No creemos en nadie. Hemos viciado nuestra confianza social en todos los aspectos. La palabra carece de agencia real, lo que en la práctica conlleva a que los acuerdos nunca se cumplan pues se concuerda solo por asegurar el resultado primario, pero se enajena el pacto una vez éste se ha alcanzado ¿Quién dará entonces el brazo a torcer si presupone que sus intereses no se cumplirán?
Pedirle confianza a la población colombiana es complicado. Han sido siglos de injurias. Pero, como si de relaciones paritarias se tratara, tenemos que hacer el esfuerzo. Cada elección es una oportunidad para esforzarse en creer en los/las otros/as; al mismo tiempo, después de las elecciones se tiene el chance (sin igual por esta vez) de cumplir con lo pactado y respetar los acuerdos.
Esto no nos dará la paz y prosperidad eterna, pero sí mejorará el camino para que nos reconciliemos como sociedad. Un primer voto de confianza hecho realidad sentará el camino para que múltiples espectros se difracten en las muchas ondas que marcarán el camino adecuado para que Colombia pueda por fin dar el siguiente paso.
Quienes no se han sentido representados por las decisiones de sus colectividades, en cualquiera de sus niveles, tienen en sus manos el poder del cambio.
No podemos confiar plenamente, pero podemos dar el voto de confianza una vez más. Si nos quedan mal, ya sabremos qué hacer de tanto que hemos errado.
Si nos quedan bien, bueno, empezamos otro trasegar. Y por supuesto, a quienes les demos nuestra confianza, les ruego, les imploro, les suplico, que por primera vez le den agencia real a todo su discurso, inclusive con las contradicciones que este tenga.
