Cuando se habla de cuál es la mejor película colombiana se piensa casi siempre en filmes como La estrategia del caracol o recientemente en El abrazo de la serpiente. Sin embargo, hay una película que brilla con luz propia y que es una de esas joyas raras del cine colombiano.
El año pasado la cinta dirigida por Jaime Osorio, también conocido por ser el productor de María Llena eres de gracia y La virgen de los sicarios, y protagonizada por la gran Vicky Hernández y por Gustavo Londoño, cumplió 30 años; que pasaron un poco desapercibidos por el confinamiento debido al COVID-19. Curiosamente la trama de la película se desarrolla en un entorno de confinamiento: en el toque de queda general que tuvo el país y la capital de la república por el Bogotazo.
Confesión a Laura es la historia de un hombre a quien el Bogotazo lo coge en la casa de su vecina y tiene que pasar allí algunos días a la espera de que todo se restablezca. El hombre parece llevar una vida normal, pero esta circunstancia ajena a su voluntad, el encierro debido al toque de queda, nos revela que es infeliz con la vida que lleva. Hacia el clímax de la cinta nuestro protagonista decide salir de este encierro obligatorio y aparentemente es asesinado. Pero el hombre no ha muerto y decide aprovechar esta circunstancia para escapar del confinamiento en que se ha convertido su propia vida.
Técnicamente Confesión a Laura también es una cinta magistral. Para sorpresa de muchos, la película no fue rodada en Bogotá debido al cambio del entorno urbanístico que vivía la ciudad a finales de los ochenta. Osorio, entonces, trasladó la producción Cuba y decidió filmar la cinta en La Habana, ciudad congelada en el tiempo, que hace que, junto con el recurso de utilizar trasmisiones radiales de la época, se logre el ambiente histórico perfecto. Esto sumado a las actuaciones magistrales de los protagonistas y únicos personajes de la cinta.
Hay otro aspecto técnico adicional a la ambientación de la película que resulta interesante y es la utilización del material de archivo como soporte para el film. En muchos casos cuando se quiere recrear en una producción audiovisual una época se hace uso del material de archivo sumado e intercalado con el de la propia cinta. Pero en Confesión a Laura esto se hace de otra forma. La película toma el material de archivo para la introducción de la primera escena, como si quisiera hacernos creer que la cinta fue grabada en los años cuarenta, y este empata directamente y de forma muy limpia con el material filmado para la película. Este procedimiento se vuelve hacer al final cuando vemos que el protagonista se pierde entre la urbe y pasamos de nuevo al material de archivo de la época para ser introducidos a los créditos del filme.
Confesión a Laura no es una película como la trepidante Estrategia del caracol. Esta es una película para disfrutar de otra forma: lentamente. Tiene muy pocas escenas de acción a pesar de suceder en el Bogotazo en donde se esperaría mucha más acción y violencia. Confesión a Laura es una película pausada, gradual, que nos va llevando poco a poco por las conversaciones, por los bailes, por las lecturas de Jaime, el protagonista, y su vecina del frente Laura. Esta es la riqueza del filme en el cual un acontecimiento tan importante, como lo fue el Bogotazo, es una excusa para mostrar los deseos y las angustias existenciales, el tedio de una Bogotá provincial y el amor que florece en las circunstancias más inusitadas. Confesión a Laura es una película que opta por introducir una mirada personal, subjetiva y sin concesiones. Se podría decir que es uno de esos pocos casos en que el cine colombiano se convierte en cine de autor.