Conductor de carro y desertor en bici
Opinión

Conductor de carro y desertor en bici

Con tanto trancón en Bogotá resulta más fácil trasportarme en bicicleta. Conducir carro es una verdadera tortura. Me acogí a Tembici y en general me ha ido bien

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octubre 02, 2023
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Las autoridades de Bogotá no quieren mucho a los conductores de vehículos particulares. Nos han clavado ciclorrutas en carriles usurpando la jurisdicción de los carros y, sin obras de infraestructura nuevas, conducir en la capital es una afrenta. Habiendo sido conductor de vehículo, he probado montar en cicla. Llevo varios meses en ello y, con algo de mala conciencia, he aprovechado del espacio que les han quitado a los carros sacándole jugo en bicicleta. Los carros están condenados frente a las ciclas, que pueden llegar mucho más rápido dónde quieran.

Con tanto trancón en Bogotá resulta más fácil trasportarme en bicicleta. Conducir carro en Bogotá se ha convertido en una verdadera tortura. Alguien que viva en la localidad de Usaquén, digamos en Cedritos, que tenga una cita en la 72 con séptima a las 7:30 de la mañana está condenado a salir, a las 6 más tardar. Si lo hace después, a las 6 y media, la séptima, de norte a sur, parece un parqueadero. Llegar a la 140, viniendo de la 147 puede tomar, sin exagerar, media hora. Otros 15 minutos para llegar a la 134, 10 más para llegar a Usaquén y de ahí el calvario para asomarse a la 92 y tomar la circunvalar. Es decir, hora y media e incumplir la cita en la 72. Por eso, como dije, máximo a las 6…

O la cicla…

Pues bien, moviéndome en un rectángulo comprendido entre la 127 y la 26, y entre séptima y la 30, me acogí a Tembici, la empresa de las ciclas de alquiler naranja, azul y rosa, que ahora llaman sistema de bicicletas compartidas. En general me ha ido bien. Se paga la tarifa mensual y un recargo en el caso en que se monte uno en una eléctrica (el pedalazo rinde, talvez, el doble) y, le verdad sea dicha, Bogotá cuenta con una red aceptable de ciclorrutas. Debo decir que he tenido uno que otro tema aburridor con Tembici: llegar a una estación y no encontrar espacio donde dejar la cicla, bien porque nadie ha alquilado una en ese lugar y no hay pedestal donde dejarla, o porque, a veces, los pocos libres que hay están dañados. También me ocurrió una vez que, a las dos cuadras de pedalear se cayó el pedal. Llamar al servicio al cliente es misión casi imposible. Sin embargo, repito, en general, funciona el cuento. El desplazamiento, especialmente en horas pico es, relativo al de los carros, de velocidad supersónica.


Yo, que soy conductor, me siento algo mal al sobrepasar, en la bici, cuadras enteras de vehículos de todas las gamas, atorados, quietos, en la vía paralela a mi ciclorruta


Pienso a veces que el tema de las bicicletas y los vehículos en Bogotá no es una apuesta gana - gana.  Conducir, digamos que por la 11 de norte a sur, entre la 100 y el Centro Andino o por la séptima de la 100 hacia la 94, prácticamente con solo un carril para los carros particulares, es un acto de enorme costo sicológico para los choferes. Yo, que soy conductor, me siento algo mal al sobrepasar, en la bici, cuadras enteras de vehículos de todas las gamas, atorados, quietos, en la vía paralela a mi ciclorruta. Me da algo de pena ajena. Da un poco de grima que se diga que el límite de velocidad en Bogotá es de 50 km, si en horas pico es imposible pasar de 10… También, en contra de los carros particulares, hay hechos inexcusables. Por ejemplo, para construir la estación de bicicletas de Tembici en la calle 93, una vía importante que va de oriente a occidente, especialmente de la 15 hacia abajo, algún genio del distrito autorizó que se levantara el parqueadero de los bípedos en uno de los dos carriles de la vía. El trancón es monumental a cualquier hora. ¿Quién monitorea, quién decide?

En cuanto al recorrido por las ciclorrutas, varias observaciones. Con todo el cuidado, por supuesto, el esfuerzo del pedaleo rinde sus frutos: llegar a tiempo a los compromisos. Hay una red que le permite a uno desplazarse con facilidad en el espacio que mencioné. Hay que cuidarse de motos que circulan por el espacio de las bicis, que debían utilizar las vías de los vehículos. No he visto un solo policía que regule el asunto. Bueno y los domiciliarios con bicicleta con motor, que van a toda. ¿Son bicicletas o motos? Hombres y mujeres, llevando sus paquetes, febriles, aunque las señales de tránsito no son de incumbencia para muchos de ellos. Y lo que es cada vez más frecuente: las patinetas eléctricas o “scooters”. Viajan rapidísimo. En general, adultos jóvenes, mujeres y hombres, en la pose característica, erguida, con los pies en una posición que pareciera de ballet cásico. Ah, y los talleres de bicicletas… Cada diez o quince cuadras, esos servicios ambulantes que se instalan y se levantan en minutos, ofreciendo servicios de despinchadas, reparación de cadenas, frenos, luces… El sector informal absolutamente eficiente, vinculado a la vida diaria de la ciudadanía.

Los fines de semana retomo mi rol de conductor de carro, con mi familia, y vuelvo a las velocidades de trancón contemplando las ciclorrutas paralelas por donde voy yo, con uno que otro ciclista que pasa raudo a mi lado. La movilidad es un desastre y espero el lunes para darle de nuevo a la bici.

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