Conductas reprochables que mueven a derribar mitos
Opinión

Conductas reprochables que mueven a derribar mitos

Cabe preguntarnos inquietos si la ponderada democracia que dicen defender, realmente existe o ha existido alguna vez

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noviembre 27, 2024
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Recuerdo que cuando cursaba el tercer año de primaria, la maestra nos convidaba todas las mañanas a rezar. Niños, repetía, en el mundo hay una guerra, entre los Estados Unidos, país creyente y libre, y la Unión Soviética o Rusia, país comunista y dictatorial. Si llegan a ganar los rusos, toda la humanidad quedará sujeta a sus cadenas. Si en cambio, ganan los Estados Unidos, seremos por siempre cristianos y felices.

Asustados, recitábamos de memoria todo lo que nos pedía. También, en las cartillas y textos de religión, materia de obligatoria aprobación por entonces, exhibían fotografías en las que un devoto feligrés, arrodillado junto a la silla donde se sentaba el padre que lo confesaba, miraba de reojo al grupo de hombres que los rodeaba, todos de barbas largas y vestimenta militar, revolucionarios cubanos, riendo burlonamente de sus creencias.   

El inminente peligro que nos amenazaba. Las series de televisión, en su totalidad estadounidenses, transmitían el mismo mensaje, unas veces disimuladamente y otras de modo abierto. El súper agente 86, que tanto nos hacía reír, se enfrentaba a una organización criminal internacional llamada Caos, cuyos agentes vestían y hablaban como rusos. El mismo guion, mucho más serio, caracterizaba Misión Imposible.

James Bond era el héroe internacional a imitar, mientras integrantes de numerosas sectas evangélicas tocaban a diario nuestras puertas, con una biblia en las manos, intentando ganar nuestras familias. Cuando se hablaba con ellos y se detallaban sus cartillas, se observaba que provenían de los Estados Unidos o eran patrocinados desde allá. Se trataba de una ofensiva política, cultural y religiosa de enormes proporciones.

Casi seis décadas después, tras haber vivido, aprendido, ganado y perdido, resulta fácil concluir cuánto nos engañaron desde niños. A muchos, nunca los suficientes, la vida nos llevó a comprenderlo con más facilidad. Por fortuna, hoy son más numerosos los que abren los ojos. También porque se hacen públicas situaciones que anteriormente se amparaban bajo la reserva. Basta con examinar el asunto en que se vio envuelto el padre De Roux.

Es cierto que han querido manipularlo para otros fines. Pero, con independencia de eso, también revela la existencia de un malévolo espíritu de cuerpo para ocultar verdades. Publicar lo que una oveja mala hizo, además de someterla a un innecesario escarnio, ponía en peligro el prestigio de todo el rebaño. Resultaba más conveniente obrar como los gatos, tapar el sucio con tierra. La sociedad actual ya no acepta esos criterios, exige denunciar y castigar.

Y reprocha además a quienes se inclinan por guardar silencio. O se es decente o no se es, no valen las aguas tintas. Diferentes los montajes premeditados con un propósito bajo contra algunas personas, que se presentan en todos los escenarios, en los que la prudencia y la investigación seria y objetiva deben primar sobre las condenas anticipadas. Lo importante es que ya se perdió el miedo a romper tabúes. Y que no solo ocurre en la iglesia católica.


Lo importante es que ya se perdió el miedo a romper tabúes


En Google se hallan innumerables denuncias de conductas semejantes en las iglesias evangélicas, incluso de los Estados Unidos. Hace poco más de dos años la Convención Bautista del Sur (SBC, por sus siglas en inglés), la mayor congregación protestante de Estados Unidos, publicó un informe contratado con una firma independiente, en el cual se daban a conocer centenares de casos de abusos cometidos por pastores contra mujeres de la congregación.

Respecto de los cuales la actuación de sus superiores fue siempre igual: protegieron o incluso apoyaron a los presuntos abusadores y se negaron a aplicar correctivos con el argumento de que la SBC no podía tomar ninguna medida debido a cómo funciona la iglesia. Otros casos, como el del pastor Robert Morris, líder de una megaiglesia del área de Dallas, son apenas muestra de la numerosa lista de escándalos de esa naturaleza.

El carácter sagrado de muchas cosas se derrumba. Y más mitos se agregan a la lista, como el de los rusos malos y los gringos buenos. Tras la guerra del Vietnam, los brutales golpes militares patrocinados por los Estados Unidos en Latinoamérica y otros continentes, los bombardeos a Serbia, las invasiones a Irak, Afganistán, Siria o Libia, así como el provocador apoyo militar a Taiwán, territorio que oficialmente reconoce como de China, resulta imposible creer más en Washington.

Sin mencionar su participación en el actual genocidio que comete Israel, ni su obsesión por desatar la guerra nuclear bajo el pretexto de salvar a Ucrania, cuya gente en realidad les importa cero. Ni hablar de las tragedias cubana, nicaragüense o venezolana, originadas por sus injustas e inhumanas sanciones. Increíble, como en los años de mi infancia, aún insisten en aterrarnos con los nuevos vientos económicos y políticos que soplan de oriente.

Cabe despertar más, y preguntarnos inquietos si la ponderada democracia que dicen defender, realmente existe o ha existido alguna vez.

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