Colombia importa 9 millones de toneladas por año, más del 80 por ciento de los granos que consumimos como el trigo, el maíz, y la soya. En agricultura, desde hace muchas décadas, el área sembrada se mantiene estancada entre 4 y 5 millones de hectáreas, a pesar de que existe un potencial de llegar a 21 millones de hectáreas.
¿Por qué Colombia no ha sido capaz de ampliar su frontera agrícola? Para el autor de esta nota hay varios factores que explican este fenómeno: uno de ellos es la política de los gobiernos de dedicar los cada vez más escasos recursos para al sector agrícola en subsidios, en vez de proveer ‘bienes públicos’. Un solo producto, el café (que entre otras no es comida) se lleva la ‘tajada del león’. Los productores de comida, y muy especialmente los pequeños agricultores, lo que necesitan es crédito, apoyo tecnológico, y ‘bienes públicos’ como los distritos de riego y las vías de acceso. (El que los campesinos tengan que tener sus tierras al lado de los centros urbanos es un mito propagado por la izquierda retardataria. En Estados Unidos, el ‘granero’ (cornbelt) está localizado a miles de kilómetros de distancia de los grandes centros de consumo como es el corredor Boston – Nueva York – Washington y el corredor San Francisco – Los Ángeles.)
El columnista de Las 2 Orillas, Juan Manuel López, en su artículo del 21 de enero cita a un empresario agrícola y ganadero que afirma:
Colombia no parece haber sido, no es, y difícilmente será esa fuente inagotable de alimentos y esa gran potencia agropecuaria con la que soñamos. Unas tierras increíblemente escarpadas y una topografía muy difícil en la zona Andina, casi un tercio del país en selva amazónica que no se debería o no se puede destruir para transformarlo en tierra agrícola, páramos que están en peligro pero bajo supuesta protección del Estado, laderas selváticas y frágiles, climas complejos como el pacífico chocoano con más de 6000 mm de lluvia al año, unos valles interandinos como la Sabana, o Rionegro, en proceso acelerado de urbanización, todo esto, hace de Colombia un país tan escaso en tierras en proporción a su población…La agricultura colombiana logró abastecer nuestra demanda de comida, y aún en parte lo sigue haciendo. Pero de ahí a competir en el terreno internacional hay mucho trecho. Porque producir en Colombia siempre ha sido difícil. El costo financiero alto, la infraestructura arcaica, las condiciones de seguridad regulares, la presencia o ayuda del Estado mínima, insumos costosos con aranceles caros y una tasa de cambio en los últimos años que hace inviable ser competitivo a nivel internacional.
..preocupa mucho en el documento de la Misión Rural la posibilidad de “forzar” un mejor uso de la tierra para evitar lotes de engorde o especulación con las tierras. Y es que en el mundo no falta la comida, sino los mecanismos para repartirla (o compartirla). En Europa esos sistemas para presionar el uso de la tierra fracasaron por años, cosechando productos innecesarios que luego se pudrían en enormes bodegas y cuyo manejo resultaba aún más costoso. Terminaron en muchos países en un sistema de pagar o subsidiar la no siembra de productos…
Limitar el potencial productivo de la tierra disponible con base en arbitrarias normas de restricción del tamaño de la propiedad privada de la misma, condicionadas por intereses distintos a los de hacer el mejor uso productivo de ésta, es una decisión política cuestionable. Hoy transita por el Congreso una ley que busca, entre otras, modificar la Ley 160 para permitir la explotación de agricultura a gran escala en aquellas zonas del país en donde las inversiones por hectárea son bastante superiores al costo de la tierra. Estos terrenos, cuyos suelos presentan baja fertilidad debido a los elevados niveles de acidez, alta saturación de aluminio, y bajos contenidos de materia orgánica requieren complejos paquetes tecnológicos cuyo costo de inversión es imposible de amortizar en pequeñas extensiones. La izquierda retardataria se ha opuesto de manera irracional al desarrollo empresarial de la altillanura con argumentos falaces, entre ellos que el permitir el desarrollo empresarial va en contravía de los acuerdos en La Habana, como si en Cuba ya de hecho se hubiera firmado en documento prohibiendo la agricultura a gran escala.