Se está armando, o ya se armó, una campaña montada sobre la premisa de la persecución al pueblo guajiro, todo esto a raíz de las últimas noticias relacionadas con la futura condena a Wilmer González.
Esto no es ninguna persecución. De hecho, esto lo que refleja es el resultado de una clase política corrupta, maltrecha y desgastada.
Esa misma clase política que nos ha gobernado en los últimos 20 o 30 años, dirigida por personas que han utilizado su liderazgo y carisma para un solo propósito: enriquecerse.
Nosotros, los guajiros, no podemos ser utilizados como borregos o robots en campañas mediáticas y en redes sociales, actuando cual autómatas sin memoria, ¡por favor! Además, ¿de qué persecución hablan?, ¿acaso les parece poco el estado de postración en el que nos encontramos?, ¿creen ustedes que este desastre administrativo es fruto de la generación espontánea o de una persecución originada por la clase política cachaca?, ¿creen ustedes que la tragedia de nuestro pueblo wayúu es un espejismo?, ¿creen ustedes que la falta de tráfico de agua potable por nuestros acueductos es invento? No, mi gente, déjense de cuentos.
Recuerden que Wilmer, que según la Corte Suprema de Justicia es culpable de más de un delito, fue patrocinado por el movimiento político que más daño le ha hecho al departamento, y que tiene a dos de sus más insignes representantes, ambos exgobernadores, tras las rejas.
Ese mismo grupo político que hoy apoya mayoritariamente a un candidato a la alcaldía de Riohacha y que se ha perpetuado en el poder a través de un relevo generacional descarado, patrocinado por los sufragantes en nuestro departamento que desconocen el voto de opinión y que permiten que estos señoritos se paseen orondos y perfumados por cuanto evento social, comiendo manjares, mientras a nosotros, los simples votantes, nos destinan a comer mierda y a vestir cual pordioseros.
Son tan descarados y cínicos que le meten temas religiosos a sus problemáticas, invocando y pidiendo oraciones y súplicas a Dios, al que muy seguramente, más que agradarlo, lo inquietan, porque poco contento debe estar él cuando voltea su mirada a nuestra península y ve tanta hambre, sed, desigualdad e inseguridad, a pesar de las enormes riquezas que nos dio. Basta mi gente, nuestro voto y opinión tiene que romper las cadenas de esclavitud mental que nos han impuesto por lustros. No nos dejemos utilizar.
Por lo menos, yo rompí la mía, y bastante pesada que era.
* Nota: a todos aquellos que todavía, y muy a pesar de lo expuesto, creen que esto es persecución, saludos les mandó el Puente de Villa Marín.