De cómo el Concurso Nacional de Belleza nos embruteció

De cómo el Concurso Nacional de Belleza nos embruteció

"Colombia es un país de reinados, eso lo podría explicar nuestra vocación machista, el orgullo regional o el espíritu farandulero "

Por: David Fernández
octubre 17, 2016
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De cómo el Concurso Nacional de Belleza nos embruteció

¿A quién le importa si el Concurso de Belleza de Cartagena se celebra en marzo o en noviembre, o el mismo día del festival de la panela o coincide con la fiesta del chorizo y la chinchurria?  Pues a nadie, salvo a RCN, a don Raimundo Angulo y al sastre Alfredo Barraza.   Bueno, sería hasta mejor que lo pusieran en marzo, porque eso le devolvería al 11 de noviembre la majestad de una fecha que no debió identificarse nunca con el oropel que exhibía el evento. Lamentablemente ambos acontecimientos quedaron tan unidos que la frivolidad se tragó la memoria histórica.

El concurso de belleza contribuyó a que no supiéramos con exactitud qué se celebraba el 11 de noviembre, si el homenaje a un santo, el dia del reinado o  la fiesta del carnaval cartagenero.

Colombia es un país de reinados y la explicación de porqué nos gustaba soportar cinco o seis horas de televisión para saber quién  se ganaba la corona lo podría explicar nuestra vocación machista, el orgullo regional o el espíritu farandulero que nos viene acompañando desde que don Cristóbal Colón nos mostró que un espejito sostenido por la mano tenía más poder que el reflejo de un lago o las aguas tranquilas de la bahía.

Pero ese concurso de Belleza tan formal y mojigato también tuvo su lado oscuro. Se hicieron los de la vista gorda con el narcotráfico, que llevó reinas y compró boletas a tutiplén para que el estribillo, esa es, esa es, le rompiera el oído a los jurados de turno. Ignoró a las negras que no participaban desde el principio, las aceptaron tiempo después porque no querían verse como un apartheid caribeño, les empezaron a dar premios de consolación con virreinatos y luego las coronaron en contra de su voluntad. Tuvieron reinas señoritas que no eran señoritas y que luego de un juicio sumario las expulsaron y quedaron como los catones de la moralidad y las buenas costumbres. Prohibieron la participación de candidatas que habían modelado con prendas interiores para catálogos, algo paradójico,  porque las tangas que se ponen las reinas para desfilar son tan igual o peor de sugestivas que los pantis.

Tanto contribuyó el reinado a la llaneza del juicio crítico, que el señor don Raimundo Angulo le pareció divino el nombramiento de Carlos Calero como Cónsul en los EEUU. Solo falta que proponga como próxima candidata al Nobel de Literatura a la señorita Antioquia quien soltó a una pregunta que casualmente hace el mismísimo Carlos Calero la siguiente frase: “Hombre con hombre mujer con mujer del mismo modo y en el sentido contrario”.

@davidconenta1

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