El único artista que a Ricardo Leyva le quedó grande fue Mick Jagger, no porque no pudiera sino porque antes las cosas no se habían dado y después se le adelantaron. Aunque no hay otro artista sobre la faz de la tierra que él no haya puesto a cantar ante miles y miles de personas, su sueño no hecho realidad era poner en el estadio El Campín a los Rolling Stone, la banda más importante del rock en el mundo. Era su maestría como promotor y empresario y la joya preciosa de la corona que ya tiene puesta como rey de los conciertos en Colombia.
Hace un año Ricardo Leyva empezó a planear el concierto de salsa más grande que se he hecho en Bogotá, una plaza donde aquel género estaba engavetado en discos viejos entre anaqueles de coleccionistas y discotecas salseras que son contadas con los dedos de una sola mano. La idea se la sembró el único que podía hacerlo, Andru, el director de la emisora El Sol, quien es el artífice de que la salsa romanticona, vieja y rumbera haya revivido en la fría capital que en cuanto a gusto musical es un revoltijo de todo y de nada.
Cuenta Ricardo Leyva, productor, empresario promotor de conciertos, que el experimentado Dj paisa, salsero por pasión, gusto y ocupación, tenía la idea de celebrar los cinco años de su éxito radial, que dirige desde su inició, con un concierto, de unos cuatro o cinco artistas fáciles de conseguir que sin problema pondría en el parque Simón Bolívar de Bogotá. Un par de días después, Ricardo Leyva pasó por el estadio El Campin, se quedó mirándolo y a la gigante mole de cemento le habló tal como lo hiciera 40 años atrás, “te voy a llenar” le dijo.
Lo siguiente fue llamar a Andru y decirle que los cinco años de la emisora los celebrarían en el Estadio El Campin para unos 22 mil asistentes. Le dio una lista de doce artistas que él quería reunir. El concierto será este 30 de julio con los mejores diez cantantes y grupos de salsa nacionales y extranjeros. Tuvieron que agrandar el aforo porque ya han vendido 42 mil boletas. Otro éxito que lleva la firma de Ricardo Leyva, quien también en julio celebra 40 años ininterrumpidos haciendo conciertos por el mundo entero.
A Ricardo Leyva parece que desde hace unos 15 años no le pasaran los años. Su imagen actual y anterior es una fiel copia. Tiene la misma actitud afanosa, alegre, extrovertida que siempre se le ha visto. Habla de sus hijos y su esposa con la misma pasión con la que habla de su trabajo, que no es otro que poner a cantar artistas para la gente y que empezó, como empiezan las buenas cosas de la vida, sin planearlo.
Leyva, como le dicen algunos de confianza, siempre fue melómano. Le apasiona el rock, pero le gusta el buen pop y la música vieja y romántica. Estudió odontología porque su padre, periodista deportivo, lo obligó a hacerlo. Muy joven se fue para Venezuela y de allá, trabajando para una compañía de discos, copió una sección que hacían en el periódico El Universal la cual replicó y lideró en el periódico El Tiempo de la familia Santos donde entró a trabajar cuando volvió. Publicaba cada miércoles, en una sección que bautizaron Los triunfadores, cuáles eran las emisoras más escuchadas en la semana y cuáles los artistas que más sonaban. Así nacieron los conteos de fin de semana que las emisoras radiales empezaron a copiar de manera independiente para sus oyentes.
La página firmada por Ricardo Leyva, llena de reseñas e historias de los artistas y su música, que realmente escribía su papá, fue un éxito para los lectores y también lo fue dentro de la industria musical. Todas las emisoras y todos los artistas querían estar ahí. Esa fue la plataforma que hizo reconocido a Ricardo Leyva entre los músicos, quienes no tenían otro mejor espacio para hacer ruido sino aquella página del periódico más importante del país.
Fue hace 40 años cuando el rey vallenato Alfredo Gutiérrez le propuso a Ricardo Leyva usar su influencia dentro de la escena artística y los medios de comunicación para hacer y promocionar una mega fiesta, con él como artista central. Ese primer rumbón por el que cobraron boletería, se hizo en el club militar de Melgar, en el Tolima. Fue un éxito.
Después de Alfredo Gutiérrez, Ricardo Leyva armó más fiestas. Los que siguieron en la lista fueron Celia Cruz, El gran combo de Puerto Rico, Niche, Cuco Valoy, Wilfrido Vargas, Las chicas del can y otros tantos. Leyva pasó de periodista que no escribía a empresario de eventos con los cantantes y grupos que sonaban en la radio.
De los salones, donde cabían mil o dos mil personas, ya creyéndose el cuento de promotor y empresario, Leyva pasó a los conciertos en coliseos y plazas de toros. Montó en el escenario no solo a un artista, sino que ponía una parrilla de tres, cuatro o cinco cantantes. Lo que volvió a hacer desde hace unos años. Se convirtió en el rey de los conciertos y en el único empresario de este tipo de eventos en Colombia. Si alguien quería hacer un concierto tenía que buscarlo.
Fue el empresario de las Ferias de Cali, los conciertos históricos de Cartagena. Recorrió el país con artistas en el costal y nadie lo volvió a bajar de ese bus en el que se montó. Llenar un estadio se convirtió en su reto. Y un día detuvo su carro frente al estadio El Campín de Bogotá, un escenario que nadie se atrevería a hacer. Recuerda que allí, frente a la construcción de la 63, le habló al imponente escenario y le dijo “te voy a llenar”. Lo llenó a reventar con Carlos Vives, con quien recuerda que hizo una gira de 16 estadios en Colombia llenándolos todos. El samario es una de sus maras, cada vez que pone a cantar a Vives, es lleno total.
Hace unos 20 años perdió la cuenta de cuántos conciertos ha hecho. En la lista de artistas que él ha contratado están todos. Solo por mencionar algunos nombres está Vicente Fernández, con quien estrenó el concierto con palcos; Shakira, a quién él, siendo ella primípara en la escena musical, le enseñó a manejar un repertorio, a manejar el escenario y a portarse como una artista de talla mundial; está Luis Miguel, Juan Gabriel, el loco de Charlie García, Raphael, Serrat, Andrea Bochelli. También trabajó por muchos años con Alejandro Saenz, Miguel Bosé y Juan Luis Guerra, a quienes considera grandes amigos; están también en su haber el enorme sir Elton John y el grandioso exBeatle Paul Mc Cartney, quien ha sido uno de los artistas que buscó y buscó hasta lograr ponerlo en Bogotá.
No solo es el rey de los conciertos en Colombia. También ha puesto a cantar a muchos de los mencionados en estadios de América Latina, Estados Unidos y Europa. De los 40 años de carrera trabajó unos 10 desde Miami, donde era el que movía los conciertos para Latinoamérica. Mandaba en las tarimas de Chile, Ecuador, Argentina, Perú, Costa Rica. Otro de sus grandes hitos, que él recuerda con emoción, fue poner a Vicente Fernández en el palacio de los deportes de Madrid y Barcelona con llenos totales.
Cuenta en medio de risas y risotadas que también perdió la cuenta de las veces que ha dicho que el concierto que acaba de hacer es el último que hará y que colgará los guayos de empresario. Pero reconoce y confiesa que, pasándose la mano por el cabello lacio —que es como su muletilla— que tal vez nunca deje de hacer lo que hace, así el oficio le vuelva dar golpes que lo tiran a la lona, como varias le ocurrió.
Leyva dice que frente al riesgo de ser empresario de conciertos tiene las siete vidas del gato; y que al parecer ya las renovó porque se las ha consumido todas una y otra vez. Ha perdido bastante plata con taquillas que no han sido buenas. Ha quedado debiendo una y mil veces. Se ha levantado esas mismas una y mil veces. Cuando la suerte, que juega mucho en este negocio, no estuvo de su lado, endeudado hasta el cuello, ya estaba pensando en el otro concierto. Se decía a sí mismo “con este me recupero”.
Lo bueno, dice Ricardo Leyva desde Medellín, donde está finiquitando detalles del concierto de Viva la Salsa que también replicó en esa ciudad y en Cali, con diez salseros de talla gigante, es que su nombre, que ha construido en estos 40 años, generan credibilidad y confianza en empresarios, managers y artistas, que saben que sus eventos tienen un sello de calidad que solo lo pone él, su empresa y su cara de ‘cucho-joven’ buena onda a la que todos le creen.
Ya no es de los empresarios que corren a vender el carro y a empeñar la casa y la finca para poner a un artista en el escenario. La experiencia le enseñó que para vivir más tranquilo no debía seguir montado en el juego del dinero. Ya no le paga la gana a un artista sobrador así sepa que vende boletas. Ya trabaja más por diversión que por dinero y el trabajar así le ha traído más tiempo para su familia y más tranquilidad.
El Ricardo Leyva de hoy, 40 años después de haber empezado, es más calmado. Busca artistas y eventos que diviertan al público. Ya no se mata con sus colegas, a quienes considera unos buenos hijos, por uno u otro artista. Él ya pasó por esa época. La pelea, humilladera y rogadera a managers que se piden hasta circos e inodoros de oro, ya no le interesan. Además, él ya puso a cantar a todos. Ahora su trabajo es divertir al público y no engordar el bolsillo de artistas pasajeros mientras expone su bolsillo. Va a la fija con eventos de talla como este Viva la salsa que al parecer dará de qué hablar, como todo lo que lleva su sello, el selló del papá de los conciertos, a quien le encanta dar la orden a grito herido “Abran las puertas”.