A una semana de elecciones presidenciales las cartas están jugadas. Todo indica que habrá segunda vuelta con Uribe-Duque y Gustavo Petro. Nada novedoso, si tenemos en cuenta la intención de voto registrado en las encuestas durante estos cinco meses. De tal manera que las apuestas tienen sentido si se mira la segunda vuelta donde Fajardo, Vargas Lleras y De la Calle asumirán un papel decisorio en la elección del presidente de la República. Todo lo anterior en el evento de que las firmas encuestadoras acierten con sus “fotografías”.
Es en este sentido, cuando uno se pone a pensar en la tremenda responsabilidad y en el dilema de los tres candidatos antes mencionados, no tanto de Vargas Lleras, porque al fin y al cabo este hace parte del mismo modelo de desarrollo neoliberal vinculado al gran capital emergente del narcotráfico, uno se pregunta ¿cuáles serán sus posiciones frente a Uribe-Duque y Gustavo Petro?
Es complejo el asunto porque Fajardo y De la Calle se han presentado ante la opinión pública como dos personajes creíbles y honestos que manejan discursos con algunas similitudes, tanto en lo que tiene que ver con al combate a la corrupción como con el compromiso de la defensa e implementación de los Acuerdos de la Habana, además de sus trayectorias en el manejo de los cargos públicos que han ocupado durante su carrera política.
Sin embargo, una cosa es una cosa y otra será ver el comportamiento que asumirán frente al candidato de la Colombia Humana, ya que durante todo el desarrollo de la campaña estuvieron sin querer saber nada de Gustavo Petro, con el argumento de una tercería que estuviera por fuera de los extremos de la polarización; es decir, un centro político que estuviera por fuera de la derecha y de la izquierda, algo así como una posición que estuviera “más allá del bien y del mal”, sin tener en cuenta las grandes contradicciones que desgarran a la sociedad colombiana, por lo cual fallaron en su enfoque político.
Ya es historia patria decir que Gustavo Petro insistió, cuando aún no tenía la intención de voto que tiene hoy en día, ni estaba llenando las plazas públicas como lo hizo hasta hoy 20 de mayo en Barranquilla; digo que insistió en la necesidad de buscar el mecanismo de una consulta para escoger un solo candidato a la primera vuelta, propuesta que fue menospreciada por Fajardo y De la Calle con argumentos que desconocieron no solamente la correlación de fuerzas de la coyuntura sino también, y de qué manera, el clamor popular por la unidad.
No obstante, el candidato de la Colombia Humana continuó solo en su campaña, apelando al sentimiento popular con un discurso que pegó en el blanco de los problemas más sentidos de la gente del común y de las capas medias, arruinadas por el modelo neoliberal de injusticia, corrupción y violencia, remontándose hasta convertirse en el fenómeno político del momento.
Por eso el domingo entrante se va a definir, de una vez por todas, cuál será el comportamiento real y verdadero de las llamadas reservas democráticas en este país. Quiero decir que con el candidato de la Colombia Humana en la segunda vuelta, como seguramente lo va a definir la “encuesta” del domingo, tendremos que recurrir ineludiblemente con Fajardo, De la Calle y con todos los demócratas de este país a la conformación de la concertación democrática para un acuerdo sobre lo fundamental.
No puede ser que el pan se queme en la puerta del horno. El candidato de la Colombia Humana definió los elementos mínimos para la conformación de la concertación democrática, es decir, el compromiso y la voluntad política de llevar adelante las reformas fundamentales que está pidiendo a gritos la conciencia democrática del país. Obviamente los sectores democráticos tendrían que actuar con el mismo criterio en el evento de que uno de los dos, Fajardo o De la Calle, pasara a la segunda vuelta.
Estamos en una hora crucial para las nuevas generaciones. No se trata de vanidades personales egoístas que tiren por la borda las posibilidades reales de cambios pacíficos profundos en esta coyuntura definitiva de la historia colombiana. Existen elementos programáticos comunes y fundamentales en las tres campañas que hacen posible la concreción de la unidad para avanzar en la construcción de la paz, la democracia y la justicia social.
No podemos dejarnos engañar con las mentiras de los que quieren conservar “a sangre y fuego” sus privilegios centenarios. Nunca es más oscuro que una hora antes del amanecer.