El primer interrogante para dilucidar sería: ¿cómo llegamos a la paz?
Sin misterio, sin el ánimo de la controversia, sin posiciones arribistas y trabajando organizados, sin alianzas a conjuntos políticos, única y exclusivamente unidos en torno a la paz. Olvidándonos de que piensa Uribe, Ordóñez, el expresidente Pastrana, Iván Duque o cualquier otro que pretenda hacernos creer que les interesa mucho el bienestar de los colombianos. Este país necesita un cambio y es ahora.
Ya no es a través del discurso que se convence, gústenos o no, dígase lo que se diga de uno u otro lado, hay demasiada oscuridad en todas las actuaciones, pero lo único claro es que todos añoramos la paz. Y cuando hablo de todos es porque esa gran mayoría abstencionista, es decir, aquellos que no votaron ya se están pronunciando en las marchas, implorando que no van más los intereses partidistas y que Colombia necesita la paz. Ahora no falta sino que le pongan talanqueras al proceso con el Eln y acaben con lo ya firmado con las Farc.
Si lo que importa es que esto cambie y si realmente tenemos un objetivo común como la paz, el pueblo, cuya voluntad es un mandato imperativo, debe imponerse a los engaños, a los intereses particulares y partidistas y exigir la paz por sobre todas las cosas. Ya no es hora de rasgarnos las vestiduras, cuando llevamos 52 años sin la solución.
Yo no sé si lo que estoy diciendo sea un hecho pequeño o aparentemente insignificante, porque no represento la voz de ningún medio de comunicación o élite política alguna, o porque lo que estoy expresando no figura en las cabeceras de los diarios, pero de lo que sí estoy seguro es que constituye el deseo general de una población cansada y devastada por la guerra, así no lo quieran reconocer algunos.
No son los del sí o los del no quienes tienen el poder de decisión para legitimar el proceso de paz, son los abstencionistas los verdaderos sujetos del cambio. Muchos podrán intentar hacer fracasar este proceso y no es necesario detenerme sobre el particular, porque ya es ampliamente conocido. Lo que nos debemos preguntar es: ¿qué vamos a hacer mañana y pasado y el otro amanecer? Este es el verdadero desafío.
La línea de actuación de todos, cuyos vértices de opinión deben converger, es la paz. No entremos en el dilema de las definiciones políticas, pues tales divergencias imposibilitan un consenso adecuado y ágil. Concentrémonos en lo realmente importante… la paz.