Nadie se beneficia más por el escándalo de una banda anticristiana que la misma religión, y, en viceversa, nadie se fortalece más por el cuestionamiento religioso que el mismo cuestionado. Los defensores de las buenas costumbres y la buena moral han salido estos días a desgreñarse por la visita de una banda de metal sueca que ostenta el no glorioso título de ser la banda más blasfema de la historia, Marduk. Complejo título entre tantos músicos que han blasfemado contra la religión católica, desde John Lennon y su famosa frase de que los Beatles eran más populares que Jesucristo o las crucifixiones de Madonna y Lady Gaga, hasta los músicos del black metal sueco o noruego. Más blasfemo resulta incluso el cuadro del Sagrado Corazón de Uribe que Paloma Valencia tiene colgado en la sala de su casa.
Desde sus orígenes, el black metal ha estado envuelto en un sinnúmero de actos inmorales e ilegales, como la quema de iglesias y el asesinato, que sumados a sus letras oscuras y anticristianas aumentan el imaginario de este subgénero musical como peligroso. Pero sus letras van más allá de oscurantismos y satanismos. ¿Usted se ha detenido un momento a escuchar las letras de Burzum, Venom, Darkthrone, Immortal, Neurosis Inc o Masacre? o ¿es de los que prefieren escuchar un análisis de los mismos que anuncian que nos vamos a volver como Venezuela o que el país se lo van a entregar a las Farc? No es gratuito que un gran número de jóvenes que escuchan estas bandas tengan preferencia por la historia y la literatura y que sus temas de conversación no giren en torno a las cuatro babies, a los felices los cuatro o a los que les gusta la gasolina. Claro, tampoco es gratuito que otro sinnúmero de jóvenes que escuchan esta música le huyan al jabón, al shampoo y a la crema de dientes y que prefieran emborracharse como si no hubiera un mañana. ¡Es que, al igual que en el Congreso, para todos los gustos hay!
Yo le pregunto: ¿usted a qué le tiene más miedo?, ¿a las botas de los jóvenes colombianos marchando a la frontera con Venezuela o a la de los rockeros que quieren ir a escuchar a sus músicos preferidos? ¿Le teme más a las voces guturales de Alex Oquendo o a las de Paloma Valencia? ¿Le causa mayor escozor las profecías de Satyricon o las del ministro Carrasquilla? ¿Trata de evitar la mirada perdida de Marilyn Manson o de María Fernanda Cabal?
Si queremos avanzar como sociedad, si queremos que el desarrollo llegue a Colombia, debemos dejar de ser un país morrongo. ¿Cuáles buenas costumbres, la de buscar un amigo en las filas de los conciertos o de los bancos, para ver si lo dejan meter? Por cierto, hacer fila ya es una señal de subdesarrollo. ¿Cuál buena moral, la de sentirse indignado por los niños que mueren de hambre en el África, que es la misma que nos hace subirse los ventanales de los carros cuando se nos acercan los niños en los semáforos? ¿Los defensores de las buenas costumbres y la buena moral comprenderán que en vez de celulares también pueden regalar libros o instrumentos musicales a sus hijos, y que en la mayoría de casos estos son mejores regalos?
En música no hay quien se haya envenenado con el cristianismo más que los black metaleros. El black metal existe gracias a los mitos cristianos, han hecho de ellos su mercadeo. En una inversión dialéctica, el black metal es otra faceta del cristianismo: su negación solo reafirma la religión. No es fortuito que los cultos cristianos, no los católicos, en medio de su ritual, dancen como si estuvieran poseídos por cualquier demonio. Si no me cree, haga un ensayo: coloque en su computadora un vídeo de un grupo cristiano danzando y una canción de cualquier banda de black metal a alto volumen. Ese experimento funciona mejor si usted lo hace en una noche, con las luces apagadas, y ojalá la fecha sea un viernes trece de cualquier mes o el 31 de octubre.
Por ello resulta altamente dignificante que el concejal de la familia Marco Fidel Ramírez haya salido como ese defensor de las buenas costumbres y la buena moral. ¡Concejal Ramírez, salve usted la patria! Concejal Ramírez, no importa que al país ya lo hayan visitado las bandas más emblemáticas del thrash, el death, el black, en tiempos donde las controversias no dan votos, ahora es el tiempo de que usted sea nuestro estandarte. Tal vez, dentro de poco, concejal Ramírez, vayamos, usted y yo, a ver las mujeres enjauladas de Cradle of Filth. De hecho, podríamos invitar al exprocurador Ordóñez para que nos unamos en una gran hoguera producida por todos los libros que atenten contra la moral del pueblo colombiano.
