La semana pasada Juan Pablo Ángel estuvo en un entrenamiento del Aston Villa. Los jugadores de la plantilla dejaron todo lo que estaba haciendo para saludar al ídolo. En una encuesta reciente Angelito salió elegido entre los 20 jugadores más importantes en la historia de ese equipo. Cuarenta y ocho goles en cinco temporadas, una conducta intachable. Es, sin duda, el futbolista colombiano más triunfador en la Premiere. Sin embargo, en Colombia siempre se discutió su titularidad en la selección. Como si acá tuviéramos muchas estrellas. Juan Pablo era adorado por sus compañeros. Ángel no solo era calidad, era entrega, sacrificio. Esto se puede ver claramente en el gol con el que el equipo del Chiqui García le ganó en el año 2000 a Chile en Santiago. Recupera una pelota en la esquina rival, se la manda al aire al Tigre Castillo y este va y define de chilena. De los goles más bonitos y menos recordados de una selección Colombia jugando de visitante.
Ángel debutó a los 20 años en una final contra el Medellín en 1995. Un gol suyo le dio una estrella a Nacional cuando Bolillo Gómez era técnico. A muchos les parecía demasiado lindo para ser futbolista. Siempre afirmaron que era medio tronco. Uno de los primeros que creyó en él fue Ramón Díaz quien lo llevó a River en 1998. En Argentina nadie entendía porque se llevaban a un muchacho de 23 años que ni siquiera era titular del Atlético Nacional. A punta de disciplina se ganó un lugar en un River Histórico, el de los cuatro fantásticos. Eran Aimar, Saviola, Burro Ortega y Ángel. Cincuenta goles lo convirtieron en un ídolo de la afición millonaria. No sería temerario decir que en Núñez lo recuerdan más que a Falcao.
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Buena parte del periodismo lo odia porque Ángel no es ningún lagarto
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Cuando se retiró, a los 37 años, lo hizo sin bulla, sin la necesidad de hacer platica en un tibio partido de despedida. Modesto se dedicó a sus negocios y a trabajar dentro del equipo de sus amores, el Nacional. Buena parte del periodismo lo odia porque Ángel no es ningún lagarto. Es una voz que necesita altoparlante, que cuestiona abiertamente las decisiones de los Ardila cuando son equivocadas y que ha cometido la desfachatez de contradecir públicamente a Álvaro González, el hombre que acabó con el fútbol aficionado en Colombia, el conspirador que hizo echar a Pékerman. Periodistas en plena decadencia, como es el caso de César Augusto Londoño, le hicieron, no sé si de manera consciente, el juego a González y le bajaron el pulgar a su hijo, Tomás, el goleador de la Sub-20 antes del suramericano, quien quedó fuera de la convocatoria a pesar de que en los partidos previos había marcado ocho goles. Metieron en su lugar al lamentable Caraballo.
César Augusto, desde el Pulso, se dedicó a alabar a Cárdenas a pesar de ser un técnico tan manipulable que fue capaz de dejar por fuera a Tomás Ángel justamente porque se lo pidieron desde arriba. Yo espero que haya sido presión de un directivo y no un error de criterio. Tomás Ángel ha venido demostrando en Nacional que es, después de John Jader Durán y de Yaser Asprilla, el tercer mejor delantero del país menor de 20 años.
Con razón que Juan Pablo estaba furioso porque le sacaron a Tomás de la selección. Seguramente ni lo llevarán al mundial. Le duele ver cómo la retaliación vino por el lado de su hijo. ¿Qué tiene la culpa Tomás de que la coherencia de su padre le granjee poderosos enemigos?