Se menciona mucho la falta de liderazgo del presidente Duque, el poco protagonismo que se le ve ante los temas que angustian a la gente, lo poco que presenta como líneas de gobierno, etc.
Y hasta ahora se ha hecho más énfasis en su condición de ‘el que dijo Uribe’, asumiendo que es este quien da los lineamientos del gobierno y Duque el mandatario ya no de la Nación sino de el expresidente.
Detrás de esta imagen se puede ver otra realidad.
Si bien es verdad que Duque no parece principal protagonista a nivel de propuestas, programas, o planteamientos ideológicos, la realidad es que con un ‘nadadito de perro’ ha logrado consolidar en sus manos más poder que casi cualquier otro gobernante. Más que mantener debates alrededor de temas públicos, controvertir en el campo político, o dirigirse a la ciudadanía, ha logrado organizar tras bambalinas una concentración de poder como pocos lo han tenido.
Ya se ha destacado como los nombramientos de los órganos de control (Fiscalía, Defensoria del Pueblo, Contraloria, Procuraduría) son en la práctica candidatos propuestos e impuestos por el gobierno.
En el momento esta la expectativa de si logrará también lo que parece ser su propósito de que prospere una candidatura de su ministro Carrasquilla a la cabeza del Banco de la Republica.
Pero en forma menos evidente se puede decir que logró también la adhesión o sumisión de los medios. Alguna persona amiga de la casa del Dr. Eduardo Santos me dijo que él explicaba que la posición de El Tiempo era estar siempre con el poder “manejándolo mientras se pueda, y si no adhiriendo a él”. Tal parece que esa fuera la línea que dejó a sus sucesores cuando tanto Semana como el mismo El Tiempo no solo cambiaron de manos sino también de enfoque periodístico al reorientar la línea política de sus colaboradores, pero manteniendo a los mismos directores (herederos suyos en alguna forma).
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Semana y El Tiempo no solo cambiaron de manos sino también de enfoque periodístico al reorientar la línea política de sus colaboradores, pero manteniendo a los mismos directores
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Lo grave es cuando con pequeñas ‘jugaditas’ se rompe la institucionalidad abusando de esa situación de monopolio del poder.
Como control o contrapeso supondría quedar la Corte Constitucional; sin embargo, su capacidad parece muy poco efectiva ante lo que en algún momento se llamó la tesis de Rudolph Hommes de algo como “fusilen mientras llegue la orden”, es decir la capacidad de dictar medidas que se sabe que se caerán pero que tienen vigencia mientras no se produzca el fallo correspondiente. La emergencia por la pandemia permitió legislar excepcionalmente mediante decretos presidenciales, con 884 declarados exequibles -es decir dentro de la legalidad- pero el resto 20% respondieron a ese principio o ‘jugadita’ de aplicarlos sin depender de la valoración de la Corte.
Más grave aún es lo recién sucedido en Congreso de la República cuando olímpicamente se viola la Ley y su reglamento mediante otra ‘jugadita’ propuesta por el Senador Macías de votar para que no se adelante un determinado debate de control político. Equivale a una dictadura contraria a la Constitución por las mayorías de una Cámara, pero en este caso doblemente grave pues es al servicio de los intereses del gobierno.
Al romper con la tradición y el consenso anterior respecto al nombramiento del director del Banco Interamericano de Desarrollo BID, cuenta con que esa ‘jugadita’ de deslealtad con los gobiernos latinoamericanos sea compensada con el apoyo del elegido -que en alguna forma fue su candidato o él ayudó a imponer.
En fin, el cuadro de lo que se viene parece completo cuando en las recientes apariciones presidenciales aparece el Dr. Duque rodeado del estamento militar, sin presencia siquiera de un civil – ministro o funcionario-. Es esa la costumbre y la necesidad de los autócratas -sean de izquierda o de derecha-, pero no es usual que así se presenten los gobernantes democráticos.