Con meras palabritas no es: el fracaso del lenguaje inclusivo

Con meras palabritas no es: el fracaso del lenguaje inclusivo

La RAE rechaza el uso de palabras aceptadas en el lenguaje inclusivo o no sexista. No sirven de nada si las mujeres no pueden elegir y ser libres de verdad

Por: Octavio Toro Chica
agosto 22, 2022
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Con meras palabritas no es: el fracaso del lenguaje inclusivo
Fotos: Canva

Quiero dejar claro que soy feminista y que me encantan y admiro profundamente a aquellas mujeres que por encima de cualquier condición social, racial, religiosa, ideológica, manifiestan en sus formas de ser, conocer, pensar, sentir, hablar y actuar todo su coraje para autovalorarse, ser independientes y fijar los límites en cada situación. De poder decir sí y poder decir no y que en ningún momento pierden aquellos atributos universales de la feminidad, tales como: la comprensión, la delicadeza, la muestra de afecto, la ternura, la educación y los cuidados de la descendencia, su sexto sentido o inteligencia superior, fortaleza física y mental, organización y muchos más, sobre los que me haría muy extenso para enumerarlos.

Las condiciones mencionadas, las manifestaciones en sus dimensiones y los atributos en sí mismos, han sido manipulados por hombres y mujeres que se precian de feministas, todos montados en un discurso de igualdad que poco representa en su fondo, para que verdaderamente la mujer se sienta incluida.

Y ese discurso se fundamenta en el aberrante lenguaje inclusivo utilizado ideológicamente, desde mi propia perspectiva, como herramienta de carácter político-social-populachero, que en nada beneficia el verdadero rol de la mujer y atropella el lenguaje de tal forma, que poco a poco van desapareciendo las buenas formas y maneras y caemos en la ramplona vulgaridad. No olvidemos que el lenguaje, la palabra como tal son en sí mismos la mejor creación del hombre y describo en esta palabra al hombre y a la mujer, a los seres humanos.

La Real Academia de la Lengua ha expresado su rechazo ante el uso de palabras aceptadas en el lenguaje inclusivo o no sexista. Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, dijo en una entrevista con EL PAÍS Semanal (26/08/2021) que el desdoblamiento gramatical del lenguaje inclusivo altera la economía del idioma. Se entiende como economía del lenguaje a la tendencia que tenemos en el lenguaje de la cotidianidad a simplificar y a minimizar el esfuerzo del uso correcto de la palabra en contraste con la redundancia, que es la tendencia a dar información innecesaria, que es en sí mismo, lo que se hace con el lenguaje inclusivo.

Si bien es cierto que nos carcome la informalidad en todos los ámbitos y desempeños de la vida y esa misma informalidad hasta es aplaudida por absurdas ignorancias, no podemos dejar de cumplir las leyes y normas gramaticales.  Claro, que en un país, donde peligrosamente nos “pasamos la ley por la faja”, desde el alto gobierno hasta el más humilde los ciudadanos, ¡qué carajos va a valer una norma o ley gramatical!

¿Qué dice la Real Academia de la Lengua sobre cómo se escribe o se habla para referirse a ambos sexos?. Lo que ha dicho siempre: que el masculino genérico se usa para "ambos sexos" y que "no excluye a la mujer". Las normas y leyes gramaticales se han constituido a partir de una codificación "formada a lo largo de los siglos". En el primer capítulo del Libro de Estilo de la Lengua Española, en el que se abordan las cuestiones gramaticales de género, se expone que, "en español, el género masculino, por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos". Este apartado añade que, por ello, el masculino "puede emplearse para referirse a seres de ambos sexos" y que, desde el punto de vista lingüístico, "no hay razón para pensar que este género gramatical excluye a las mujeres en tales situaciones".

Por su parte, y valga como dato anecdótico, el director honorífico de la institución, Víctor García de la Concha, ha recalcado que la cuestión del género es "muy recurrente en la actualidad" debido al "auge de la visibilización de la mujer", pero ha constatado que "es el masculino el término que tiene todo". De la misma manera ha expresado que "los académicos son elegibles" sean "hombres o mujeres", resaltando que la academia cuenta con un número "respetable" de mujeres "muy valiosas". "Les acredita su valía como académicas, no ser mujeres", ha dicho.

Definitivamente vemos que no es cuestión de lenguaje, este es un asunto de hechos. Qué bueno que todos luchemos, pero a brazo partido como se dice, por la visibilización de la mujer, pero con meras palabritas no es el cuento. Es con un verdadero empoderamiento de la mujer y no con la palabrería y redundancia sin sentido, pues lo es, que manifestó en alguna ocasión la primera dama.

No podemos quedarnos con esa informalidad mencionada y rescatemos ese sí, el gran valor que ha tenido, tiene y tendrá la mujer: su feminidad, o es que el afán de lo inclusivo, también se la quita y a través de ello, aparece ese otro discurso que tampoco me trago, de que todos somos iguales. La feminidad es lo que hace mujer a la mujer y la distingue y la dignifica.

El uso originario del género, no descalifica en nada y para nada las orientaciones sexuales, con las que hemos montado otro caballito de batalla, siendo dos cosas muy diferentes, pero que por incómodas perturbaciones que produce en algunos, generamos con el lenguaje distorsiones acomodadas que nos llevan, esos sí, a tratamientos equívocos, denigrantes y con mucha falta de equidad.

Si luchamos por la visibilidad de la mujer y de su empoderamiento real, como sociedad debemos velar porque esa mujer femenina actual decida y elija lo que quiere en su vida; que sepa lo que no desea y lo que no debe permitir; que se dé el lujo de seleccionar y decidir por ella misma, que siga siendo cuidadosa de su lenguaje verbal y corporal, evitando a toda costa la vulgaridad en el actuar, el vestir y el hablar pues no es ningún misterio que una mujer que habla bien de la gente, dice cosas positivas, es alegre, sutil, simpática y discreta, tiene mucha más atracción.

Como sociedad trabajemos para que las mujeres busquen la forma de ser independientes en todos los sentidos y disfruten su autosuficiencia. La libertad, entre otras cosas significa establecer límites de protección, significa reforzar la voluntad con la disciplina, armarse como se arma un guerrero, con los valores éticos y morales que dignifican a las mujeres convirtiéndose en seres de luz y fuerza. La libertad posee la fuerza de la integridad y ésta se alimenta de la fe. Recuperar esa libertad es por lo que debe luchar la mujer de hoy, formándose primero a sí misma.

Luchemos por que nuestras mujeres valoren su dignidad ante todo y fomenten su autoestima, pues en la medida que la fortalezcan y sean positivas, sabrán defender su dignidad, la cual es un valor inherente a cualquier ser humano, por el simple hecho de serlo. Una mujer femenina actual no permite ningún tipo de abuso, agresión o violencia que atente su integridad.

Entre todos, permitamos su capacidad de afecto y esto no es romanticismo pendejo. Las mujeres poseen la virtud de amar casi de forma natural. Ser femenina significa demostrar sus emociones y estados de ánimo, de forma correcta y mesurada y no ocultar, minimizar o ignorar sus gustos, su carácter, ni sus buenos o malos momentos, transmitiendo cualquier sentimiento de forma honesta y respetuosa.

Recuperemos en las mujeres su amabilidad, atención y cortesía en el trato que demuestran en la habilidad para tratar un asunto o situación con suavidad, finura y sutileza; atributos que evitan la brusquedad y la violencia; una mujer femenina se conduce con respeto y asertividad.

Nuestra sociedad requiere y con urgencia, diría yo, mujeres que expresen amor sin humillarse. Una mujer femenina actual nunca suplica ni se humilla por amor, por sexo, por atención, por una caricia o una palabra ante nadie. Nadie vale la pena para arriesgar la dignidad. Nada se puede comparar con la dicha de conservar su dignidad y su valor como mujer. Una mujer que use su voz para hacer valer sus derechos contra quien quiera abusar de su condición de mujer; que no se deja engañar, seducir o amedrentar, sino que aprende a discernir y reconocer la verdad y hacer uso de sus derechos.

Esos si son hechos claros y no palabrería insulsa, que sólo esconde intencionalidades que en nada favorecen el papel preponderante que debe tener la mujer en la sociedad. Estas sí son formas reales de visibilizarlas como se merecen, es debido y como sociedad necesitamos.

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