Qué encartada nos metimos los colombianos con el presidente venezolano Nicolás Maduro. Cada vez está más delirante, más patán y más irrespetuoso. Es evidente que el gobierno colombiano no sabe qué hacer con él.
Que le dé cara y sin miedo, le dijo Maduro a Santos el domingo desde Kingston, a propósito del 200 aniversario de la Carta de Jamaica (A través de Telesur vi todo lo que dijo Maduro sobre este acontecimiento: no tenía idea de qué estaba hablando. Ni siquiera es capaz de leer lo que le escriben sus asesores).
Lo cierto del caso es que casi tres semanas después de que Maduro ordenó cerrar la frontera con Colombia, más de 1400 compatriotas han sido deportados y/o expulsados. Otros 15.000 han regresado al país por las buenas por el temor a ser agredidos en Venezuela. Y por si fuera poco, EFE informó el 30 de agosto de casos en los que la guardia nacional abusó de colombianas deportadas.
El cuento es que pase lo que pase, Maduro le va a ganar el pulso a Santos por el tema de la frontera. El nacido en Colombia —léase Maduro—, en temas de diplomacia, siempre va un paso adelante.
La semana pasada, la ingenua canciller María Ángela Holguín salió feliz a decir que el miércoles 9 de septiembre se iba a reunir con Ban Ki-moon, secretario general de Naciones Unidas, para ponerlo al tanto de la crisis humanitaria que varios miles de colombianos viven en la frontera con Venezuela. Al día siguiente una fotografía empezó a darle la vuelta al mundo: Maduro reunido con Ban en Beijing.
No nos sale una. Esa es la verdad. Sin ánimo de azuzar, el encuentro de Holguín con Ban no vale un peso después de que éste se reunió con Maduro. Cero y van dos en favor del Palacio de Miraflores.
Ya la semana pasada los venezolanos nos habían atendido en la OEA. En una reclamación de elemental justicia y con las pruebas al canto, Colombia fue hasta el mencionado organismo internacional en Washington a tratar de conseguir una reunión entre los cancilleres de los países miembros. Allí también se nos adelantó Maduro: volteó a su favor varios votos que el gobierno de Bogotá creía a la fija, como el de Panamá, país que muy seguramente apostó con rabia por Caracas luego de que hace casi un año Colombia —equivocadamente— lo quiso incluir en la lista de paraísos fiscales.
Es que la diplomacia no es nuestro fuerte, así se saque pecho y se diga que ahora sí somos un país respetable en la comunidad internacional. O si no miren la salida en falso con el cuento de que iban a denunciar a Maduro en la Corte Penal Internacional porque la Fiscalía dijo tener "bases para probar que se ha configurado un posible ataque generalizado y sistemático contra la población civil colombiana".
Primera escena: nos dieron a entender que prácticamente en cuestión de horas el presidente venezolano iba a ser detenido. Segunda escena: en cuestión de días, incluso de horas, la eventual denuncia se desinfló.
Le hubiera quedado mejor al Ejecutivo ser directamente, como Estado, el denunciante. ¿Pero quién se le mide a las rabietas del dictador? Uno hasta entiende que algunos funcionarios del gobierno le tengan miedo. Cada vez que habla un funcionario colombiano sobre el tema de la frontera se le van al cuello los maleducados del gobierno de Venezuela.
¿Y qué hay de Unasur? Bien, gracias.
Eso allá es una leonera manejada por los países mamertos de la región. Allá se hace lo que digan Venezuela, Brasil y Argentina. Allá también somos minoría, como en la OEA.
Adicionalmente, al secretario general de Unasur, el ex presidente colombiano Ernesto Samper, le dio por tomar partido en favor de Venezuela. Él desde luego lo niega y dice ser solidario con sus compatriotas que han sido ultrajados en la frontera.
Los primeros tuits del ex mandatario fueron fatales, casi que injuriosos y calumniosos. Samper dio a entender que Maduro tenía razón cuando afirmó que los colombianos deportados y expulsados eran paramilitares. Claro, paramilitares son un grupo de niños y mujeres corriendo despavoridos y llenos de miedo ante una eventual agresión física de las autoridades venezolanas.
En cambio los otros expresidentes colombianos lo han hecho bien. Me refiero a César Gaviria, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. Los tres se han portado a la altura de las circunstancias. Aunque por ejemplo Gaviria ha tenido publicas discrepancias con Pastrana y Uribe, el loquito de Maduro los unió a todos, menos a Samper. Algo así como que de puertas para adentro vivimos agarrados, pero de puertas para afuera todos vamos unidos.
P.D.: Es motivo de celebración que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) diera a conocer un fallo en el que condena al Estado venezolano y le ordena restablecer la frecuencia de Radio Caracas Televisión (RCTV), que no le fue renovada en 2007. Esperemos a conocer la reacción del régimen.