Cuando las políticas públicas son improvisadas o amañadas, desconociendo la realidad del terreno, se convierten en un incentivo perverso.
Y eso es lo que ha ocurrido en Bogotá con las canecas metálicas instaladas desde la administración Peñalosa, un problema que solo se ha acentuado. Con más canecas que antes, la capital colombiana ahora está más sucia todo el tiempo.
En su momento, las autoridades encargadas del tema, incluida la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp, que demostró ser muy incompetente), esgrimieron que, al comparar la ciudad con promedios internacionales, había un déficit importante. Pero en realidad ese argumento resultó ser superficial, con un muy pobre análisis detrás.
No es secreto para nadie que el robo de metal en la capital para venderlo como chatarra siempre ha sido un problema, y por tanto era de esperarse que se las empezaran a robar, como desde entonces en efecto ha venido ocurriendo (de paso despilfarrado recursos, un verdadero detrimento patrimonial).
Por otro lado, como parte de una extendida cultura del todo vale, mucha gente que antes esperaba el camión recolector para entregarle su basura doméstica o industrial (pagando por el servicio, como es lo correcto), ahora simplemente la sale a botar gratis al lado de esas canecas por doquier.
Y si a eso le sumamos que cuando pasan los recicladores, muchos descuidados terminan rompiendo bolsas, esculcando y haciendo reguero, uno entiende por qué la ciudad ahora todo el tiempo se ve más sucia.
Otra pésima práctica de la administración anterior que ha perdurado es el uso indiscriminado de millones de bolsas plásticas grises, supuestamente oxodegradables, pero que solo vinieron a agravar el problema de las basuras, cuando un principio básico de la buena gestión de residuos es la prevención.
Un problema grave subyacente es que, precisamente, en lugar de fomentar la prevención, la reducción y el reciclaje, los operadores de aseo revuelven todo y cobran por tonelada recogida, en lugar de que la misma ciudadanía vea recompensada la recolección diferenciada de su material recuperable.
Pero a la actual administración le ha faltado determinación (o conocimiento técnico) para corregir estas pésimas políticas heredadas de recolección de residuos –así como en Estados Unidos ha hecho el presidente Biden con las muchas barbaridades que, en materia ambiental, cometió en escasos cuatro años el esperpento de Trump–.
Las políticas públicas deben basarse en un muy buen conocimiento técnico. Y si algo se está haciendo mal, es importante revaluarlo, revertirlo y explicárselo así a la ciudadanía, que siempre agradecerá la transparencia y lo que se haga por el bien de la ciudad y de una mejor cultura ciudadana.
Pero eso hasta ahora no ha ocurrido.