Quizás en algún momento de nuestras vidas hayamos escuchado la canción El padre Antonio y su monaguillo Andrés del artista Rubén Blades y nos hayamos preguntado: ¿quién habrá sido ese sacerdote tan particular que rompe con los paradigmas establecidos por la tradición eclesiástica?, ¿será quizás una historia ficcional de la idealización de un sacerdote en la realidad latinoamericana?
Lo cierto es que esta canción fue inspirada por uno de los hechos que marcó la trascendencia de la teología en América Latina, el asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero en 1980 por parte de escuadrones de la muerte al servicio de la junta militar que gobernaba en el Salvador, a quienes se opuso por las violaciones de DDHH y las víctimas producidas por los horrores del autoritarismo.
Óscar Arnulfo desempeñó un compromiso activo en favor de los pobres, que son a quienes el sistema crucifica con la guerra, el hambre y la miseria. En su parroquia ofrecía refugio a los campesinos víctimas de la represión. Además, hacía un incansable esfuerzo para renovar el quehacer de la Iglesia católica y tenía la pretensión de continuar con la labor y las enseñanzas de Jesús de Nazaret, esto es, el compromiso con los pobres, la denuncia de las injusticias cometidas por quienes nos gobiernan y la búsqueda de la paz entre los seres humanos.
Los sectores más tradicionales y conservadores de la iglesia que se oponían a esta búsqueda de la práctica del evangelio real decidieron denunciar su praxis, por lo cual monseñor Romero decidió ir a Roma, donde recibió el respaldo del papa Pablo VI, quien también merece nuestro reconocimiento y que también será canonizado el mismo día 14 de octubre.
Ahora bien, el momento de su muerte representa una simbología para la fe cristiana. A las afueras de la capilla del Hospital de la Divina Providencia de San Salvador, donde precedía una misa, un carro Volkswagen rojo llegó a las 6:30 p.m. y desde la ventana de atrás un francotirador disparó certeramente en el corazón del arzobispo. En ese momento su sangre se mezcló con el vino que representa la sangre de cristo.
Por su convicción con la fe el sacar la iglesia de los seminarios y conventos, acercarla más a la gente y a la realidad, murió. Sin embargo, con esta canonización de Roma está santificando las luchas en América Latina en contra de la explotación, el saqueo y las guerras a las que la ha sometido la intervención del imperio norteamericano. Por este motivo la santificación de Romero marca un hecho trascendental en la historia de América Latina.