¿Saben ustedes quién es José Manuel Restrepo, el nuevo ministro de Hacienda?
Hay dos frases y un proverbio que nos permiten calibrar la clase de personaje que se ocupará del nuevo proyecto impositivo que le presentará el gobierno al Congreso de la República. La primera es de Jesús: “por sus hechos los conoceréis”. La segunda es de Gaitán: “somos una unidad en una serie”. Según el adagio popular, esta quiere decir que “el lobo cambia de piel, pero no cambia de carácter”.
Cuando Restrepo terminó sus estudios de economía, decidió hacer un posgrado en el exterior poniendo en venta su automóvil. Alguien, que lo conocía, le propuso compra. Negociaron y Restrepo le dijo que por las premuras del viaje no podía entregárselo personalmente, que se lo dejaría en un parqueadero porque partía ese mismo día.
Restrepo le entregó las llaves al nuevo ilusionado propietario, quien, cuando llegó a recoger “su” carro, encontró que no prendía. Fue necesario llamar un mecánico que dio el diagnóstico definitivo: “el motor está fundido”. Así fue como, del parqueadero, los ahorros del recién graduado, que ya estaban en manos de Restrepo, terminaron parando en el proceso de chatarrización.
Lo primero fue llevar el carro en grúa (y pagarla) a las instalaciones de la Sijín, donde consignó lo exigido para el fondo, además de consignar un monto similar en el Banco Popular para que le permitieran el ingreso a las instalaciones de la siderúrgica para su aplastamiento, adjuntando el certificado de tradición del carro, que Restrepo no le había dejado y que tuvo que tramitar.
En la Sijín le hicieron el levantamiento de improntas y le expidieron el certificado para autorizar la desintegración del automóvil. Una vez aplastado el carro, le exigieron cancelar la matrícula y llenar un formulario del Registro Nacional de Transporte.
¿Puede un individuo que vende un carro con el motor fundido, que solo puede chatarrizarse, estar dispuesto a defender los intereses de la clase media y de los más pobres del país? Lo cierto es que pasamos de Guatemala a Guatepior.