“Estudiaba yo en el colegio Santa Librada de Neiva mis primeros años de bachillerato, cuando el 28 de abril de 1965 fue secuestrado en su finca del Caquetá, don Oliverio Lara Borrero, líder agroindustrial y pecuario del Huila – Caquetá y el país. Creador de la hacienda “Larandia” de 57.000 hectáreas, con aereopuerto propio desde donde se despachaban miles de cabezasa de ganado especialmente para el Perú y sede hoy en día de la base militar colombo-norteamericana más importante del sur del país, Oliverio Lara fue también dueño de 12.000 hectáreas de haciendas en Balsillas, sede de cría de ganados Aberden-Angus y Charolais, y cuna del “barcino” el mítico toro guerrillero del inolvidable bambuco de Jorge Villamil.
A don Oliverio lo secuestró un grupo de sus propios empleados y trabajadores. Quiso el destino que a raíz del primer paro cívico-campesino del Caquetá de 1972, quien esto escribe cayera preso por la represión militar. Tusado (con el cabello cortado contra mi voluntad y al rape), y condenado administrativamente a pagar cuatro meses de cárcel por cuenta del presidente Misael Pastrana Borrero, en la cárcel de Florencia, allí conocí al “cojo Mancera”, pagando largos años de prisión por el secuestro y asesinato de don Oliverio Lara.
Pasando los días en tan poca grata compañía, Mancera me relato ocho años después del crimen. Relató cómo ante el cerco del Ejército obligaron a don Oliverio, una persona de edad avanzada y ante la inminencia de la muerte, a cavar con un machete su propia tumba, si así se le pudiera llamar. Allí y ejecutado con esa misma arma para no hacer ruido, terminó la vida de ese gran hombre.
Ese secuestro y su desenlace, impactó al país y me golpeó cuando era un joven estudiante, porque había conocido personalmente a don Oliverio, cuando él hacia negocios de ganado en el Huila con mi padre.
Un mes antes, el 20 de marzo de ese mismo año guerrilleros de las Farc habían secuestrado el industrial Harold Eder en su hacienda Quebradaseca, en el municipio de Corinto, en la cordillera central en el departamento del Cauca. Eder era el propietario del ingenio La Manuelita y de vastas extensiones de tierra sembradas en caña de azúcar en el Valle. Eder estaba en su acostumbrada gira por el aérea montañosa de la hacienda cuando fue herido por un joven guerrillero, alias El Conejo, y al no ser atendido murió desangrado el mismo día del secuestro. Un joven indígena que había sido reclutado por la guerrilla indicó el lugar donde había sido enterrado.
Estos secuestros que ocurrieron durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo y marcaron un hito en la historia del país porque además de las pretensiones económicas tuvieron una gran repercusión política. Con éstos iniciaron las Farc una práctica con la que se financiarían por décadas, antes de que la coca y el narcotráfico se convirtieran en fuentes de recursos. Los secuestros económicos y extorsivos que fueron complementados con los secuestros puramente políticos se generalizaron entre la guerrilla generando el repudio nacional e internacional.
Todo esto me reafirmó en mi convicción de que el secuestro es uno de los peores crímenes y afrentas contra un ser humano, su familia y la sociedad. Así lo reconoció hasta el propio Fidel Castro en 1980 en el libro “La prisión fecunda” de Mario Mencía, de la editorial política de La Habana, donde reconoce como un grave error, el que él hubiera ordenado el secuestro de Juan Manuel Fangio, el cinco veces campeón de la Fórmula Uno, cuando asistió a La Habana a correr el II Gran Premio de Cuba en 1958.
El momentáneo secuestro de 26 horas (mientras se corría la carrera, que de todas maneras se realizó) pretendía ser una acción de propaganda. Algo que logró pues la noticia le dio la vuelta al mundo casi con la misma velocidad con que los revolucionarios le devolvieron la libertad al corredor de Fórmula Uno. Aún así Fidel en una entrevista posterior que se publicó condenó el hecho….Un secuestro es un secuestro, cualquiera sea su duración o pretendida justificación”.
Son miles los colombianos que en estos cincuenta años de conflicto han padecido la crueldad del secuestro, algunos han sobrevivido pero son muchos los que quedaron enterrados en las selvas de Colombia, sin que sus familias hubieran podido siquiera reclamar sus cadáveres. El proceso de paz que se lleva en La Habana y que ha puesto sobre la mesa el tema de las víctimas le permitirá a muchos colombianos descubrir la historia de desapariciones y secuestros realizados por las Farc y pondrá frente a frente a víctimas y victimarios. Será la oportunidad para conocer lo verdad y posiblemente perdonar, como condición necesaria para reconstruir a Colombia.
* Fundador de la Unión Patriótica.
Tomado de texto publicado en Arcoiris.com.co y editado para Las 2 Orillas