Así está Bogotá. Así nos la dejaron. Los grafitis vandálicos se multiplican a una velocidad imparable por fachadas de edificios insignes, por iglesias, casas, locales, muros y monumentos. Una verdadera plaga urbana que opaca por completo los pocos grafitis artísticos que hay en la ciudad.
¿Será que por no pertenecer a la escena de la contracultura no comprendo qué es lo que viene pasando en muros, vitrinas y hasta esculturas de algunos sectores de Bogotá?
Esa pregunta me surge a medida que camino por las calles de la ciudad y veo que fachadas de piedra en Quinta Camacho, casas con muros en ladrillo de Teusaquillo y vitrinas del Centro Internacional, entre otros lugares, se convirtieron en lienzos para lamentables grafitis.
Solo hay que caminar por corredores de las calles 53,54,55,56,57, hasta la 60, en Chapinero y Teusaquillo, en horas de la noche: ni una sola puerta se ha salvado de los grafitis. Lo mismo pasa por la carrera 13, en el centro de la ciudad e incluso por la carrera Séptima, la Caracas, la 30, Suba y toda la Avenida Boyacá, Kennedy, Fontibón, solo por mencionar algunos de los casos. Los más afectados son los comerciantes, que no dudan en manifestar su desespero, pues muchos de ellos recién terminan de pintar los frentes de sus casas aparecen los vándalos de nuevo rayando con espray afectando la imagen de la casa, edificio y en muchos casos conjuntos residenciales
Los monumentos tampoco se salvan de los vándalos que los rayan, se gastan, en promedio, 720.000 pesos diarios, 21’6060.000 al mes y 259 millones al año, para volver a dejarlos en un estado presentable que, de paso no dura mucho, porque recién limpiados y recuperados vuelven a ser rayados. En Bogotá hay 497 monumentos, 52 de ellos de interés cultural todos ubicados en el espacio público, estos tampoco se salvan.
Insólito que en Bogotá una partida anual de 1300 millones de pesos, se desvanece entre recuperación y limpieza que provienen de los impuestos de nosotros mismos, los bogotanos.
Qué decir de la Plaza de Bolívar y el Libertador, pocos saben que fue la primera estatua de Bogotá para honrar al Libertador y que llegó de Italia el 20 de julio de 1846. Solo el año pasado se le invirtieron 190 millones de pesos para eliminar las agresiones con tinta, tiza, espray y pintura, convertida en un orinal.
En una escultura del maestro Botero
en el parque Renacimiento
los vándalos ¡escribieron sobre el bronce! ¡Delincuentes!
Una escultura del maestro Botero ubicada en el parque del Renacimiento. Allí los vándalos, no contentos con hacer sus grafitis en el pedestal del monumento, también extendieron sus trazos hasta la obra del artista. ¡Escribieron sobre el bronce! ¡Delincuentes!
Un reconocido café, ubicado en la esquina de la carrera 7.ª con 53, y que no tiene paredes exteriores, sino vidrio. Ya son tantas las ‘pintadas’ que han hecho sobre esa fachada vitrina, que los señores decidieron no volver a limpiarla; así que usted pasa y ve unos vidrios sucios, llenos de letras incomprensibles, recuerdo de que por ahí pasó un delincuente.
¡Qué triste es llegar al centro de Bogotá y ver que los relieves de la fachada del edificio del Banco de la República están cubiertos para evitar daños por culpa de los grafiteros! ¡Cuán lamentable es esa falta de respeto hacia los bienes públicos o privados de aquellos que se consideran artistas de la calle!
En fin, en buena hora el nuevo Secretario de Gobierno Miguel Uribe, ha puesto el tema en la agenda. Ojalá pongan en cintura a los personajes que dañan puertas, paredes y ventanas gratuitamente en una ciudad que cada día parece estar inundada de grafitis, abandonada a su suerte.
@josiasfiesco
