Los colombianos seguimos con una espina de pez espada atravesada en el cuello: no prosperó en el Congreso de Colombia el proyecto anticorrupción. De las siete súplicas que exhalamos 11 millones de colombianos ya se hundieron cuatro.
“Casualmente” los temas más neurálgicos y los puntos más importantes fueron los primeros en ser arrojados por un agujero negro sin nombre y sin fondo. Los tres restantes aspectos de una agenda ya ridícula y carente de sentido están rodeados de micos y de bejucos como para enrevesar y/o embellecer una discusión insípida a estas alturas de nuestro naufragio. Mejor dicho, apague y vámonos.
¿Alguna otra acotación al respecto? Por mi parte ninguna. Quizás resta decir que es otra decepción muy a la colombiana, entre otras cosas porque algunos de los que hicieron campaña con tan esplendorosa propuesta, a la hora del té, es decir de votar por una ley sensata y justa, se ausentaron de ese sacrosanto recinto.
Yo tranquilo, tú tranquilo, todos tranquilos que como vamos, vamos muy bien. Y que cada quien se haga el tonto y no le duela. Qué efectiva es la anestesia, ¿sí? Sana que sana, culito de rana, ¿no?
Posdata: la mermelada ya no existe, está en desuso, esa vaina se agotó hace mucho tiempo, ni la mencionen ni pregunten por ella. Qué digo, ese dulzón y zalamero manjar solo se degustaba en los años de upa.
Oremos hermanos por el alma incorruptible de nuestra sufrida y amada patria: Réquiem eternum dona et domini et lux perpetuam luceam Dei. Descanse en paz, amén.