Es difícil entender, a simple vista, para qué sirve un taller sobre podcasts en un festival como el de Gabo.
Los podcasts no se definen del todo todavía y sin embargo tratamos de mostrarlos como un producto definido. Incluso a veces damos por sentado que se han inventado completamente.
Más grave aún, es que tratemos de adecuarnos a la idea de que hay expertos en podcasts, cuando el podcast fue inventado desde el nacimiento mismo de la cinta magnetofónica. Un podcast no es más que una pieza radiofónica albergada en algún lugar de forma contemporánea. O sea, de manera digital.
En el Festival Gabo, por ejemplo, después de muchas definiciones, no se dijo eso: que un podcast básicamente es almacenamiento. Aun así, seguimos abordándolo desde la realización del podcast, cuando deberíamos abordarlo desde la posproducción.
Ya para entender la idea de almacenamiento habría que entender primero la idea de streaming, la cual no es más que una transmisión de mensajes: salir al aire, ya sea en vivo y en directo o con materiales pregrabados, pero después de la era análoga.
En nuestro criterio, quien no tenga claros estos conceptos no está listo para tomar un taller de podcasts. Es lo primero que hay que enseñarles a los aprendices. No es tan difícil. Lo puedes explicar en 15 minutos.
El ejemplo más claro para explicar dichos fenómenos del almacenamiento y la transmisión es la de la televisión y el video.
La televisión siempre está al aire. De lo contrario no sería televisión. Sería video o cine. YouTube, por ejemplo, es video, almacenamiento y de vez en cuando streaming. Ahí se convierte en televisión, aunque no por el aire, pero sí en directo y en simultánea.
El video puede ser un casette de VHS con la primera comunión de tu hermana, guardado en un cajón del nochero de tu madre. Ese cassette puede ser lo más parecido a un podcast: o sea, un programa de radio, sin importar el género, que se guarda donde se quiera (en una USB, en tus listas de música, en la nube, en Drive, en un DVD, en tu teléfono, en el mismo YouTube, o donde te salga de las narices, siempre y cuando soporte ficheros de ceros y unos). El caso es que es una grabación guardada en algún lugar.
Pero en el Festival Gabo 2019 no nos dijeron eso, más bien se dedicaron a ideologizar: que el poder de los podcasts, que su capacidad para vender ideas, que su carácter democrático, que su capacidad para ayudar a grupos vulnerables, que las mujeres, que el feminismo, mejor dicho: pura ideología de género. Pobre Gabo, debe estar revolcándose en su tumba, con lo machista que era.
Justamente, un día antes, un periodista del New York Times decía en el mismo festival que el afán de ideologizar en el periodismo tiende a menoscabar la profesión y le rebaja credibilidad al oficio.
Creemos que los días de periodismo en Gabo fueron mucho de esa lógica. El Gabo político emergió en sus obras literarias, mas casi nunca en su fase de periodista, si es que algún día la dejó. Su paso por los periódicos, en cambio, rezumaba una estela de tufillos políticamente incorrectos. Convengamos que el periodismo está más del lado de los ganadores y la literatura de los perdedores, según Memo Ángel.
Así, Gabo nunca fue un mamerto mientras fue periodista, en el sentido más contemporáneo del término. El gesto izquierdoso salió cuando se volvió artista, literato… ¿Pero qué artista no es mamerto? Los casos se pueden contar con los dedos de una mano.
Volviendo al taller, la profesora se dedicó a mostrarnos modelos de podcasts con reivindicaciones sociales en el fondo, los cuales epidérmicamente hablando no resultaban más que ciertas formas ingeniosas de creatividad, extraídas de teatro y la cuentística, todo absolutamente válido.
Sin embargo, los podcasts necesitan otra valoración, son otra cosa muy distinta. Van mucho más allá de la reivindicación del artificio en la radio, aquella habilidad de volver verosímil lo ficticio o lo noticioso traducido en dramaturgia para hacer radio (en lo personal nos desmarcamos de la dramaturgia) o discutir sus múltiples posibilidades, no creemos que haya que hacer un taller de podcasts (a no ser que creas que los podcasts son la única radio que persista y ello sería un exabrupto. De ahí que decir "podcast en directo" es una contradicción en los términos, una inconsistencia del tamaño de la lava fría de un volcán).
El ejercicio que realizamos en pequeños grupos al interior del taller dio cuenta de que la mayoría de los asistentes habíamos aprobado ese curso de radio de primer semestre. ¿Cuál sería el sentido de hacer un taller con periodistas internacionales para hacerles un examen práctico de sus conocimientos en radio elemental y gastarse todo el tiempo del taller en ello?
En lo personal, esperábamos un taller de podcasts para reforzar cómo organizar los materiales, gestionar la información y resolver problemas técnicos de capturas y exportaciones, por ejemplo. Manejo de paisajes planos y paisajes sonoros, etcétera.
También, uno puede esperar de un taller de estos algunas reflexiones de cómo competirle a los grandes medios, si de ideologizar con practicidad se trataba. Sacar a la luz pública que no podés montar una emisora comunitaria para competir a la hora en que Julito está al aire, por ejemplo, y sentarte a esperar que los oyentes se metan a tu streaming, pues luego de Julito hay una fila de 100 emisoras más con audiencias cautivas, medianamente posicionadas, captando el resto de la sintonía (perdón si con esto hemos pinchado unos cuantos globitos).
En vez de competir masivamente con una señal en vivo, hacé un podcast y no te dé miedo subirle el nivel técnico a los lenguajes porque la naturaleza de los podcasts es la especialización. Luego podrías agarrar ese casette de VHS a 100 de tus amigos. Otra de las ventajas de los podcasts es la movilidad, la capacidad de penetración: un link con tu podcast lo puedes meter donde quieras, adonde la radio convencional casi nunca entra, grupos de WhatsApp, Facebook, listas de correo, etcétera. Es la mejor forma de competir contra los grandes pulpos y monopolios, siendo pequeño. O sea: en los podcasts el periodista no se desgasta halando a los oyentes hacia su web. Con los podcasts el periodista va hasta los muros de sus oyentes y les toca la puerta.
Si te ponés a hacer una emisora convencional, te desgastás y en menos de un año salís apagando la luz a para nunca más volverla a prender.
Como muestra, ponemos el caso de una venezolana en la fila de los talleres del festival. Ella trabaja en Caracas y dadas las limitaciones políticas vende pequeñas notas periodísticas por WhatsApp. Ese día, mientras esperábamos para entrar, estaba grabando, editando y mandando un informe para Cuba, todo desde su celular.
Poder actuar con colegas como estas, o como otra colombiana que trabaja para una agencia turca desde Bogotá, suerte de sensación de estar por fuera de Medellín al menos por una breve porción de la tarde, se convierte en la razón más poderosa del valor de festivales como estos, por encima de tanto humo, tanto hielo derretido. Tal como diría Aristegui 24 horas después en un taller del día siguiente: "Nuestro periodismo, a menudo, nos muestra que estamos haciendo bien las cosas". Acá complementaríamos que conocer otras miradas de colegas, con otros problemas, otros escenarios, otros actores, también.
En cuanto a los podcasts, el quid de nuestra cuestión, la mejor definición nos la da, en un bus de Santa Elena, una de nuestras aliadas comerciales más pilosas y experta en gastronomía: “Yo hoy solo busco la radio para programas de cocina y entre más especializados, mejor. Esa posibilidad solo me la dan los podcasts, no me la da la radio comercial y así lo que uno vaya encontrando en la red”.