Preocupante, por decir lo menos, es la difícil situación que se viene presentando con el éxodo masivo de hombres, mujeres y niños provenientes del vecino país de Venezuela. No es para menos, pues según datos de la Personería de Barranquilla, al mes de septiembre se tenía un estimado de aproximadamente 25.000 personas provenientes de dicho país y que se han ubicado no solo en la capital del departamento del Atlántico, sino en municipios aledaños como Soledad, Malambo y Sabanalarga.
Y es preocupante por la crisis que acompaña siempre esta clase de migración, parecida en algunos aspectos, a la vivida en países como Alemania o Suecia, donde se reportó el incremento desorbitante de delitos otrora controlados, tales como violaciones y hurtos. Más preocupante es ver cómo en las noches, las plazas públicas, los atrios de iglesias, los bancos de parques y casi que cualquier espacio disponible en la calle, es "invadido" por aquellos que optaron por dejar atrás sus familias, sus trabajos y su arraigo con tal de huir de la dictadura.
No es ser indolente, es ser precavido y es decir las cosas tal cual son. No se ha dado solución siquiera a la situación de los habitantes de calle colombianos, para creer que el estado tenga preparado un plan de contingencia en aras de solucionar el éxodo venezolano, el cual amenaza seriamente la seguridad ciudadana. No es un secreto que ya se han presentado algunos casos de delincuencia, claro ejemplo fue el homicidio de una compatriota en el municipio de Malambo, a manos de tres jóvenes venezolanos (dos hombres y una mujer) quienes a la postre fueron capturados por la Policía Nacional, o el aberrante caso de abuso sexual que presuntamente sufrió una joven venezolana a manos de algunos uniformados en el municipio de Sabanalarga (Atlántico).
Esos y otros casos hacen prever un aumento en los índices delincuenciales y en la baja en la percepción de seguridad por parte de la ciudadanía. Por ahora, la inmensa mayoría de venezolanos que han llegado al Atlántico lo han hecho con deseos de trabajar y subsistir de forma honrada. Es asombroso el enjambre humano de vendedores ambulantes en cada semáforo, quienes no pueden pasar inadvertidos a raíz de su inconfundible acento "veneco", como coloquialmente llamamos a los provenientes de Venezuela. Igual sucede en buses y busetas del transporte público, donde han desplazado a quienes siendo colombianos, practicaban el rebusque diario.
Pero otra situación se puede presentar, y es muy probable que llegue a convertirse en realidad: del rebusque nadie subsiste dignamente, menos cuando aparte de tener que sufragar la manutención propia en un país ajeno, muchos tienen la obligación de enviar dinero a sus familias en Venezuela. Aquí es donde entre a jugar un papel determinante la delincuencia organizada preexistente, la cual encuentra un caldo de cultivo propicio para reclutar "mano de obra barata", pero especialmente, mano de obra necesitada.
Ojalá el gobierno de turno encuentre alguna estrategia viable para no solo brindar ayuda humanitaria a esos más de 25.000 venezolanos en condición de vulnerabilidad, sino para brindar seguridad a los pobladores del departamento del Atlántico.
