De ocioso me puse a consultar en la página de la Registraduría mi puesto de votación. Lo sabía pues estoy inscrito en Envigado desde hace 3 años, cuando me mudé aquí.
Sin embargo, encontré que el Consejo Nacional Electoral me ha declarado en trashumancia y me asignó un puesto de votación en Chapinero, Bogotá, donde estuve inscrito cuando viví en en esa ciudad (entre 1998 y 2003). La resolución se entiende por dada a conocer tan pronto sale publicada, aún sin notificación a mi lugar de residencia o correo electrónico.
Con un plazo de 5 días para responder entiendo que se ha vencido mi derecho a replicar y, por tanto, mi derecho a votar legítimamente. Si aceptara la invitación que me hace el CNE a votar en otra ciudad diferente, incurría entonces en el delito de trashumancia electoral. Por tanto, el CNE termina promoviendo lo que por principio combate.
La ligereza con la que parece que llevan los casos (consultando bases de datos de operadores de celular como fuente de información) me ha dejado por fuera de la democracia. Por supuesto, como mi voto es libre y no estoy en un listado de un partido político, nadie me defenderá.
Por último una anécdota: cuatro funcionarios de la Registraduría de Envigado, residentes en esta ciudad, fueron también declarados en trashumancia. Así es de exacta la investigación.
Entre tanto, los verdaderos trashumantes están esperando el bus que los recoge para votar en otra ciudad e imaginando qué harán con la limosna que les pagarán por su voto. Afortunadamente no hay por quién votar, así que el mal es menor y el CNE no es más que el fiel reflejo de lo que es el Estado en sí.