Con el asesinato de Dimar Torres regresamos a los tiempos oscuros

Con el asesinato de Dimar Torres regresamos a los tiempos oscuros

"La desconfianza y el temor han regresado. La paz parece de nuevo una utopía, un sueño de unos pocos, una luz que es opacada por la oscuridad"

Por: Santiago Ocampo Naranjo
abril 30, 2019
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Con el asesinato de Dimar Torres regresamos a los tiempos oscuros

Tal como sucedía en la época en la que el narcotráfico doblegaba al país o cuando los paras estaban al servicio de la presidencia o, incluso, tal como ocurría cuando se encontraban jóvenes inocentes con uniformes guerreristas y eran presentados como bajas del combate, el miedo y el pesimismo vuelven a ser el común denominador de la sociedad colombiana.

Son varios los hechos que han marcado y han devuelto no solo la desconfianza, sino también el temor a la sociedad. La paz, de nuevo, parece ser una utopía, un sueño de unos pocos, una luz que es opacada por la oscuridad de quienes prefieren ver al pueblo armando y en combate para poder así perpetuarse en el poder. Colombia, en poco más de 200 días, volvió a estar en el ojo del mundo por la droga, la guerra, la violencia, las masacres, los desplazamientos y los combates entre guerrillas y el gobierno. Dejamos, en un santiamén, de ser aquel paraíso turístico para convertirnos en un país al que, por recomendación, es mejor no visitar.

Si bien el panorama es claro y muy bien conocido, en estas líneas prefiero hablar de Dimar Torres, un excombatiente de las Farc, sometido al proceso de paz, que fue asesinado, vilmente, por un cabo del ejército. Aquí no se trata de dar más información de la que ya sabemos, es bien conocido que, en estos casos y más ahora, la información llega de manera parcial y muchas veces en forma de mentira.

A Dimar Torres lo mataron, y que esa frase haga eco, lo mató el ejército, lo torturó un ente gubernamental que, se supone, protege a la población. No contentos con esto, lo iban a enterrar en una fosa común para que no fuera descubierto —esto muy al estilo de lo que pasaba en un gobierno anterior—. La sevicia de la muerte de Torres deja mucho que decir, deja en la población miedo, temor e incertidumbre, pues justo en un momento tan crucial como lo es el posconflicto, lo que más debería de tener la sociedad hacia el Ejército y todas las fuerzas armadas del estado es confianza plena de que allá no están haciendo lo que hace unos años realizaban para tener ascensos y recompensas.

El gobierno, como es costumbre, presenta un silencio cómplice, justifica por cualquier medio la situación y, cuando se ve acorralado, da alguna excusa chimba para poder así desviar la atención. Es injusto con Dimar, es inaceptable con las personas que confiaron en el proceso de paz, es inmerecido con un país que está cansado del conflicto y de la guerra que este tipo de situaciones se sigan presentando.

El Ministerio de Defensa, desde que se supo lo ocurrido, dio excusas, dio mentiras e información parcializada, la misma con la que su jefe, el señor Guillermo Botero, ahora se excusa para quedar así medianamente bien ante el ojo público. No, señor ministro, no se trata de decir que la información dada en un primer momento respondía a unas declaraciones de los responsables, se trata, señor, de investigar mejor, de no dejarse meter los dedos a la boca y de ser objetivos y notar las señales de una tortura como la que sufrió Dimar Torres.

En este caso —tal como sucede con los líderes sociales— las justificaciones, los porqués inventados y repetidos por el mismo gobierno y los puntos de vista poco objetivos y mentirosos son los que van dejando en el olvido al caso.

No basta con meter preso al cabo del ejército, todo el país merece una explicación del porque este muchacho hizo lo que hizo, qué lo motivó a realizar algo con tal nivel de bajeza humana, con tal grado crueldad. ¿Será que se están promoviendo estas prácticas, de nuevo, dentro de la institución? ¿Será que el gobierno está pidiendo resultados así sean falsos?

Señor ministro, responda sobre lo que aquí pasó, responda con eficacia y con total verdad, pídale al fiscal atornillado al poder que tiene el país que nos de la verdad sobre este caso y que no encubra, como ha hecho con la corrupción, a los victimarios reales de este caso. De paso, señor Botero, renuncie, la confianza se pierde en un segundo y construirla toma años. Usted, con sus declaraciones, perdió la confianza de gran parte de la nación.

El sueño no cesa, el querer ver a Colombia convertida en un territorio de paz con un gobierno digno de su gente es un ideal que no se nos puede borrar de la mente, por ahora, quiero terminar este escrito con una frase que estoy seguro podría cambiar el mundo: tal como lo dijo el asesinado procurador Carlos Mauro Hoyos “prefiero las guitarras a las ametralladoras.”

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